La Divina Comedia del poeta italiano Dante Alighieri (Florencia 1265 – Rávena 1321) está considerada una de las obras cumbres de la literatura mundial. Su profundidad y belleza han fascinado durante muchos siglos a sus lectores. Sin embargo, desde nuestro punto de vista su importancia no radica tan solo en los aspectos literarios y en ser una obra fundamental en lo que atañe a la transición del pensamiento medieval al renacentista, sino en que en la misma se plasma un recorrido espiritual de carácter universal, un camino iniciático que sigue estando vigente en nuestros días.
No son pocos los autores que nos han ofrecido una interpretación esotérica de la obra de Dante. Así, por ejemplo, René Guénon, en su obra El esoterismo de Dante, nos informa sobre la vinculación del poeta con las sociedades secretas y órdenes de caballería de su época, como la “Fede Santa”, “Los Fieles del Amor”, los albigenses o la Orden del Temple.
Sea como sea, lo cierto es que el propio Dante nos dice:
¡Oh los que de la mente os sentís sanos
mirad bien la doctrina que velada
se encuentra de mi verso en los arcanos.
(Infierno IX, 61, 63)1
La indicación no puede ser más clara y explícita, ya que el poeta pone de manifiesto que su obra contiene un sentido oculto, del que el sentido exterior y aparente no es más que un velo, y pide a sus lectores que “miren”, que “busquen” el sentido velado de su obra.
En otra de sus obras Dante nos dice que sus escritos pueden comprenderse y deben explicarse principalmente según cuatro sentidos: “Si possono intendere e debbonsi sponere massimamente per quattro sensi”. (Convivio, II, cap. 1).
Los especialistas suelen reconocer tres de tales sentidos: el literal del relato poético, el político-social y el filosófico-teológico pero, por lo general, se les escapa el cuarto. Autores como el ya citado René Guénon entienden que el cuarto sentido al que el poeta alude es el propiamente iniciático y metafísico, y nos aporta una serie de indicaciones que nos permiten intuir que Dante llegó a dirigente o “Kadoch” (palabra hebrea que significa “consagrado”) de una misteriosa orden de corte masónico y hermético (de filiación templaria), denominada Fede Santa.
Guénon, siguiendo los planteamientos expuestos por el poeta y pintor Gabriele Rosseti y Eugene Aroux en su obra Histoire des Rose-Croix (los primeros en señalar la existencia de un esoterismo iniciático en La Divina Comedia) ahonda en la idea de que el “Infierno” de la Divina Comedia representa el mundo profano, el “Purgatorio” comprende las pruebas iniciáticas, y el “Cielo” es la morada de los Perfectos.
Por su parte, los Maestros de la Escuela Espiritual de la Rosacruz Áurea, el señor J. van Rijckenborgh y Catharose de Petri, en su libro La Gnosis Universal, nos dicen que estamos ante una obra genuinamente gnóstica, ante una personificación del camino completo de la transfiguración:
En su “Infierno”, Dante describe el infierno de la vida dialéctica con sus consecuencias. En el “Purgatorio”, la montaña de la purificación, nos muestra de qué manera el núcleo espiritual, como base de la vida nueva, puede ser liberado por el aniquilamiento del ser egocéntrico: Y en su “Paraíso”, Dante nos presenta el Reino de Dios.2
Más adelante, los autores nos aclaran el sentido simbólico de las tres figuras principales de la Comedia: Virgilio, Dante y Beatriz:
Dante es el microcosmos combatiente, el sistema entero que, en un momento dado, descubre su exilio en la dialéctica y es tocado por la llamada de la Gnosis. Virgilio es su yo dialéctico, el verdadero yo de la naturaleza, la conciencia dialéctica.
