Imaginación creadora – Transformación a través de la percepción

Libro de Henri Corbin sobre el maestro sufí Ibn Arabi

Imaginación creadora – Transformación a través de la percepción

El investigador francés Henri Corbin se ha ocupado, en numerosas publicaciones, de la mística del Islam. Una de sus grandes obras es L’imagination créatrice dans le soufism d’Ibn ‘Arabi (La imaginación creadora en el Sufismo de Ibn Arabi)[i].  Esta obra representa su intento de  «entender», desde dentro, los pensamientos de Ibn Arabi (1165-1240), uno de los profesores más importantes del sufismo. La única manera de entenderlo es convertirse, por un momento, en su discípulo, acercarse a él como él mismo se acercó a muchos maestros del sufismo. Por un momento[ii], tratemos de compartir su espiritualidad con él.

En general, esta reseña del Libro de Corbin, se limita esencialmente a exponer algunos aspectos de su contenido. Se trata de un potencial de consciencia a la espera de su desarrollo. En la actualidad, Ibn Arabi, que ha ejercido una enorme influencia sobre la mística del Islam, comienza a adquirir relevancia más allá de las fronteras religiosas. Se trata de comprender y experimentar la Verdad.

¡El libro de Corbin, en un lenguaje moderno, abre horizontes internos de una profundidad y un alcance impresionantes!

La percepción del exterior de las cosas, y la necesidad de estudiarlas, inspiró la cooperación mundial entre científicos naturales. De manera similar, la percepción de los mundos interiores de la vida podría conducir a una cooperación de personas que exploran las dimensiones psíquicas.

La imaginación creadora, la herramienta para ello, no es nueva. Sin embargo, en los últimos siglos ha pasado a segundo plano y ha sido olvidada o descalificada en comparación con el deseo de descifrar el mundo material. En la época del Renacimiento, la imaginación creadora estaba presente en Europa occidental. Corbin nos recuerda a Jakob Böhme, J.G. Gichtel, Valentin Weigel, Swedenborg y a otros, afirmando que los sucesores de Ibn  Arabi  se habrían llevado muy bien con el círculo que se reunía alrededor de Johann Valentin Andreae (en el que se formaron los tres manifiestos Rosacruces, 1614-1616)[iii]. En el último siglo, el interés por la imaginación creadora comenzó a reavivarse[iv].

Sobre la estructura de la realidad

Percibir, significa participar en la realidad, y lo que percibimos, siempre es nuestra realidad. Ibn Arabi señala, de acuerdo con las enseñanzas intrínsecas de todas las religiones, que hay tres niveles de realidad que son radicalmente diferentes (y que, de hecho, solo el nivel más elevado merece el título de realidad inmutable).

Conocemos el mundo visible que es accesible a nuestros sentidos y a los instrumentos científicos que diseñamos. Además, como su polo de poder, existe el mundo espiritual divino de las ideas puras, de las que parten impulsos creadores. Y entre las dos esferas está el mundo espiritual. Es una sustancia sutil en la que las imágenes de las ideas divinas se presentan como formas arquetípicas. El mundo espiritual está poblado de muchas maneras. Sus criaturas también son creadoras: crean la forma en nuestro mundo y alimentan sus impulsos en las formas así creadas.

La percepción imaginativa se centra en este plano medio de la realidad. Desde allí se forman también los órganos necesarios para percibirla. En el ser humano están presentes los tres niveles de realidad, aunque solo uno de ellos se haya desarrollado completamente. Una vez que los ojos se abran a la imaginación creadora, se habrá dado un paso adelante. Se está abriendo otra esfera de realidad. Al mismo tiempo, se acerca el sentido de la existencia, porque, como Ibn Arabi y muchos otros indican, nuestro mundo se está desarrollando desde el interior[v]. Ibn Arabi compara nuestro mundo con un libro que ha caído del cielo[vi].  Solo desde allí el contenido del libro puede ser descifrado de la manera correcta.

 

Sobre el Creatividad

Sin embargo, la imaginación creadora va más allá de la percepción y el reconocimiento. Es «creadora», porque a través de ella los entornos interiores reciben impulsos, son revividos y fertilizados. El perceptor y lo percibido se impregnan y se transforman unos en otros. El perceptor adquiere una nueva forma espiritual, a la que pertenecen los nuevos órganos de la imaginación[vii].

