Acerca de Acuario y el Egoísmo. Parte 1

Se nos alienta constantemente para que vayamos más allá de los habituales patrones de respuesta, una acción cuyo principal objetivo es beneficiarnos; ello para que renunciemos a los comportamientos instintivos que se perpetúan y se fortalecen con el tiempo.

Acerca de Acuario y el Egoísmo. Parte 1

Desde hace varias décadas, es común encontrar términos como Era de Acuario, tiempo de Acuario, llamada de Acuario, etc. En el laberinto de las diversas interpretaciones personales, es difícil identificar un significado dominante en estos términos. Muchos de nosotros, sin embargo, intuimos que de alguna manera están relacionados con la búsqueda de la esencia de la vida y, por lo tanto, con los intentos de comprender el sentido de nuestra existencia cotidiana.

En las publicaciones relacionadas con este tema suele generarse la convicción de que ha llegado el momento de deshacerse casi por completo del propio egoísmo. Se sabe, sin embargo, que esto no es tan simple como parece. Por lo tanto, examinaremos más de cerca las asociaciones que nos evocan el concepto de egoísmo y el símbolo de Acuario. Añadamos que no es nuestro objetivo llegar a una verdad objetiva sobre el significado de este símbolo, porque tratándose de símbolos o ideas ello es prácticamente imposible.

En aras de la simplicidad, generalmente omitiremos afirmaciones como «parece que» o «podría decirse que», y se invita al lector a insertarlas donde crea que deberían aparecer. Además, utilizaremos como apoyo el siguiente pasaje bíblico (Marcos 14,12-16):

El primer día de los panes sin levadura, cuando se acostumbraba sacrificar el cordero de la Pascua, los discípulos le preguntaron a Jesús: «¿Dónde quieres que vayamos a preparar para que comas la Pascua?» Y Él envió a dos de sus discípulos y les dijo: “Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle y allí donde entrare, decid al señor de la casa: el Maestro dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la Pascua con mis discípulos?» Entonces os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad para nosotros allí. Fueron sus discípulos y entrando en la ciudad hallaron tal como les había dicho; y prepararon la Pascua.[1]

Puede parecer que este texto no está relacionado con nuestras consideraciones, pues aunque menciona a un hombre cargando un cántaro de agua, cuya figura puede asociarse con Acuario, la parte principal se refiere a algo completamente diferente, a saber, un evento del lejano pasado que muchas personas consideran que es auténtico en el sentido histórico.

Intentemos entender por qué este personaje aparece en esta historia y por qué se le menciona en relación con la cuestión de dónde preparar la Pascua.

Para ello, observemos que en la Biblia se habla de agua viva, que muchas personas con inclinaciones esotéricas identifican con cierto tipo de energía que impregna constantemente nuestro mundo, tanto ahora como en la época en que fueron escritos los textos del Nuevo Testamento. Se cree que esta energía es particularmente intensa en los tiempos actuales, y se la asocia con el advenimiento de la Era de Acuario; y es fácil pensar lo que puede simbolizar el hombre con un cántaro de agua.

Como ya hemos mencionado, el mensaje de la Era de Acuario generalmente se asocia a la búsqueda y  reconocimiento del propósito adecuado de la vida en este mundo. ¿Cuál es este objetivo?

En pocas palabras, se trata de la correspondiente transformación interior. Tanto el Nuevo Testamento como muchos textos esotéricos publicados en los últimos años nos instan a alejarnos de un enfoque dirigido únicamente a nuestro propio beneficio y seguridad; y a mirar estas necesidades desde cierta distancia para cambiar nuestra actitud hacia los demás. Se nos alienta constantemente a ir más allá de los habituales patrones de respuesta cuyo principal objetivo es beneficiarnos; a renunciar a comportamientos instintivos que se perpetúan y se fortalecen con el tiempo. Se menciona en muchos lugares de la Biblia; entre otros, en declaraciones tan conocidas como «El que de vosotros esté libre de pecado, que le arroje la primera piedra» (Juan 8,7) y «Nadie es bueno sino uno, es decir, Dios» (Marcos 10,18), o en la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10,30-37).

Se podría decir que en estos mensajes se nos insta a trabajar con nuestro egoísmo; a comprender su papel en nuestra propia vida y en la de los demás. ¿Y de dónde viene el egoísmo? Para responder a esta pregunta, utilizaremos una concepción abstracta aportada por Max Heindel[2].

En la Revelación, se distinguen siete planos del ser, que difieren en la densidad de la materia que los compone. Los primeros seis planos son la morada de Jerarquías muy sublimes, cuya actividad -así como la actividad del Creador de Toda la Revelación y de la Fuente de la que Él procede- apenas se menciona, porque está completamente más allá de nuestra comprensión. Vivimos en el séptimo plano de existencia, el más denso, que a su vez se divide en siete niveles, que también se diferencian por la densidad de su materia.

El primer nivel, el más sutil del séptimo plano, solo es accesible a los dioses de los sistemas solares y a los seres que dirigen el desarrollo de los planetas individuales de estos sistemas. En lo que resta de este texto, nos limitaremos únicamente a nuestro sistema planetario, donde estos seres son llamados los Siete Espíritus ante el Trono de Dios.

El Dios de nuestro sistema solar (y a la vez su Creador) separó en Sí mismo unos Seres llamados Espíritus Vírgenes, que tienen forma de chispas de fuego. Están situados en el segundo nivel, más denso, del séptimo plano, que por esta misma razón se dice que es el mundo de los Espíritus Vírgenes.

Cada uno de estos Espíritus Vírgenes puede descender a tres niveles sucesivos, cada vez más densos, creando en ellos sus tres manifestaciones, que en la terminología teosófica se conocen como Atma, Buddhi y Manas; o Espíritu, Alma Espíritual y Mente. La estructura resultante a veces se denomina microcosmos. Su parte más densa, es decir, Manas o Mente, se forma en la parte más sutil del quinto nivel (llamado mental) y a veces también se le conoce como el Ego Humano. Es esta parte la que nos da la posibilidad del pensamiento abstracto, y es con ella con la que la mente concreta ordinaria del ser humano, formada como resultado de la evolución terrenal, puede establecer contacto.

Los tres nombres diferentes con los que se etiqueta al Ego Humano sugieren que su papel puede percibirse de forma ligeramente diferente en distintas situaciones, dependiendo del punto de vista predominante.

La conciencia de la gente común normalmente es incapaz de funcionar en los mencionados niveles sutiles del microcosmos y, por lo tanto, las influencias que provienen de allí se manifiestan en nosotros solo en forma de corazonadas intuitivas, a veces expresadas como aspiraciones por alcanzar valores más elevados o alguna especie de empatía, que se expresa prestando atención a los miedos y necesidades de los demás, nos parezcan justificados o no.

En los niveles de la mente inferior (pensamiento concreto) y las emociones, el Ego Humano (Manas) ejerce ciertas influencias que son percibidas por la gente como el yo ordinario (ego), que ofrece una base tangible para el sentido de sí mismo. Esta influencia suele tomar la forma de egoísmo humano común, es decir, preocupación por las propias necesidades a expensas de los demás.

(Continúa en la Parte 2)

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Fecha: enero 17, 2022
Autor: Janusz Brzdęk (Poland)
Foto: Wasserträger_Ruth_Alice_Kosnick CCO

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