“El mundo se acerca alegremente a su fin”, o “Lo que hay en el fondo del mundo”

“El mundo se acerca alegremente a su fin”, o “Lo que hay en el fondo del mundo”

En referencia al conocido aforismo «Nobel es el fin del mundo» (Nota del traductor: Alfred Nobel, quien dio nombre a los premios Nobel, fue el inventor de la dinamita) en mi juventud oí de vez en cuando la exclamación «El mundo se acerca alegremente a su fin” en un tono de voz que transmitía cierta felicidad por el incidente o acontecimiento.

En frases como la mencionada, o también en la de «esto aseguraba la alegría general», el significado suele estar relacionado con un estado asociado a la tontería, la ingenuidad o la ignorancia. A veces se considera así a los niños o incluso a los adultos que han conservado un «talante infantil».

Generalmente, entendemos la alegría como un estado de ánimo relajado. En alto alemán medio , alegría también significa claridad en el sentido de serenidad.

La serenidad es un estado del alma que sigue un camino. Dependiendo de dónde se encuentre en este camino, cambia lo que puede describirse como serenidad.

Meister Eckhart caracteriza el camino de experiencia del alma con las siguientes palabras:

Cuando el alma quiere experimentar algo, lanza una imagen y luego entra en ella.

¿Cuándo se alcanza la claridad? La claridad se caracteriza por la transparencia, por medio de la cual algo se vuelve transparente, claro, y pierde así los colores que tenía. Es posible estar en un estado de ánimo sereno cuando hay claridad. Sin embargo, cuando nos observamos a nosotros mismos, nos damos cuenta de que estamos llenos de múltiples «colores», como opiniones personales, emociones, inclinaciones, características, peculiaridades, prejuicios, etc., que, como las nubes, colorean y oscurecen una visión clara y neutral de lo que ocurre dentro y fuera de nosotros. Reconocer esto ya es un paso hacia el autoconocimiento.

Por lo general, obtenemos una visión de algo reconociendo y comprendiendo suficientemente sus características, conexiones y relaciones. Es, por tanto, el resultado de una combinación de percepción y reflexión.

Para este proceso cognitivo, aprendemos en la escuela el pensamiento lógico-lineal, analítico y racional. Así es como solemos intentar resolver nuestros problemas cotidianos en el mundo. Al hacerlo, nos mantenemos en una perspectiva dual que, a grandes rasgos, divide las cosas en buenas y malas, correctas e incorrectas. La serenidad rara vez acompaña a esta forma de luchar por la claridad, porque la claridad real no se produce de esta manera. La serenidad depende entonces de ocasiones individuales que se perciben como divertidas. Es solo una reacción emocional.

El desapego

Todo se vuelve diferente cuando empezamos a estar «por encima de las cosas». La percepción surge entonces de un modo nuevo. Se profundiza hasta el punto de que logramos cierto desapego sobre nuestras opiniones personales, emociones, inclinaciones, características, peculiaridades y también de los problemas del mundo.

Este estado también se describe en el Bhagavad Gita como ecuanimidad, un estado mental sereno y tranquilo, libre de inclinaciones y aversiones, de impulsos de atracción y repulsión. Estar en este estado mental es morar en lo divino.

Esto nos parece inimaginable hoy en día. Mientras que en la segunda mitad del siglo XX la atención se centraba cada vez más en el pensamiento objetivo, racional y científico, que consideraba los sentimientos más bien perturbadores por ser subjetivos, hoy en día las emociones se ven favorecidas cada vez más a medida que el péndulo oscila hacia el otro lado. Ya sea a través de imágenes conmovedoras, noticias cuestionables o sensacionalistas, lo principal es que se evocan emociones fuertes. Hoy en día existe el término «ciudadano enfadado» para referirse al hecho de que la indignación y la ira constantes mantienen a la gente atrapada en la dualidad, y tiene poco que ver con la ecuanimidad experimentada como un estado mental sereno y tranquilo.

