Cuando hablamos de curación, ¿qué es lo que realmente estamos discutiendo? Cuando un individuo está experimentando un desequilibrio en su sistema, lo que consideramos una enfermedad, entonces la curación es el proceso de devolver el sistema de nuevo al equilibrio, a través de la aplicación de medicamentos prescriptivos, terapias aplicadas o alguna forma de intervención. Sin embargo, existe otra forma de curación que implica al estado del alma del individuo; por lo tanto, al estado de ‘ser’. Es necesario lograr un equilibrio armonioso del sistema para que se pueda decir que el individuo es verdaderamente ‘curado’.
El ser humano individual
Puede ser que un individuo experimente un desequilibrio en su vida, un desequilibrio que puede expresarse en los vehículos físicos, emocionales o psicológicos – lo que denominamos una enfermedad-, y sufre. Por lo tanto, curar esta enfermedad significa restaurar el equilibrio a través de remedios o terapias apropiadas. En el caso del cuerpo físico, podríamos emplear remedios alopáticos, como medicamentos, extractos de hierbas, etc., y para los desequilibrios psicológicos o emocionales, podríamos emplear remedios que sean más altos y más refinados en vibración, como la homeopatía o las Flores de Bach.
A través de estos medicamentos pretendemos restablecer el equilibrio del sistema y, por lo tanto, restablecer la «salud».
La sanación espiritual, o la curación a través de la transferencia de energía, es más difícil de medir o incluso de explicar desde un enfoque puramente científico. Por ejemplo, ¿la energía curativa se extrae del propio ser de los practicantes, o simplemente estos actúan como transformador o embudo de una energía universal? Tales diferencias requieren un mayor grado de percepción sensorial, pero también la comprensión de que hay formas de curación distintas a las practicadas por los médicos. Se sabe que el estado de conciencia del practicante, ya sea ortodoxo o no, tiene alguna relación con la eficacia del remedio, pero lo que se entiende menos es el papel que la «intención» del practicante juega en el proceso de curación, la transferencia de energía a través del acto de «hacer» consciente.
Sanación a través del ser
¿Qué se entiende por esta declaración y cómo se desarrolla? Por lo general, conectamos la curación con un acto consciente de «hacer». Pero hay curación que es provocada por el estado de ser de una persona.
¿Sanación involuntaria?
Cada uno de nosotros probablemente ha tenido la experiencia de que hay lugares donde nos sentimos cómodos, lugares que nos dan la sensación de armonía, equilibrio, y que cuando pasamos tiempo allí, la ‘naturaleza’ nos revitaliza. También puede ser que hayamos experimentado una ubicación física, cuya «vibración» sentimos, que tiene un efecto curativo en nosotros. Es como si la vibración, la energía de tal lugar llenase algo que falta dentro de nosotros, nos completase, nos hiciese sentir enteros. Pero, por supuesto, no hay nadie presente que tenga la intención consciente de curarnos. Es simplemente una experiencia en que todo nuestro ser resuena con la vibración de tal lugar. Respiramos esa atmósfera, como dicen.
Lo mismo puede decirse cuando pasamos tiempo con nuestros amigos. Nos sintonizamos unos con otros, sin querer; y, cuando nos separamos, nos vamos con una sensación de alegría, de haber sido revitalizados.
En la naturaleza, la vibración armoniosa es casi evidente, ya que es parte de su propio ser. Sin embargo, que una persona esté en un estado armonioso de vibración depende de su estado de ser, que a su vez está determinado por la conciencia.
Nuestro estado de conciencia influye en cómo pensamos y sentimos. Nuestros pensamientos y sentimientos deciden cómo actuamos. Y de nuestras acciones surgen nuestra vida y nuestro ser. Así, nuestra conciencia crea nuestra vida y, por la vida que llevamos, nuestro estado de ser se vuelve claro.
A medida que la conciencia de un individuo crece, su estado de ser también eleva su vibración y, en consecuencia, vemos el correspondiente aumento en la vibración de su cuerpo etérico. Ahora bien, si una persona está enferma, su cuerpo etérico carece de armonía, está desequilibrada. Si esta persona entra en contacto con un individuo cuyo sistema está en estado de armonía, entonces puede producirse una transferencia de éteres sanos, y la persona enferma puede experimentar un efecto curativo.
Esto puede suceder sin ninguna intención consciente de ninguna de las dos partes. Se puede comparar con la actividad del Sol, que irradia sobre toda la vida, independientemente del estado de ser de qué o quién lo recibe, y, por lo tanto, hace posible toda la vida. Un cuerpo etérico sano también irradiará armonía a su alrededor, y un cuerpo etérico que está desequilibrado atraerá automáticamente aquello que le falta, en otras palabras, éteres sanos.
Ningún hombre es una isla para sí mismo
Así como el Sol irradia impersonalmente sobre toda la vida y, por lo tanto, lo abarca todo, de la misma manera las personas también interactúan entre sí, incluso cuando no entran en contacto físico. La vida del ser humano no se caracteriza realmente por un estado de separación, sino que estamos invariablemente unidos entre nosotros y todo lo que nos rodea a través de una red invisible de vibraciones. El autor alemán Joerg Starckmuth describió maravillosamente esta situación -cómo la conciencia crea el mundo-, en su libro ‘Die Entstehung der Realitaet’ (La creación de la realidad).
