(Viene de la Parte 1)
La crisis y la oportunidad
A.P.: Hablamos del despertar, y eso no es algo que afecte a una o dos personas, sino a la humanidad misma. Junto a usted, me gustaría echar un vistazo a la crisis con la que nos enfrentamos en todo el mundo y a lo que se llama la «crisis del coronavirus». Vivimos una época de crisis; por ello siento que también se trata de prestar atención a la motivación: “Mira hacia dónde vas”.
K.B.: Sí, absolutamente. Conocemos la palabra corona también como la “corona solaris”, la corona del sol. Cuando tenemos un eclipse solar, es decir, la Luna está directamente frente al Sol y el Sol se oscurece, entonces podemos ver los vientos solares alrededor de esta sombra. Estos vientos solares se llaman corona, corona solar. Esto puede verse como una expresión simbólica para nosotros mismos. En lo profundo de nosotros hay una especie de sol y debemos llevar su corona. Y esta corona del sol entonces también brilla desde nuestra mente. Si todo va bien con nosotros, entonces irradia desde nosotros, es decir, es un sol que irradia invisiblemente y que puede extenderse por el mundo a través de nosotros.
Y estas tantas medidas coercitivas, adoptadas por los gobiernos del mundo entero, pueden representar una posibilidad para que la gente vuelva en sí, para que todos lleguemos al silencio, al descanso; podemos dejar ir esta increíble vida que siempre está latiendo justo al borde del agotamiento.
Puede verse como un agotamiento límite al que gran parte de la humanidad es impulsada por nuestra civilización: por la sobreproducción, la violencia contra los reinos animales, contra el reino vegetal… y ahora surge algo que dice: ¡basta! Y eso podría ser un pequeño truco, una especie de broma del universo: un pequeño virus tiene que ayudar a la humanidad a reducir la velocidad. La idea de infección por microbios y similares es una falsa doctrina, una superstición científica pseudorreligiosa de los tiempos modernos, que se ha desarrollado aproximadamente durante los últimos 120 años. Creo que no existe tal cosa como el contagio en el sentido habitual. De lo contrario, ya no habría vida en nuestro planeta. Hay virus, hay bacterias y están asociadas a enfermedades. En mi opinión, desde un punto de vista holístico razonablemente coherente, todas las enfermedades, especialmente las agudas, no son más que procesos de depuración, catarros, como bien decían los antiguos, es decir, procesos de purificación. Los microbios, la pequeña vida, son ayudantes en este desarrollo.
Pero aparentemente todo esto es justo lo necesario para que podamos volver a nosotros mismos, para tomar conciencia de nosotros mismos. Y podamos preguntarnos: “¿A quién sirve el virus?” En cualquier caso, es bueno para la naturaleza. Sirve a la naturaleza, es decir, cuando todo se ha detenido, cuando no vuelan los aviones, cuando los barcos permanecen en el puerto, cuando los automóviles se han utilizado al mínimo, a los pocos días ya hemos notado el tipo de regeneración que ha significado para nuestro espacio vital, es decir, para la naturaleza. El cielo estaba más claro que nunca, en Venecia los peces nadaban en los canales y había delfines en los puertos del Adriático. Eso es exactamente de lo que ahora podemos darnos cuenta, que la forma en que vivimos va en contra de todo el planeta. Estamos enfermos como seres humanos, como especie, y por eso enfermamos a nuestro planeta. Y aquellos que se han vuelto un poco más conscientes, realmente disfrutaron de este tiempo de encierro, porque de repente se sintió una gran calma y silencio a su alrededor.
Sospecho que ahora es el momento de un nuevo comienzo. Un tiempo que ha sido anunciado a la gente por todos los grandes de los últimos decenios y del siglo pasado, es decir, un tiempo de grandes cambios y de grandes oportunidades para la recuperación tanto individual como colectiva.
El poder reside en lo simple
A.P.: Al comienzo del confinamiento nos enfrentamos a un estado de “menos” que muchos estaban felices de aceptar, una vez que gran parte del mundo exterior simplemente se había reducido. Y ahora el giro en esta dirección debe proceder de nosotros mismos. Por lo tanto, ahora tenemos que conquistar la libertad de profundizar en lo que nos fue dado al principio, porque lo exterior se ha desvanecido. Es decir, que el aspecto espiritual se convierte realmente en el líder y la personalidad exterior, como una cualidad del alma, encaja en este nuevo orden.
K.B.: Ahora podríamos experimentar el comienzo de un proceso de recuperación, y luego probablemente continuará en oleadas. Puede imaginarlo de esta manera: estuvimos encerrados durante tres meses, y ahora lo que nos perdimos se ha acumulado y la gente está agitada nuevamente; luego podría llegar otra fase en la que la humanidad se hundirá más y simplemente encontrará un camino de regreso a la medida natural de las cosas. La medida natural de todas las cosas es la salud en el mundo exterior. Nuestra alma tiene que entender que todo esto no es casual. Tenemos que entender que todo lo que está pasando ahora es una fase de recuperación para la humanidad.
A.P.: Otra cita de Paracelso: «La razón más elevada de la medicina es el amor«. ¿Qué podemos imaginar en estas palabras?
K.B.: El amor es la ley natural y universal de la vida. Todos los procesos curativos posibles comienzan con este amor universal. Y el amor es alegría, la hermosa chispa de los dioses, que puede nacer de nuestros corazones y que no quiere ser más que una pequeña llama que derrite la cera de una vela. Esta cera es nuestra alma, se podría decir; esta cera puede derretirse, puede ser el alimento para la luz. Y esa luz, que es el amor, es el remedio.
Cuando miramos los árboles, cuando miramos la naturaleza y experimentamos las cosas que nos rodean, la multitud de pájaros que cantan…, entonces podemos sentir que ello es una expresión de la vida que late continuamente y que solo puede provenir desde el único poder, y que ese poder es el aliento universal. Otra palabra para lo mismo es amor, amor universal, que todo lo abarca. Todos los procesos de curación deben entenderse desde esta perspectiva. En este sentido es muy fácil entender lo que quiere decir Paracelso cuando afirma que la razón de ser de la medicina es el amor. Esa es la divinidad, la razón de la medicina.
Morir para vivir
A.P.: En este sentido la divinidad nos lleva una y otra vez al proceso de transformación; una expresión de ello podríamos verlo en lo que Paracelso -y esta es la última pregunta ahora- dejó escrito para su lápida: Vitam cum morte mutavit : “Transformó la vida con la muerte”. ¿Otro breve comentario sobre esto?
K.B.: Cuando la vida universal comienza a florecer en mí, entonces puedo descartar el «atributo». A continuación, el cuerpo se retira como quien se quita un pesado abrigo de invierno al entrar en un apartamento luminoso y acogedor. Sobre la vida de Paracelso, se podría decir que dejó su viejo y pesado traje de combate, abordó los últimos días de su vida de forma absolutamente consciente, supo de su pronta partida, de que su misión estaba cumplida y redactó su testamento unos días antes en la posada de Salzburgo «Zum weißen Roß» (El Caballo Blanco), en presencia de siete testigos. Luego se rindió a su destino, que se cree que fue una muerte violenta. Pero sabía que tenía que ser así, para el ulterior cumplimiento de la voluntad universal.