Lo que vemos y sentimos no es todo, hay algo detrás o por encima.
Un monje zen habló con un derviche:
«Soy tan libre y desapegado que ya nunca pienso en mí mismo, solo en los demás».
El derviche respondió: «Yo soy tan objetivo que puedo mirarme como si fuera otra persona;
por eso también puedo permitirme pensar en mí mismo»[i].
Uno puede reírse y preguntarse si los dos personajes están todavía en sus cabales o si su iluminación les ha alejado de la vida cotidianas, o si solo intentan ocultar las limitaciones de su estado de consciencia tras frases ingeniosas. En cualquier caso, sus palabras son una fuente de diversión.
¿Pero no tienen razón los dos? Ambos dicen la verdad. La historia aparece en muchas variaciones con diferentes actores en una serie de contextos culturales. Por tanto, debe haber algo más, algo más profundo detrás. Ya sea el santo Buda, gordo y risueño, que enseña los koanes del zen a la gente corriente en las tabernas de la antigua China, o el rabino que sirve como personaje de referencia para el humor judío, o el santo indio que, cuando le preguntaron por qué solo tenía dos discípulos –en realidad no merecería la pena–, respondió con calma: «Algún día, algún día vendrán todos». Todos ellos miraban el mundo desde la perspectiva del forastero que guiña el ojo, que está simultáneamente en el mundo y no está en el mundo; todos ellos respondían a las preguntas de sus contemporáneos con indulgencia, alegría e incluso jovialidad. Y es natural que la gente inteligente también haya encontrado un nombre para el koan de la historia descrita al principio. Lo llaman el “Tetralema”, en referencia al dilema en el que nos encontramos cuando no sabemos qué es lo realmente correcto y cuál de las dos opciones debemos elegir.
El famoso santo indio Nagarjuna, que vivió en el siglo II y es considerado uno de los pioneros del budismo Mahayana, también ahondó en él. En su entorno el fenómeno se llama “Catuskoti”, el «cuadrado de decisión». Dice: 1) no es así, 2) tampoco es de otro modo, 3) ni es así ni no es así, y finalmente 4) no es ni así ni no es así.
Este planteamiento se puede ser como buscarle tres pies al gato o como un juego de palabras. Pero el hecho de que tales esquemas o modelos de pensamiento aparezcan en entornos culturales tan diferentes, ¿no es un indicio de una verdad sobre nuestra relación con el mundo y con nosotros mismos que se escapa de nuestra laboriosa vida cotidiana?
Lo esencial de esta visión de las cosas parece estar en la conciencia de que lo que vemos y sentimos no lo es todo, que hay algo detrás o por encima, o simplemente que hay un nivel que escapa a nuestro enfoque racionalista de la vida, que, como todos sabemos, es una ilusión.
Hay algo completamente diferente en la serenidad alegre de un resignado «y qué…» o el desparpajo de alguien que todavía puede hacer bromas sobre los demás (o sobre sí mismo) incluso en las peores situaciones. La alegría serena siempre incluye a uno mismo y es benevolente. Semejante actitud, por su parte, presupone un distanciamiento del propio yo. Después de todo, ¿Cómo podría un ego pensar tranquilamente sobre el mundo si no mira más allá del borde de su propio plato y del contenido del mismo? En ello reside el poder rompedor de la alegría, con su efecto contagioso y liberador. Goethe lo expresó en pocas palabras:
Amo al hombre alegre
entre mis invitados:
El que no puede encontrarse a sí mismo en su mejor versión
no está ciertamente entre los mejores[ii].
La alegría no se aprende, pero tampoco es innata. Está cuajada de experiencia vital y se basa en un aspecto de nuestro ser que solo se hace visible cuando apartamos un poco nuestro yo «que conoce»; incluso se podría asociar este aspecto a una dimensión espiritual. Así que se trata de algo más que de no tomarnos tan en serio a nosotros mismos.
Dicho de un modo más ambicioso: se trata de un enfoque global o como dice una voz del Este de forma mucho más sencilla:
¿Por qué eres infeliz? Porque el 99,9% de todo lo que piensas y de todo lo que haces es para ti mismo, y ahí no hay nadie. [iii].
Referencias
i] Aldinger, Marco (1992): Bewusstseinserheiterung (Sensibilización). Friburgo: Editorial Marco Aldinger. P. 76.
[ii] Goethe, Johann Wolfgang von (1982): Sprüche (Sentencias). Edición de Hamburgo, Band 1. Munich: dtv. P. 318. Traducción inglesa del autor. Rimado en el original: «Amo al hombre alegre / más entre mis invitados: / Aquel que no puede encontrarse a sí mismo en su mejor versión, / ciertamente no es de los mejores».
[iii] Wei, Wei Wu (2002): Pregúntale al Despierto: La Vía Negativa. Boulder: Sentient Publications. P. 7 Wei Wu Wei era el seudónimo de Terence James Stannus Gray (1895-1986).