«La visión del mundo de la conciencia creativa contradice nuestra lógica intuitiva. Esto se debe al hecho de que nuestra mente está profundamente arraigada en la idea -creada por sí misma- de que los seres humanos somos individuos separados, en gran medida independientes. […]
Sin embargo, no somos autónomos solitarios de la creación. Dondequiera que las personas se relacionen entre sí, son un equipo de creación establecido. Para ser más precisos, incluso el término «equipo» todavía está demasiado arraigado en la idea de individuos separados. La respuesta a la pregunta de qué conciencia «prevalecerá» en un grupo es siempre: la conjunta. […]
A partir de su ego, limitado por la ilusión de separación, un individuo no puede crear nuevas corrientes significativas en la conciencia colectiva. Sin embargo, cuanto más expanden su marco de conciencia y se abren a estar conectados con todo, mayor será su radio de cambio. […]
Se puede pensar en la humanidad como una red de puntos, donde cada punto está conectado con otros que experimentan realidades similares.
También podemos encontrar la analogía de la “conexión de todas las personas” en las historias hindúes y budistas de la red del Dios Indra, en la que cada nudo, cada individuo, se representa como una joya pulida. Este «estar unidos» significa que asumimos nuestra parte de responsabilidad por el todo asumiendo la responsabilidad de nuestro estado de ser, de nuestro estado vibratorio, ya que este evoca una resonancia en otras personas. De esta manera creamos la realidad, seamos conscientes de ella o no.
Deber y responsabilidad
Joerg Starckmuth lleva esta «conectividad» un paso más allá cuando dice:
«En algún momento, un individuo llega así a una región en la que todos los puntos deambulan en la misma dirección. El individuo se ha convertido en parte de una corriente colectiva. Básicamente está siendo arrastrado por la corriente de la vida, y toda su realidad circundante, incluyendo a todos sus semejantes, a realizar el proceso y avanzar en él. […]
Se llegará a este estado, cuando el ego separador pierda su sentido (aparente) y la conciencia se alinee y se orqueste con la unidad de todo Ser.’
Podemos hacernos la pregunta: ¿tenemos el poder de alinear nuestra conciencia con la Unidad del Todo? Este estado solo se puede alcanzar cuando el «ego separador pierda su razón de ser». ¿Cómo lograría esto el ego?
Este camino emana de un deber y una responsabilidad que, desde nuestra propia capacidad interior, no podemos entender o esperar cumplir plenamente, siempre y cuando nos acerquemos a tal camino solo con los recursos del ego. Entonces, ¿cómo podemos experimentar esta unidad?
Anteriormente, hemos tocado el estado de ser del hombre y hemos hablado de cómo este está determinado, en gran medida, por su estado de conciencia. Tenemos que aceptar que hay muchos factores e influencias diferentes que determinan este estado de conciencia, uno de los cuales la filosofía rosicruciana lo describe como la implicación de la ‘Rosa del Corazón’. Esta ‘Rosa’ es ante todo un principio espiritual latente que se encuentra en el corazón del ser humano. Aunque no esté completamente activo, sin embargo vibra, agitando la vibración fundamental del ‘yo’. Esta vibración de la Rosa, esta fragancia de la Rosa, será sentida por el ego como un anhelo de volver a sus orígenes espirituales. Si reaccionamos positivamente a ella, si permitimos que este anhelo crezca, impactará y afectará nuestra conciencia y, por lo tanto, nuestro estado de ser. Gradualmente, a través de un proceso de este tipo, el ego renunciará a su preeminencia, y una nueva vibración superior penetrará el estado de ser; una nueva armonía con todo y con todos se hará presente en el sistema. Así, el estado de ser entra en un nuevo “reino de salud”.
Radiación de la curación
Tal transformación vibratoria, tal transfiguración, tiene consecuencias infinitas. Estamos ante la posibilidad de una profunda transformación de nuestro ser, una transfiguración en un nuevo estado de vibración que impactará, no solo en nosotros mismos y en nuestro prójimo, sino también en nuestro planeta y en toda la vida que sustenta. Comenzará un verdadero proceso de curación. Esto es, un proceso de sintonización con un estado de conciencia que una vez más conectará al hombre con los orígenes espirituales perdidos en el principio de los tiempos.
La Rosa del Corazón es un principio espiritual divino, cuya vibración no puede sino reflejar la divinidad de su origen y, fundamentalmente, es una con la Conciencia Universal. Cuando sentimos esta actividad de la Rosa, este anhelo en nuestros corazones, entonces nuestro ser experimentará el impulso de cambiar, nuestra conciencia se centrará en cumplir este anhelo. Y cuantas más personas sean conscientes del principio de vibración que vive en sus corazones y sigan su guía, la red del Dios Indra alcanzará una cualidad más alta y preciosa. La salud no solo se restaura en las joyas de la red, sino también en la propia red.
Con nuestro actual pensamiento limitado, no es posible predecir lo que tal transformación hacia una conciencia universal podría significar para nosotros. Pero podemos experimentar una fusión gradual con esta Unidad Universal. De esta manera, ser cada vez más conscientes de nuestro deber final como humanidad, cuya conciencia posea una elevada armonía vibratoria, el retorno a la verdadera «salud».
Acabamos con un pensamiento de Rumi:
“La Noche…
Cae la noche y el hombre duerme como un pez en aguas negras. Luego el día.
Algunos recogen sus herramientas, otros se convierten en la herramienta”.