En Brasil, el culto religioso de origen africano llamado candomblé utiliza un árbol, la gameleira blanca, para simbolizar una de sus deidades, el Iroko. Este árbol es considerado mítico, primordial, y representa la longevidad, la durabilidad de las cosas a través del paso del tiempo. La gameleira blanca inspiró a uno de los más grandes músicos brasileños de la actualidad, Caetano Veloso, a componer una de sus canciones más bellas, «Oración al Tiempo». La creencia de Candomblé dice que en la copa de este árbol vive la hechicera del bosque y, a través de él, todas las deidades descendieron a la Tierra.
Como una invocación ritual, el cantante repite 80 veces la palabra «tiempo», 8 veces en cada una de las 10 estrofas. El oyente es llevado a la sensación de circularidad – como el tronco de los árboles, o una canción sin coro. La melodía y la armonía están prácticamente sin puntos de tensión, como en las canciones orientales. En la primera estrofa, la letra deja claro que será una petición y en medio de la canción, se hace la petición:
Pido el placer legítimo
Y el movimiento preciso
Tiempo, tiempo, tiempo, tiempo,
Cuando llegue el momento adecuado
Tiempo, tiempo, tiempo, tiempo
Para que mi espíritu
Obtenga un brillo definido
Tiempo, tiempo, tiempo, tiempo
Y difundo los beneficios
Tiempo, tiempo, tiempo, tiempo.
¿Cuál sería el placer legítimo deseado por el cantante, que iluminaría su espíritu, permitiéndole distribuir beneficios, y que podría serle dado por el tiempo? La respuesta es más sencilla de lo que podemos imaginar a primera vista.
El músico brasileño no es el primero ni el único en estar encantado, en cantar y en encontrar significados en los árboles. Muchos mitos relacionan la historia del hombre con los árboles, como el árbol del Paraíso.
En el continente latinoamericano, encontramos la tradición de los indios tupis. En el libro La tierra de los mil pueblos, de Kaká Wera, se lee que «el ser Trueno, que nos habita cuando crea, forma un árbol vibratorio, un campo energético, una trama interior». Este árbol interior es la conciencia humana: estructura creencias y valores, visiones de sí mismo y de los demás. Para estos indígenas, la conciencia es más importante que el tiempo. Este último se encarga de conectar el ritmo con la acción y la inacción, coordinados por el corazón. El árbol interior de cada ser es vivificado por la vibración de sus pensamientos, sentimientos y sensaciones.
En la Edda – una colección de canciones escandinavas del siglo XII – el fresno es considerado el primer árbol de la Tierra, imagen del árbol del paraíso y del sistema sagrado del fuego serpentino, que, en la tradición india, simboliza la energía creadora del ser humano. A medida que el árbol fue talado, el hombre perdió su divinidad, convirtiéndose en solo una sombra formada de materia terrenal. Sin embargo, el tronco seco del fuego serpentino puede convertirse en la cruz de la victoria por la endura, el proceso que conduce al renacimiento.
Esta línea de pensamiento se encuentra en muchas otras creencias y, en ella, puede estar la explicación del anhelo de Caetano Veloso. Para realizar la endura y regresar al estado divino que le traería el «placer legítimo», necesitaría la ayuda del tiempo, para el desarrollo y maduración de su conciencia a través de experiencias vividas, pues reconectarse con la semilla divina que habita su corazón no es como encender un interruptor. Debes encontrar el camino durante tu vida y tomar la decisión de recorrerlo.
Como árbol vibratorio y concienzudo, que Caetano y todos los seres son, canta una canción de alabanza y belleza al tiempo, buscando su ayuda. Citando a Kaká Wera, «cuanto más belleza, gratitud y alabanza emanan de la palabra, más resuena y se manifiesta esa cualidad en la naturaleza y el espacio-tiempo de la vida». Caetano cantaba al tiempo pidiendo tiempo para que pudiera encontrar su legítimo placer.
Esta idea se puede ampliar a la interpretación de la muerte como placer legítimo – no la muerte del cuerpo, sino la del viejo hombre para el surgimiento del nuevo. Cuando se hace la petición, el artista termina sus versos proyectando el día en que abandonaría el círculo del tiempo:
Y cuando me haya ido
Fuera de tu círculo
Tiempo, tiempo, tiempo, tiempo
Yo no seré y tú no habrás sido
Tiempo, tiempo, tiempo, tiempo
Aunque sigo creyendo
Es posible reunirnos
Tiempo, tiempo, tiempo, tiempo
En otro nivel de vínculo
Tiempo, tiempo, tiempo, tiempo
La relación actual del hombre con el tiempo lo encarcela, más desde su propio punto de vista que desde la realidad de esta misteriosa deidad que es el tiempo. Por esta razón, la letra es tranquilizadora al referirse a la posibilidad de que el hombre y el tiempo se encuentren en otro nivel de vínculo, tal vez el de la eternidad, más libre que el tiempo contado en un reloj. Entonces, pongámonos en sintonía con lo atemporal: el dios Tupã, el sonido universal, la música de las esferas, el árbol de la vida.