En cambio, la ecuanimidad a la que se refiere el Bhagavad Gita es la actitud espiritual de una consciencia superior que observa todo en el mundo y lo acepta todo como válido en el sentido de «dejarlo ser», lo que no significa que esa persona no actúe. La ecuanimidad, desde esta perspectiva, está relacionada con el amor del que habla Pablo en el capítulo 13 de 1 Corintios. Es sufrido y bondadoso, soporta, cree y tolera todo. Todas estas características del amor surgen del deseo de comprensión y entendimiento completos de la razón, del plan en el que se basa todo.

Consciencia puente

Solo quienes están dispuestos a apartar sus pensamientos de todos los placeres terrenales y que, además, anhelan la liberación, pueden buscar lo espiritual. Solo cuando uno ha quedado exhausto corriendo en el laberinto de la existencia y se ha saciado de las experiencias que se le ofrecen de las formas más variadas dentro de Maya, germina en él la semilla del anhelo de liberación. Parece imposible que una personalidad decida tomar un camino tan radical sin un profundo anhelo de liberación, de redención.
Si vamos un poco mas lejos, la ecuanimidad solo puede, por tanto, ser vivida o, mejor aún, practicada durante toda una vida, si la persona se esfuerza por la unión con Dios. Y mientras la fe y la confianza estén presentes, puede surgir la serenidad con la que uno acepta y asume activamente su destino. Tras abandonar la identificación con la ilusión fundamental que opera en este nivel de consciencia, puede desarrollarse una consciencia puente. Se crea un espacio intermedio en el que puede intervenir un nuevo aliento, el aliento de Dios. Este aliento efectúa una transformación o metamorfosis de todo el sistema de la persona y forma en ella un nuevo cuerpo.

Y así como la educación del niño se basa en el esfuerzo, la devoción y la fe en sus capacidades, estas mismas cualidades también están relacionadas con la evolución de un cuerpo superior, la mente superior o manas superior, a través del cual el ESPÍRITU, y con él las cualidades divinas, pueden revelarse.

Esta revelación solo se produce por medio de la mente íntima, que se subordina a la facultad superior del pensamiento por una percepción clara y una voluntad libre. Así, la personalidad obtiene una posición clave, pues debe decidir constantemente si dirige su corazón y sus propósitos hacia abajo, hacia lo puramente material, o hacia arriba, hacia la esfera espiritual. Esta apertura hacia “arriba” abre el espacio del pensamiento para la nueva forma no dual de verse a sí mismo, que puede aparecer en un instante ante el horizonte espiritual. No se puede aprender. Es un don recibido por la gracia para el que también debemos abrirnos activamente.

Iluminación

Como resultado de este enfoque continuo en el ESPÍRITU, todo el sistema natural puede elevarse e incluso liberarse. Separados y liberados del apego, nos revestimos de cualidades nuevas y –desde un estado ordinario de consciencia– aparentemente divinas: paciencia infinita, compasión por todos y por todo, amor incondicional, alegría, paz espiritual, bienaventuranza y sabiduría que sobrepasa todo entendimiento, como dice la Biblia. Desde esta mentalidad de visión completa y clara del plan ESPIRITUAL que subyace a todos los acontecimientos, surge la serenidad ante las vicisitudes de la vida. Podemos entonces entenderla como el estado mental sereno y tranquilo de un ser nacido de nuevo en el Espíritu Divino. El viejo mundo ha perecido en la alegría de la renovación. En las cenizas del viejo ser, el ave fénix –el pájaro de fuego– ríe con las alas extendidas…

MIRA, ¡QUÉ SER HUMANO!

Referencias
[1] S. https://de.wikipedia.org/wiki/Heiterkeit
[2] S. Wikipedia.
[3] Bhagavadgita, capítulo 2, verse 49.

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Fecha: octubre 17, 2024
Autor: Gudrun Gwisdek (Switzerland)
Foto: stake-Bild von Ulrike Mai auf Pixabay HD

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