Según Ibn Arabi, la Creación es un proceso interminable[viii]. En cada momento, la divinidad saca a la luz su potencial desde el nivel más elevado de la realidad. Y lo hace usando su propia imaginación, la imaginación divina, el poder divino de la concepción. El nivel más elevado está formado por los «nombres divinos», es decir, las cualidades e ideas divinas. Son elementos vivientes de la divinidad y en ellos vive la necesidad de manifestarse, de presentarse en formas físicas. Por lo tanto, se manifiestan en los reinos psíquicos de la materia sutil como entidades inmortales. Ibn ‘Arabi’ también llama a estos reinos intermedios ‘La Nube’[ix].

Este proceso genera entidades inmortales, «absolutas»[x], que a su vez producen imágenes propias, porque la imaginación está en su propia naturaleza desde el nacimiento. Así es como se forma el mundo denso y cristalizado en el que vivimos. Cada especie de plantas y animales y cada uno de los seres humanos son el reflejo de una individualidad inmortal, y esta, a su vez, es el reflejo de un nombre divino. Esto significa que cada ser humano tiene una profundidad trascendental que se extiende a los reinos del alma y más allá (en una segunda etapa), a los reinos de lo espiritual-divino. Ibn Arabi afirma que cada persona, en el fondo de sí mismo, tiene su propio «Espíritu Santo», su «Señor personal», su propia relación directa con lo espiritual-divino[xi], su “ángel del conocimiento y de la revelación»[xii].

Toda la búsqueda de conocimiento de la humanidad se basa en esta dimensión oculta en él, en este «cielo interior». El aspecto trascendente del individuo se proyecta en el ser humano mortal y lo impulsa a buscar la perfección latente dentro de él. Así como hay infinitos nombres divinos, cualidades divinas, hay innumerables diferencias en las formas individuales y personales de los seres humanos. Y debido a las acciones humanas, estas diferencias se multiplican hasta el infinito.

Podemos percibir a las criaturas de la naturaleza (incluyéndonos  nosotros mismos), como meros seres naturales, ignorando así la dimensión trascendental de la existencia de estas criaturas y de nuestra propia existencia. Percibimos la forma externa como el único aspecto de su existencia y, con eso, su mundo interior psíquico permanece oculto para nosotros. Según Corbin, estamos atrapados en la trampa de la idolatría[xiii]. Entonces, consideramos la imaginación mera fantasía, confundiendo lo imaginativo con lo imaginario, con algo que es claramente ideal[xiv].

Sin embargo, quien permite que emerja la imaginación creadora, entra en un proceso de nacimiento espiritual en el que todo lo que percibe se revela en su interior. Simultáneamente, se revela el origen de la imaginación, basado en la existencia de la imaginación divina y creadora que está orientada hacia abajo, hacia los reinos de la materia densa y de la materia sutil. Puede (y quiere), generar un eco, una respuesta en la consciencia humana. El eco correcto es responder al descenso divino con una elevación interior. Y esto ocurre a través de las mismas fuerzas por las que desciende lo divino[xv].

Pero, quien permite que emerja la imaginación creativa, entra en un proceso de nacimiento psíquico en el que todo lo que perciben revela su lado interno. Simultáneamente, se revela el origen de la imaginación. Se basa en la imaginación divina y creativa, que está dirigida hacia abajo, hacia los reinos de la «materia gruesa» y la «materia sutil». Puede (y quiere), provocar un eco, una respuesta dentro de la mente humana. Y el eco «correcto» es responder al descenso divino con un ascenso interior – que, a su vez, sucede a través del mismo poder por el que desciende el divino. [15]

Las energías creadoras, a través de las cuales se promueve la imaginación creadora, se concentran en el corazón. En cierto modo, el corazón desarrolla un conjunto de “ojos psíquicos”, inspirando un vínculo entre comprensión y amor[xvi].

 

Sobre lo simbólico

Entonces, nuestro mundo aparece como una «representación pura», como un símbolo. Este símbolo remite a su origen trascendente y se convierte en una infinidad de «sombras luminiscentes»; sombras que testimonian de la luz que las crea[xvii].  Todo lo que está vivo ante los ojos externos es transformado en símbolo[xviii] por la imaginación creadora, como una maravilla inspiradora.

