Todos estamos buscando algo, y si miramos más de cerca, surge la pregunta: ¿qué estamos buscando realmente? Aunque podemos distinguir varios objetivos de nuestra búsqueda, como la felicidad, las relaciones plenas, la prosperidad material, los deseos abstractos, el control de nuestras vidas, etc., todo esto se reduce a la búsqueda del desarrollo, de la realización.
Más o menos todos buscamos estar completos; pero como todos somos tan diferentes, los objetivos y aspiraciones son muy diferentes, y cada uno de nosotros espera una satisfacción o un crecimiento.
Y, obviamente, no somos capaces de imaginar algo muy diferente, sino que presentamos nuestras propias ideas y buscamos maneras de hacerlas realidad. Sin embargo, esto sólo nos permitirá reafirmarnos y seguir estando inmersos en un círculo de ideas y criterios.
Hay toda una serie de métodos populares para hacer realidad nuestros deseos: PNL, el método Silva, la visualización, etc. Se basan en ciertos principios físicos que, indiscutiblemente, tienen repercusiones reales – como Einstein ha demostrado, la energía puede convertirse en materia. Así, pues, estos métodos tienen por objeto «acumular» su propia energía mental hasta el punto de que se manifieste en su momento en nuestro mundo de fenómenos. Sin embargo, nos encontramos en una situación de enorme dependencia que nos domina y limita. Porque, obviamente, el solo deseo de algo nos hace dependientes del objeto del deseo. Si el deseo se hace realidad, nosotros (sobre todo cuando nosotros mismos hemos logrado su realización) nos quedaremos prácticamente atrapados y sucumbiremos a la manifestación. En algún momento en el futuro, su energía nos afectará de nuevo, eso es lo que algunos llaman «karma”.
Buscar es casi siempre una forma de tensión. Guarda una estrecha relación con nuestro descontento con la realidad «consciente» de la vida y con nuestro deseo de cambiarla. El problema es que esta obsesión con la propia insatisfacción reduce considerablemente la percepción y que esta actitud en sí misma es un acto de negación de la realidad. Esta actitud demuestra que no conocemos suficientemente la realidad de nuestra vida. Queremos avanzar, pero no estamos seguros de dónde estamos – y así nos volvemos susceptibles a muchas cosas que nos ofrecen los demás.
De este modo, desplazamos nuestra búsqueda desde el interior hacia el exterior y nos privamos de la posibilidad de observar y comprender que son esenciales para nuestro camino. La pregunta que estamos buscando puede ser contestada con aparente facilidad por la multitud de fenómenos visibles. Por el contrario, la pregunta de por qué estamos buscando es mucho más útil. Después de todo, no sólo exploramos cómo obtener algo, sino por qué aspiramos a ello.
Todo podría ser muy diferente
Algo dentro de nosotros parece indicar eso. Y esa cosa parece estar en cada persona – una fuente original de nuestro deseo de algo mejor. Sin embargo, en lugar de permitir que se desarrolle este deseo puro, tomamos el impulso de manera reflexiva y lo encadenamos a nuestras propias ideas e intenciones. Sin embargo, las personas que tienen un eco más claro de este impulso guían su búsqueda y sus ideas hacia lo duradero, lo universal.
Por un lado, está claro que nuestras ideas de absolutidad no pueden ser absolutas en sí mismas.
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Por otra parte, cualquier intento de imponer lo absoluto para sí mismo demuestra una egocentrismo terrible y una avaricia desmedida. Demuestra lo relativa y limitada que es nuestra idea de lo absoluto.
Si logramos añadir otra dimensión a la búsqueda, es evidente que la precipitación y la inmovilidad no pueden acercarnos a la paz profunda de la perfección.
La universalidad es universal precisamente porque está presente en todo momento y en todas partes. Nuestras manos mortales son incapaces de capturar lo imperecedero. Hacerse conscientes de la inadecuación de lo personal es probablemente el paso más importante en nuestro camino. Paradójicamente, aceptar nuestra propia limitación y unilateralidad es precisamente lo que conduce a un avance en nuestra alma confinada. Como consecuencia de ello, surge esa apertura omnipresente, que en las filosofías orientales se llama «atención». Esa atención nos permite percibir la omnipresente presencia a nuestro alrededor.
Si logramos mantener las cosas libres de nuestras necesidades, se convertirán en nuestros maestros, quienes tendrán mucho que decir y dar, aunque no como posesión personal, sino como una conciencia de interacción y comunidad. Entender sin interferir significa encontrar. Se podría pensar en ello como una nueva y poco conocida octava de búsqueda, a la que se puede llamar consciencia.
Desde este punto de vista, se está desarrollando con toda tranquilidad un proceso que podemos observar y desarrollar, sin que su potencial universal, que está en nosotros y en todo, se vea afectado por nuestras limitaciones personales. Así es como nosotros mismos permitimos ser encontrados en la realidad superior.