La parábola de los dos discípulos

Grandes y desconocidos son los caminos del Tao, e innumerables son los caminos que conducen a Él

La parábola de los dos discípulos

Un día dos nuevos discípulos entraron en la escuela del Gran Maestro.

Yi Gun y Ka Tsin trabajaron diligente y cuidadosamente en las tareas que les fueron asignadas. Sin embargo, de alguna manera Yi Gun siempre se las arreglaba para trabajar más rápido y no cometía ningún error; parecía que era capaz de completar todas sus tareas de una manera perfecta. Por otro lado, a Ka Tsin se le regañaba a menudo por no entender cómo alisar la arena, por no hornear suficiente pan, o porque, después de barrer, siempre se encontraban algunos restos de escombros.

Un día, mientras cocinaban arroz, Ka Tsin se dirigió a Yi Gun: «Amigo mío, tengo algo que pedirte».

Yi Gun sonrió y respondió: «Tú me dirás.  ¿Cómo puedo ayudarte?»

Ka Tsin, aparentemente avergonzado y vacilante, mirando implorante a su amigo, preguntó: «Sé que no debería pedírtelo a ti, pero te lo ruego de todo corazón; por favor dime cuando alcances la iluminación. Creo que no lo estoy haciendo muy bien; no veo nada prometedor dentro de mí, pero anhelo saber que es alcanzable. Ambos llegamos al Gran Maestro al mismo tiempo, y, si logras tener éxito, tal vez yo también tendré una oportunidad en una etapa posterior».

Yi Gun pensó durante un rato, y asintió con la cabeza.

Pasó algún tiempo, tal vez meses o tal vez años, y entonces un día Yi Gun compartió con Ka Tsin que había alcanzado la iluminación. Le dijo que era una condición que no podía describirse con palabras, pero era magnífica, y deseaba que su amigo tuviera éxito en alcanzarla pronto. Y, a su vez, le pidió a Ka Tsin que compartiera su experiencia con él cuando esto le sucediera.

La cara de Ka Tsin brilló de felicidad. Era como si de repente le crecieran alas, y toda duda se desvaneciera. Se volvió más diligente, cumplía sus tareas con alegría y lleno de gratitud por haber podido aprender de ellas. Trabajó incansablemente y nada lo agotó ni desesperó. Hizo todo lo que se le pidió y ayudó a otros discípulos en sus tareas. Se levantaba temprano por la mañana y se iba a la cama horas después de la puesta del Sol, siempre lleno de energía y dedicación.

Pasó algún tiempo, tal vez días o tal vez meses, y una hermosa tarde de verano Ka Tsin alcanzó la iluminación. Su primera tarea, después de dar gracias internamente, fue ir a Yi Gun y compartirlo con él.

«¡Estoy muy feliz por ti!», dijo Yi Gun; «¡Cuéntame más!»

«¿Qué más puedo decirte de lo que ya has sabido desde hace mucho tiempo?», contestó Ka Tsin.

Entonces Yi Gun se inclinó ante su amigo y exclamó: «¡Perdóname, Ka Tsin! No sé lo que es la iluminación; ni antes, ni ahora he sido bendecido por ella. Perdóname por mentirte, pero lo hice porque sabía lo importante que era para ti creer que era posible. Saber que un discípulo común, como tú y yo, es capaz de recorrer el camino hasta el final».

Ahora era el turno de Ka Tsin para inclinarse ante su hermano, y dijo: «Grandes y desconocidos son los caminos del Tao, e innumerables son los caminos que conducen a Él. Mi camino era disolverme en el océano sin fin, con la ayuda de una mentira que derritió todas las dudas y las barreras que puse delante de mí mismo. Por tu camino, mi querido amigo, rezaré cada minuto, y celebraré el día en que el destino nos unió».

 

Print Friendly, PDF & Email

Compartir este artículo

Publicar información

Fecha: enero 18, 2021
Autor: Denitsa Georgieva (Bulgaria)

Imagen destacada:

Relacionado: