¡Qué fenómeno tan singular es la resistencia! ¿Quién no conoces su pesadez, sus puños y sus afiladas puntas? ¿Quién no conoce el combate contra ella? Todo en la vida y en la Tierra da incesante nacimiento a la resistencia.
La resistencia provoca roces, fricciones que nos hacen tener experiencias, ¿acaso no estamos en la Tierra para esto? Sin ella, ninguna fuerza se desarrollaría para actuar y avanzar. A veces oímos decir: “Si me libara de mi carga, la vida, o el camino, se abriría para mí”. Sin embargo, esta resistencia es la vida y el camino. Se la puede ver como un fenómeno muy particular. Para el alumno, la resistencia o la oposición representa incluso un instrumento particularmente útil.
Internet nos informa de que actualmente hay sesenta y cinco conflictos armados y guerras que hacen estragos en el mundo. Frente a ello, la enorme oposición que yo experimento, en tanto que rosacruz y ciudadano del mundo, es al mismo tiempo una motivación que me impulsa en el camino.
La oposición a la violencia, a la grosería y a todos los excesos en los libros o en la televisión es igualmente una incitación a hacer una elección, a decir categóricamente no, a todo eso en mi vida.
La oposición al comportamiento de las personas de mi entorno me tiende el espejo donde veo reflejados mis propios rasgos indecentes, mis hábitos poco elegantes; si ello no fuese el caso, ciertamente no encontraría ningún inconveniente en la situación. El propio sentido de la resistencia, o de la oposición, es hacerme constatar que hay algo por mi parte que tengo que trabajar. Ésta encierra una lección que se repetirá hasta que la haya aprendido. La raíz de la oposición, de la resistencia, consiste en que no quiero aceptar lo que es, no quiero estar donde estoy, ni ser quien soy.
No aceptar esta realidad cuesta mucha energía, crea muchas turbulencias en el corazón y en la cabeza. Es una lucha que no ganaré nunca. Combatir mi propia resistencia no hace más que reforzarla, poner allí mi energía no hace más que aumentarla.
Jan van Rijckenborgh, en La Gnosis China, explica la noción del wu wei, el no hacer, como un enfoque para neutralizar en lo posible las enormes diferencias entre las dos expresiones de la consciencia, luchar y resistir, para dejar que prevalezcan otras fuerzas de consciencia que puedan provocar el desapego.
El sismógrafo de mis resistencias me hace ver claramente dónde debo trabajar en mí mismo. Así estoy siempre allí donde debo estar. “¿Dónde está el camino? ¿Dónde me encuentro yo? ¿A dónde me lleva el camino? ¿No hay otro?” La vía de entrada a este trabajo en el que se trata de evaluar la resistencia, consiste en examinar el valor, la importancia, que atribuimos a un acontecimiento, a una situación, a una persona. Tan pronto como hacemos abstracción de la historia que va aparejada, del significado que le damos, solo queda la realidad desnuda, las cosas tal como son, sin más. La vida es muy sencilla, somos nosotros quienes la complicamos.
No vemos las cosas tal como son, sino coloreadas por lo que somos. La resistencia es por excelencia una fuerza del ego que quiere que las cosas cambien para que estén a nuestro gusto. A propósito de ello, el Buda dice: “Sin ego no hay resistencia. Sin resistencia no hay sufrimiento”.
Lo cual no significa que no tendré dificultades en mi vida. El Buda quiere decir que si nos abrimos una vía en el laberinto de la existencia, podremos recorrer el camino si damos prioridad al sosiego del corazón. La resistencia cuesta energía, confiarse al corazón, la proporciona.
Fuente: Este artículo fue publicado anteriormente en Pentagrama, 2015, nº 6.