Eso incluye a los propios seres humanos. La revelación más importante revelada a un ser humano por la imaginación creadora, es percibir con los sentidos y sentir con los sentimientos al «otro divino» que hay en él, su Señor interior[xix].  Es el contrapunto de nuestra existencia mortal. Corbin, una y otra vez, insiste en la visión de Ibn Arabi de que este «opuesto complementario» del ser humano “nunca encarna”. Nunca asume la forma física de «carne y sangre», permaneciendo siempre la prefiguración, cuya intención es generar una imagen cada vez mejor de sí misma. Llama a la imagen, es decir, al ser humano, a la resurrección en los reinos «celestiales» sutiles[xx]. Sin embargo, también en este caso se mantiene la dualidad, y el nombre divino se manifiesta ahora en el mundo espiritual.

Ibn Arabi describe el modo en que el ser humano encuentra su realización en la percepción y el reconocimiento de su Señor interior y de entrar en “su paraíso”[xxi]. Aclara que los nuevos ojos, los órganos de la imaginación creadora, son en realidad los ojos del Dios interior[xxii].

La lectura del libro de Henri Corbin no es fácil, pero solo por el hecho de intentar captar los pensamientos de Ibn Arabi, este libro ya desencadena un proceso interno en nosotros. La mente racional, por sí sola, no puede verificar las afirmaciones de Ibn Arabi; para ello, es necesario que algo más profundo despierte. Siguiendo el camino de Ibn Arabi, Corbin sigue siendo un investigador que, con un lenguaje claro, esboza los contornos de una verdad multidimensional. Su libro, de acuerdo con las circunstancias de los tiempos actuales, es un estímulo para seguir un camino espiritual con responsabilidad.

 


[i] Publicada en París en 1958, la traducción inglesa se publicó en Princeton, EE.UU., en 1969

[ii] Henri Corbin, L’imagination créatrice dans le soufism d’Ibn ’Arabi, p. 28 (en la versión inglesa p. 5)

[iii] Ibídem, Págs.113, 195 y con respecto a los rosacruces p.37 en versión francesa;  y en versión inglesa págs. 92, 181 y con respecto a los rosacruces p.15

[iv] Escritores como Rudolf Steiner, Jan van Rijckenborgh, C.G. Jung y otros se han ocupado intensamente de ello. Inclúyase también a Gary Lachman, Lost Knowledge of the Imagination (Conocimiento perdido de la imaginación), Edimburgo 2017

[v] Ibídem, p.194 (en inglés p. 180)

[vi] Ibídem, p. 48 (en inglés p. 28)

[vii] Ibídem, p. 196 (en inglés p. 182)

[viii] Ibídem, p. 111 (en inglés p. 91)

[ix] Ibídem, p. 200 (en inglés p. 185)

[x] Ibídem, p. 34 (en inglés p. 12)

[xi] Ibídem, p. 39 (en inglés p. 18)

[xii] Ibídem, p. 42, 55, 74-82 (en inglés p. 21 y sig., 34 y sig., 54-62)

[xiii] Ibídem, p. 202 (en inglés p. 187)

[xiv] Ibídem, p. 209 (en inglés p. 194)

[xv] Ibídem, p. 203 (en inglés p. 188)

[xvi] Ibídem, p. 119 (en inglés p. 98 y siguientes)

[xvii] Ibídem, p. 210 (en inglés p. 191 y siguientes)

[xviii] Ibídem, p. 101 (en inglés p. 80)

[xix] Ibídem, p. 102 (en inglés p. 81)

[xx] Ibídem, p. 105 (en inglés p. 84)

[xxi] Ibídem, p. 150 (inglés: p. 132), también en el artículo titulado Encuentro eterno entre Rosacruces y Sufíes (p. 64)

[xxii] Ibídem, p. 168 (inglés p. 151); También la cita del amor divino (P. 74)

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Fecha: noviembre 5, 2019
Autor: Gunter Friedrich (Germany)
Foto: Projekt Kaffeebart CCO Pixabay

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