El Misterio del Tálamo Nupcial

El Tálamo Nupcial o Cámara Nupcial, alude a la glándula pineal, la puerta a través de la cual el Espíritu desciende en la personalidad humana preparada, con el fin de celebrar las “bodas” con el alma purificada y renovada.

El Misterio del Tálamo Nupcial

En el mundo griego, el tálamo nupcial señalaba el momento en que la unión del hombre y la mujer se volvía legítima. Encontramos referencias al mismo en la “Ilíada” y en la “Odisea” de Homero; en “Las Metamorfosis” de Ovidio; en la “Eneida” de Virgilio o, por poner un último ejemplo, en Andrómaca de Eurípides (en este caso aludiendo al enfrentamiento por el tálamo, entre la esposa legítima y la concubina).

Ahora bien, ¿qué se entendía por “tálamo nupcial” en la Grecia antigua? El término alude al “himeneo”, poesía lírica en honor al dios Himeneo o Himen, que se cantaba durante la ceremonia matrimonial, en la que la novia era conducida en procesión a la casa del novio.

«(…) se celebraban bodas y festines: las novias salían de sus habitaciones y eran acompañadas por la ciudad a la luz de antorchas encendidas, oíanse repetidos cantos de himeneo, jóvenes danzantes formaban ruedos, dentro de los cuales sonaban flautas y cítaras, y las matronas admiraban el espectáculo desde los vestíbulos de las casas».

                                                                                              (Ilíada XVIII.490)

El término hacía también referencia al lugar o habitación donde eran guardados los objetos de valor de la casa y, en particular, al lecho conyugal. Resulta significativo que en el texto homérico (“Odisea”), el tálamo nupcial se nos presente como el eje central del hogar, esto es, como la base misma del matrimonio y, por ende, como la máxima representación del amor y la fidelidad matrimonial (Penélope reconoce a Ulises cuando éste le revela que había construido su tálamo nupcial con la raíz de un olivar).

En los Manuscritos de Nag Hammadi, relacionados con el primitivo cristianismo gnóstico, encontramos continuas referencias al “tálamo nupcial”. En concreto se pueden rastrear al menos 36 menciones, repartidas en 7 documentos:  “Tratado Tripartita”, “Evangelio de Tomás”, “Evangelio de Felipe”, Exégesis del Alma”, “Enseñanza Autoritativa”, “Asclepio”, “Segundo Tratado del Gran Seth”.

También en el Nuevo Testamento, encontramos una mención al tálamo nupcial. Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, y Jesús y sus discípulos estaban sentados a la mesa con “muchos publicanos y pecadores”, fueron a decirle a Jesús:

 

«¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?

Respondióles Jesús: ¿Acaso pueden ayunar los hijos de la cámara nupcial (traducido habitualmente como “los invitados a la boda”) mientras el novio está con ellos? Mientras está presente el novio, no pueden ayunar. Pero vendrá el momento en que se lleven al novio; entonces, cuando llegue ese día, ayunarán» (Mc 2:19-20).

 

Tanto la pregunta como la respuesta dada por Jesús resultan intrigantes, teniendo en cuenta que el nazareno hace referencia a una boda, al tiempo que se presenta, indirectamente, como el novio. En otras palabras, Jesús anuncia que sus discípulos no ayunan porque él mismo, el novio, está presente.

Podemos por ello suponer que la respuesta presenta un sentido esotérico.

La comparación posterior sobre que nadie echa vino nuevo en odres viejos, ni se pone un remiendo nuevo sobre una tela vieja, aclara, en parte, el sentido de tales palabras. Tanto el odre (piel preparada para guardar líquidos, especialmente, vino o aceite), como la tela, son alusiones simbólicas a la estructura psíquico-material del ser humano. Y es evidente que la vieja estructura psíquico-material no puede soportar la unión directa con el espíritu.

Para entender mejor el sentido de las palabras de Jesús, nos centraremos, en primer lugar, en el texto “Exégesis del Alma” (o “Exposición sobre el Alma”) del Códice II de la Biblioteca de Nag Hammadi, que trata del descenso del alma al mundo inferior, el abuso de la misma y la pérdida de su virginidad.

