Tal vez te preguntes: «¿Cómo podemos pensar en Dios?»
Esta pregunta contiene dos cuestiones. La primera: ¿De qué arte y calidad podría ser el pensamiento con el que podemos pensar en Dios? Y la segunda: ¿Qué tipo de divinidad representa Dios?
Estas preguntas pueden ser atrevidas, pero no lo son para aquellas personas que se esfuerzan por derribar los muros aparentemente inamovibles de la vida y la percepción comunes. Para esta clase de personas, estas preguntas son esenciales, ya que se preocupan por la esencia de la vida humana y su significado.
En el contexto de nuestro presente siglo XXI, y de la consciencia individualizada y racional del hombre, junto con su escepticismo posmoderno, nos vemos obligados a definir nuevamente el significado de la divinidad.
Nuestra tecnociencia planetaria ha reemplazado la omnipotencia de Dios .[1]
En el contexto del punto fijo absoluto, solo podemos expresar lo que la divinidad no es, en lugar de lo que es. Después de 2000 años de cultura religiosa y clerical europea, la gente, ahora, experimenta que Dios no puede ser antropomórfico, susceptible de ser representado por una determinada imagen. El Dios personificado de antaño sería realmente difícil de aceptar hoy en día.
Podemos sostener esto, aunque conocemos grupos de personas que todavía necesitan un acceso autorizado y mediado a la divinidad, ya que esos grupos existen entre las personas que desean un acceso directo y sin intermediarios a la divinidad. Estos anhelan revivir el arquetipo, el reflejo de Dios que existe en el núcleo interno de cada ser humano.
Tales personas no esperan explicaciones, no escuchan sermones, conferencias o cursos, y no buscan iniciaciones en el sentido externo. Anhelan sólo el Espíritu o sus almas tienen sed y piden renovación. No basta con restaurar ciertas partes del alma, desean un cambio fundamental, una transformación de la naturaleza esencial, es decir, una transfiguración, algo esencial y completamente nuevo. Ven lo divino como una fuerza, una energía, una corriente de renovación, una luz, una atracción. Todo esto no en un sentido profano, por supuesto.
Todo ser humano de este tipo, experimenta gradualmente lo siguiente: lo que al principio pensaba y sentía como la abstracción más elevada, ahora se convierte en una realidad verdadera. Algo así como un Dios sin nombre concreto e indefinido está surgiendo.[2]
Es la relación de lo interior en un hombre y la idea del primer Inicio de las creaciones.
El término «abstracción», sugiere una distancia entre uno mismo y la realidad. Por lo general, es algo que podemos pensar o sentir como una emoción o un sentimiento (por ejemplo: amor, alegría). La idea original del Padre-Madre-Creador, ciertamente se manifiesta como una idea abstracta. Pero a medida que este nuevo sentido de la Divinidad se manifiesta gradualmente en la materia, más podemos abrirnos a ella, aceptarla y reconocerla. Y así se vuelve más real y concreta para nosotros.
Para nosotros, lo real es aquello que descendió hasta nuestra consciencia personal y, como tal, algo experimentado como completamente real. Por tanto, repitamos nuestra pregunta de una manera ligeramente diferente: «¿Podemos pensar en Dios como real y concreto? «Suponiendo que la consciencia es parte de un ser humano… surge la pregunta: «¿Puede Dios manifestarse en el ser humano?»
La respuesta es: «Sí, la Divinidad puede manifestarse en el ser humano».
Los Rosacruces, incluso asumen que esta es una ley natural, una necesidad. Cuando llegue el momento, todos y cada uno de los seres humanos pueden experimentarlo y lo experimentarán. Pero no llega automáticamente. Solo puede manifestarse mediante una preparación consciente y un trabajo interior.
En su forma actual, la Divinidad sigue siendo para la mayoría un concepto muy abstracto. Ciertas iglesias posponen la resurrección y la experiencia de lo divino a un momento futuro desconocido, o incluso a otra vida.
Este punto de vista excluye la «venida en la carne», la manifestación real y posible de Jesús (como un nivel interno de ecuanimidad, amor y divinidad) dentro del sistema humano. En ese sentido, no se permite que comience la renovación estructural fundamental ni la resurrección en el propio cuerpo. Tal ser humano, no «habita a diario con Dios», simplemente camina a ciegas alrededor de una montaña llena de tesoros, incapaz de encontrar la entrada.
De vez en cuando, todos reaccionamos de esta manera. Cada vez que nos negamos a escuchar, retrasamos el fuerte impulso de dar ciertos pasos. Incluso nos aferramos en vano a una imagen vaga o un ideal abstracto, que nunca se materializará.
Admitamos que también el pensamiento humano debe sufrir una transformación. Los viejos templos del pensamiento, del sentimiento y de la acción deben ser derribados, paso a paso, para que se construyan gradualmente nuevos templos. Aquellos se convertirán en recipientes adecuados, formas que pueden captar y contener la idea Divina.
Los impulsos del Logos irradian según su propia ley. Nosotros, la humanidad de esta Tierra, tenemos que aprender a escuchar, a abrirnos a esos impulsos y a actuar de acuerdo con sus efectos.
Podemos pensar en Dios, siempre que nos convirtamos en Dios. Es decir, cuando la naturaleza divina ha sido revivificada en el ser humano.
Viene la siguiente pregunta: Entonces, ¿dónde está este Dios? ¿Fuera o dentro? Una expresión bastante apropiada de esto se puede encontrar en las palabras de Hermes Trismegistos, en el himno de Hermes [3]:
El canto de alabanza de Hermes:
“¿Quién podría alabarte suficientemente y de acuerdo con tu
valor?
¿Hacia dónde dirigir mis ojos para alabarte?
¿Hacia arriba? ¿Hacia abajo? ¿Hacia el interior o hacia el
exterior?
No existe ningún camino, ningún lugar, ninguna criatura que
esté fuera de Ti; todo está dentro de Ti y todo proviene de Ti.
Tú das todo y no recibes nada: pues Tú posees todo y no existe
nada que no Te pertenezca.
¿Cuándo cantaré tu alabanza?
Ya que es imposible comprender tu hora y tu tiempo.
¿Y por qué cantaré Tu alabanza?
¿Por lo que has creado? ¿Por lo que no has creado?
¿Por aquello que has revelado, por lo que mantienes oculto?
¿Y con qué cantaré tu alabanza?
¡Como si algo me perteneciera! ¡Como si poseyese algo
propio!
¡Como si fuese alguien diferente a Ti!
Pues Tú eres todo lo que puedo ser,
Tú eres todo lo que puedo hacer, Tú eres todo lo que puedo decir.
Tú eres todo y no existe nada fuera de Ti
Tú eres incluso lo que no existe.
Tú eres todo lo que ha llegado a existir y todo lo que no ha
llegado a existir.
Tú eres Espíritu, cuando es el alma-espíritu quien Te
contempla.
Padre, cuando das forma a todo el universo.
Dios, cuando Te revelas como fuerza activa universal.
El Bien, porque Tú has creado todas las cosas.
Lo más sutil de la materia es el aire,
lo más sutil del aire es el alma,
lo más sutil del alma es el espíritu,
lo más sutil del espíritu es Dios”.».
[1] Mucha, Ivan (2015): Proměny práva a společnosti (Cambios en la ley y la sociedad). Editor: Aleš Čeněk, p. 123–132
[2] Véase la antigua Grecia, el gnosticismo o Jehová, el nombre de Dios que no se puede pronunciar.
[3]van Rijckenborgh, Jan: La Gnosis Egipcia Original, tomo 2. Fundación Rosacruz, Zaragoza, cap. 33