Guiado por Virgilio, Dante atraviesa el infierno y descubre este mundo en su estado infernal y su realidad destrozada. Guiado por Virgilio, Dante penetra en el Purgatorio, el mundo del aniquilamiento del yo. Y cuando ha subido hasta las cumbres más elevadas de esta montaña de purificación, cuando ha soportado y profundizado todo sufrimiento, Virgilio le deja solo. Pues el yo terrestre, el yo de la naturaleza, debe morir (ser disuelto), no puede penetrar en la nueva tierra (…) Y, apenas Virgilio ha desaparecido, aparece ante Dante la Otra, Beatriz. Beatriz significa: la que hace feliz. En efecto, es el verdadero Otro celeste, la nueva forma que aparece cuando el yo terrestre ha desaparecido, es ¡la propia eterna alegría! Beatriz es la Gnosis, la que hace eternamente feliz. (J. van Rijckenborgh y Catharose de Petri, La Gnosis Universal)3
El candidato debe trascender todo saber dialéctico para alcanzar una relación íntima con Dios. Cuando ha encontrado a su Beatriz, y solo entonces, entra en el Paraíso y se une con la Gnosis.
El viaje iniciático
Dante inicia su viaje un Viernes Santo, fecha de hondo significado religioso y simbólico, por aludir a la muerte de Jesucristo, su descenso a los Infiernos y su Resurrección.
Dante (en cuanto alma inconsciente), al comienzo de su viaje se sabe extraviado en una oscura selva:
A mitad del camino de la vida,
en una selva oscura me encontraba
porque mi ruta había extraviado.
(Canto I)[i]
Reconoce haber estado dormido, esto es, confuso e ignorante de la verdadera esencia espiritual:
Yo no sé repetir cómo entré en ella
pues tan dormido me hallaba en el punto
que abandoné la senda verdadera.
(Canto I)[ii]
En definitiva, sabe “que no sabe” y anhela el conocimiento iniciático. Tratando de alejarse de la selva oscura, llega al pie de un monte, donde acaba el valle. Al mirar hacia la cima ve los rayos de luz que le indican el camino recto, el verdadero camino que el alma ha de recorrer:
hacia lo alto miré, y vi que su cima
ya vestían los rayos del planeta
que lleva recto por cualquier camino.
(Canto I)[iii]
Sin embargo, en cuanto comienza a recorrer la senda que lleva hacia la cima, se ve confrontado con tres fieras (una pantera, un león y una loba) que le cierran el paso.
Dante busca escapar de la selva oscura en la que sabe que su alma está inmersa y trata de “escalar la montaña” o, expresado simbólicamente, trata de alcanzar la Sabiduría del Espíritu. Sin embargo, pese a su evidente deseo de luz, aún no está preparado, no está maduro para elevarse a la cima de la montaña. Antes de poder acceder a las regiones luminosas, le es preciso adentrarse y atravesar las simas del subconsciente, los lugares oscuros del ser en los que anidan la ignorancia y las pasiones. La prueba de ello es que tres animales amenazadores le impiden recorrer el camino directo hacia las alturas del espíritu. Estos tres animales simbolizan los tres santuarios aún impuros del ser humano (cabeza, corazón, pelvis) y, en términos generales, las pasiones y deseos que atenazan al alma.
Se ve obligado así a desandar la cuesta que ya había emprendido. Aparece entonces ante él la sombra de un hombre, al que Dante suplica que le ayude. Se trata del poeta Virgilio que se ofrece a guiarle y quien, tras infundirle aliento, le promete sacarle de allí, atravesando primero el Infierno y después el Purgatorio.
Virgilio le explica que ha sido Beatriz quien le ha mandado a prestarle auxilio. Como ya hemos señalado, Beatriz, representa “al Otro”, el Alma Espíritu en cuanto componente de la Cadena de la Fraternidad de la Vida.
Y Dante responde:
El corazón me has puesto tan ansioso
de echar a andar con eso que me has dicho
que he vuelto ya al propósito primero.
Vamos, que mi deseo es como el tuyo.
Sé mi guía, mi jefe, y mi maestro…
(Canto II)[iv]
1 La Divina Comedia de Dante Alighieri, Versión en verso español de Bartolomé Mitre, ed. Latium, Buenos Aires, 1921.
(Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes:
https://studylib.es/doc/5747628/la-divina-comedia—biblioteca-virtual-miguel-de-cervantes)
2 La Gnosis Universal, Jan van Rijckenborgh y Catharose de Petri, 1ª edición, 1996, Fundación Rosacruz, Zaragoza, España.
3 Ibidem, páginas 82 y 83
[i] La Divina Comedia de Dante Alighieri, Freeeditorial/autor de este artículo
[ii] Ibidem
[iii] Ibidem
[iv] Ibidem