El ciclo del uno al tres se refiere a los principios básicos. Estos principios proceden de la energía espiritual del uno, de la polarización del dos en espíritu y energía, y acaban haciéndose conscientes en el tres.
Con el cuatro comienza un ciclo totalmente nuevo, que va desde el cinco al seis. Lo que al principio aparecía como una estructura espiritual de líneas de fuerza, ahora se vuelve concreto y visible. Se manifiesta en la forma.
El cuatro es lo que se materializa a partir de la primera tríada, es decir, lo que se crea en una forma concreta.
Cuatro es el Símbolo de la materialización. Es la densificación hasta la materia, hasta la tierra material. El tres, como factor impulsor, se considera un número masculino; el cuatro, como expresión del factor receptor, portador, representa lo femenino.
El cuatro representa un nuevo plano de manifestación. El paso del tres al cuatro significa la inmersión del alma en un nivel más profundo de experiencia. Es el salto desde la unidad recién alcanzada y restaurada; es tomar consciencia del sentido de la vida y del Espíritu que determina la vida terrenal. Sin embargo, esto entraña peligros, porque el cuatro es también un dos al que se añade un poder, una potencia:
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Si el alma se deja guiar por el orden espiritual y si moldea la materia en consecuencia, se desarrolla un mundo de formas que expresa este orden espiritual, la unidad. Sin embargo, si el alma se deja guiar exclusivamente por la energía del dos, pierde el vínculo con el uno y se expresará en el mundo de las formas como un caos, como una lucha de todos contra todos.
Así podemos entender el significado de «comer del árbol de la ciencia del bien y del mal». La energía de los dos adquiere poder sobre el ser humano.
La tarea del cuatro es descubrir y volver a encontrar las leyes y la vida del Espíritu en el dominio terrenal. Esto ocurre, paradójicamente, volviéndose más profundamente hacia la tierra, no para perfeccionar la naturaleza, lo cual es imposible, sino para empezar a ver su coherencia. Esto provoca la toma de consciencia, que es la condición para el camino espiritual que nadie puede recorrer por otro. Para lograrlo, al ser humano se le ofrece una ayuda visible en forma de símbolos, mensajeros y signos. ¿Dónde encontramos al cuatro en la vida visible?
- Lo encontramos en los cuartos, la gran cruz del universo. Las cuatro estaciones controlan los cuatro cuartos.
- En el cuatro encontramos las tres dimensiones del espacio, con la cuarta dimensión, que es el tiempo.
- Conocemos los cuatro «elementos»: tierra, agua, aire y fuego.
- El cuadrilátero equilátero, el cuadrado, es la primera figura geométrica que puede dividirse de cualquier manera en partes igualmente grandes. Para los pitagóricos, el cuadrado era, por tanto, también el símbolo de la justicia.
- Una estructura tridimensional puede considerarse de cuatro maneras: como un número de puntos, líneas, planos y volúmenes.
- Con el cuatro comienza la corporeidad. Para construir un cuerpo espacial, necesitamos cuatro planos.
- Símbolos del cuatro son también el cubo y el ángulo recto. Si abrimos un cubo, vemos una cruz, símbolo conocido desde hace más de 10.000 años, no sólo en el cristianismo, sino desde antes; la cruz significa estar atado a la materia. Para liberarnos de esta prisión, la primera condición es reconocer que es una prisión y después aceptar sus consecuencias: «cargar la cruz sobre uno mismo».
En hebreo, la cuarta letra del alfabeto es daleth, que significa algo así como puerta. Para actuar en la tierra, según las leyes de la materia, hay que pasar la puerta del cuatro. La naturaleza, las ciencias y cualquier actividad práctica se basan en el cuatro.
Al mismo tiempo, el cuatro, intersección del espacio y del tiempo, significa la puerta de la Salvación y de la verdadera génesis humana. El cuatro es el número en el que lo divino se manifiesta, o mejor dicho, ¡es capaz de manifestarse! El cuatro es el número de la tierra; es el plano terrestre. La realidad es la prueba del tipo de vida que se expresa en la forma.
El cuatro nos enseña a aceptar y resolver nuestras tareas cotidianas de la vida. Nos enseña a comprender que todo lo que encontramos -por profano e inverosímil que sea- contiene un significado que podemos desvelar, aceptar y realizar.
Si en el tres encontramos una base de vida más firme e independiente, el cuatro pone inmediatamente en discusión lo que justo acabamos de adquirir al confrontarlo plenamente con la vida. Con el dos, experimentamos que toda la vida se basa en opuestos; con el tres, aprendemos a tratarla de forma constructiva; en el cuatro, nos encontramos –construyendo sobre el ciclo precedente del uno al tres– con las cuestiones más profundas relativas al significado, el propósito y la tarea de la vida humana aquí en la tierra.
¿Cómo funciona esto en nuestra vida?
Adquirimos innumerables experiencias de vida en nuestro mundo visible. Anhelamos la armonía y la perfección, pero en algún punto de este camino descubrimos que nada es duradero y que todo es pasajero. Al final, llegamos a una frontera, ¡y nuestro corazón comprende! Se vuelve susceptible a la llamada de la eternidad. Surgen preguntas sobre el propósito original de la vida y aumenta el anhelo de encontrarlo.
El cinco responderá a esto, porque implica que volvemos a estar vinculados conscientemente con el Espíritu.
Pitágoras consideraba el cuatro el número ideal, con el que se refería al ciclo uno-dos-tres-cuatro que denominó tetraktys. El cuatro simboliza la vida en una forma visible, en la que la unidad, la dualidad integrada y la tríada creadora trabajan incesantemente en el fondo. La vida en este sentido conduce a una espiral superior del uno, a saber, ¡el diez!
1 + 2 + 3 + 4 = 10
Tetraktys
Aunque se haya alcanzado un estado ideal, si podemos comprender el cuatro, por lo general estamos muy lejos de él en nuestra vida práctica. Las influencias basadas en un énfasis demasiado fuerte en la dualidad del mundo circundante nos afectan de manera imperiosa. Se polarizan demasiado, se independizan, porque no se unen ni se disuelven en el uno. De la cualidad del cinco aprendemos por qué el ser humano se encuentra entre la unidad y la división, y qué oportunidades implica esto para él.