Del mismo modo que el tres logra un cambio en el nivel de la relación entre los polos uno y dos en el ciclo uno-dos-tres, el seis también nos sitúa en un nivel totalmente diferente y nuevo en la relación entre el mundo concreto y material con su falta de conciencia espiritual (el mundo del cuatro), por un lado, y el individuo espiritualmente consciente (el mundo del cinco), por otro.
El ciclo cuatro-cinco-seis representa la creación visible. El seis representa el mundo de los vivientes, al que el cuatro y el cinco están vinculados. En el sexto día de la creación se crea, según el Génesis, la primera pareja de padres, que completó la creación. En la naturaleza encontramos el seis como base de la vida en todo tipo de formas: el carbono, elemento químico base de la vida orgánica, ocupa el sexto lugar en la tabla periódica y tiene seis protones en su núcleo. El anillo bencénico, un anillo plano de seis átomos de carbono con una estructura de enlace específica, es la piedra angular de la vida orgánica. Su fórmula química es
C6 H6
El ser humano necesita el mundo creado como base de su vida (el nivel del cuatro). Este nivel regresa a la Luz. Los dos componentes, cuatro y cinco, intentan fusionarse entre sí a través del principio del seis.
En el plano bidimensional, la geometría nos conduce a la estrella de seis puntas. El sello de Salomón está formado por un triángulo orientado hacia abajo –imagínese como el Espíritu que se hace visible– y un triángulo orientado hacia arriba que puede verse como la materia que se vuelve espiritual. Estos dos movimientos, el descendente y el ascendente, se muestran como una unidad. También aquí vemos claramente la necesidad de la polaridad.
En geometría, el cuatro en el espacio se denomina cubo, limitado por seis cuadrados. En el plano, el cubo abierto forma una cruz, con el cuadrado como base.
El seis pertenece al absoluto, porque trae el absoluto al mundo. Los místicos y cabalistas judíos honraban al seis llamando a la sexta Séfira «tiphereth», belleza. Entre los números, al seis también se le llama número perfecto, porque la suma de los números por los que se puede dividir también es seis:
1+2+3 = 6
El seis es el número de la organización perfecta en la materia. Por ejemplo, permite la construcción de un plano sin fisuras. El seis también se considera el número del estado ideal. La naturaleza nos proporciona una imagen de ello en forma de panal.
Muchos ejemplos en la naturaleza muestran que la manifestación de la unidad y la perfección solo es posible a través de la polaridad. Un copo de nieve se desarrolla porque se forma una estrella de seis puntas alrededor de un núcleo (una mota de polvo) a través de la cristalización. Sin este núcleo, no se conseguiría la maravillosa estructura del copo de nieve.
Por tanto, la polaridad y la división no excluyen la perfección, sino que conducen a ella. De este modo, la perfección puede ser experimentada por la conciencia.
El seis es también el número de la potencia sexual humana que conduce a la unidad y a la perfección. El objetivo último sobrepasa con mucho la unión corporal del hombre y la mujer. El objetivo último es la boda alquímica, la unión del alma receptiva y purificada con el Espíritu eterno, Creativo y puro. En los cuentos de hadas y los mitos, esto se relata de todo tipo de maneras. La forma en que una persona utiliza el poder sexual puede ser elegida libremente.
Este poder puede perderse en el aspecto exterior, o puede convertirse en una fuente de intuición y creatividad que implica el amor por todo y por todos en un nivel superior.
El número seis nos enseña que el crecimiento, la plenitud y la unidad pueden manifestarse si hemos adquirido destreza y poder de juicio. En su plenitud, el seis simboliza renunciar a las ataduras terrenales y cruzar los límites de nuestro mundo. En este sentido, el ciclo de cuatro-cinco-seis implica el camino de la purificación interior y la limpieza de nuestra percepción, sentimiento, voluntad y acto. Esto requiere desarrollar la autodisciplina y anclarla en nuestro interior. Así llegamos al siete.