«Mientras (el alma) estaba sola con el Padre era virgen y tenía figura andrógina, pero cuando se precipitó en un cuerpo y accedió a esta vida mundana, cayó en poder de muchos bandidos personajes violentos que se la fueron pasando del uno al otro (…). Algunos abusaron de ella (…) Y se prostituyó en su propio cuerpo y lo entregó a todos, pensando que aquel al que se adhería era su esposo (…) Y (los vástagos) que ella parió de los adúlteros eran mudos, ciegos y enfermizos» (“Exposición sobre el Alma”).

Prosigue el texto señalando que el alma se lamenta de su estado y cuando se “vuelve hacia el interior, recibe un bautismo”, y queda purificada. Tal purificación del alma “consiste en recuperar (la juventud) de su primera naturaleza y regresar de nuevo” al mundo celeste. Llegado a este punto, el alma se irrita contra sí misma porque no es capaz de “engendrar un hijo por sí sola”. Entonces, el Padre le envía desde el cielo “a su esposo, que es el hermano de ella, el primogénito (…) Entonces el novio descendió hacia la novia (…) Se purificó en la cámara nupcial, la llenó de perfumes y se sentó en ella aguardando al verdadero novio”.

Puede sorprender que después de que el Padre envíe al esposo/hermano y éste se una con la novia, el alma aguarde al verdadero novio. Para entenderlo debemos comprender que el alma (andrógina), al descender al mundo material es representada por una mujer. Del mismo modo, el hermano/esposo (andrógino) al descender a la materia es simbolizado por la figura material del novio, si bien, el verdadero novio, es el Espíritu, el dios interior, que, evidentemente, carece de toda forma.

«Entonces, el novio, según el querer del Padre, descendió hasta ella y entró en la cámara nupcial ya preparada. El novio fue el adorno de la cámara nupcial».

Con la unión, como no se trata de un matrimonio carnal, el alma y el esposo (“el verdadero amante”) “se vuelven una sola vida».

Lo que el texto pone de manifiesto, de forma alegórica, son las “Bodas Alquímicas” del alma con el Espíritu.

Visto desde esta perspectiva, podemos intuir que “la cámara nupcial ya preparada”, alude a la glándula pineal, la puerta a través de la cual el Espíritu desciende en la personalidad humana preparada, con el fin de celebrar las “bodas” con el alma purificada y renovada (transmutada).

El acto mismo de entrar en la cámara nupcial con el novio es presentado como un sacramento con el que el alma se regenera a sí misma, recibe el don del rejuvenecimiento (recupera la naturaleza divina) y asciende al mundo celestial del que había descendido:

 

«Y recibió del Padre el don divino del rejuvenecimiento a fin de regresar al lugar donde se hallaba al principio.

(…) Ésta es la resurrección de entre los muertos, éste es el rescate de la cautividad, ésta es la ascensión, el camino hacia el cielo, éste es el camino que asciende hacia el Padre» (Exposición sobre el Alma).

 

En la cámara nupcial, el alma «recibió de él la simiente que consiste en el Espíritu vivificante, para engendrar de él hijos buenos y nutrirlos. Pues ésta es la magnífica y perfecta y maravilla de la generación».

Así, por las bodas alquímicas con el esposo, con el Espíritu, el alma no solo recupera su naturaleza inmortal, sino que puede engendrar y nutrir “hijos buenos”. ¿Quiénes son los hijos buenos del alma? La respuesta parece clara y evidente: las nuevas capacidades del alma, las nuevas obras y, en su expresión más elevada, el nuevo cuerpo inmortal. Por ello, en el Evangelio gnóstico de Tomás, vemos que Jesús dice:

«Cuando engendréis lo que está en vosotros, esto que tenéis os salvará, pero si no lo tenéis en vosotros, esto que no tenéis en vosotros, os dará muerte».

El Evangelio de Tomás, recoge también la cita sobre el ayuno y la relaciona claramente con la cámara nupcial: «Solo cuando el esposo salga de la cámara nupcial, entonces ¡que se ayune y que se ore!». Dando a entender que, si el Espíritu no está presente, el ser humano está obligado a ayunar y a rezar, pues no dispone de alimento espiritual, pero que quienes ya han celebrado las bodas con el Espíritu, no ayunan, pues reciben de continuo los alimentos santos, las radiaciones que nutren el alma y el nuevo cuerpo.

 

Print Friendly, PDF & Email

Compartir este artículo

Publicar información

Fecha: febrero 14, 2021
Autor: Jesús Zatón (Spain)

Imagen destacada:

Relacionado: