Los pensamientos fluyen a través de mí como un flujo constante de colores, sonidos y formas. ¿Soy yo la creadora de estos pensamientos?
Mientras me siento y observo, veo los pensamientos fluyendo a través de mí. No soy yo la que inicia el pensamiento y, sin embargo, sigue sucediendo como si estuviera fuera de mí misma. No soy la pensadora, ¡pero el pensamiento surge de todos modos! Y a medida que los pensamientos fluyen y fluyen, capto un pensamiento que parece más importante que los demás. Lo llamo «mi pensamiento». Me considero su creadora. Me enorgullezco de su influencia. Me siento herida cuando es malinterpretado. Me identifico con él; mi pensamiento y yo nos convertimos en una unidad singular más allá de la cual no puedo ver.
Llamo a otros pensamientos “sus pensamientos” y me opongo apasionadamente a ellos. Veo cómo estos pensamientos van construyendo un muro cada vez más firme entre nosotros.
Observo los pensamientos de mis ancestros, los llamo «mi pasado». Los culpo por mi dolor interior pero también me enorgullezco de mi historia.
Leo y oigo pensamientos de grandes pensadores. Cincelo mi intelecto de acuerdo a sus modelos. Pienso en ellos y pienso en sus pensamientos.
Escucho a mis amigos, considero sus opiniones, me posiciono renovando siempre mi relación con ellos. Descubrimos patrones y clasificaciones para los conceptos que tenemos en común, y siempre estamos ocupados adaptando y reestructurando el edificio-pensamiento -ese edificio que llamamos nuestra identidad. Las paredes de este edificio se vuelven cada vez más fuertes y la habitación en la que me encuentro se hace cada vez más pequeña. Este edificio se convierte en mi realidad.
Mientras me siento en silencio y observo, apenas puedo ver algo detrás de estas paredes. Observo los pensamientos que llamo «míos» o «tuyos», «buenos» o «malos», «importantes» o «triviales», y cuanto más los fijo, más firmes se vuelven y más firmemente me sostienen. Y estoy sentada en la oscuridad, ignorante en medio de mi propia biblioteca mental, casi ahogándome en los innumerables conceptos e ideas que he recogido a lo largo de los años.
Mientras me siento en silencio y observo, me doy cuenta de que nada de esto soy yo, nada de esto es real, nada de esto importa.
Vuelvo de nuevo al movimiento constante que es la vida. Todo lo que he llamado «yo», con orgullo y desesperación, mi identidad tan cuidadosamente modelada, tal vez sólo sea una forma temporal en la que he decidido atraparme. Y a medida que abandono la ilusión de que estos pensamientos soy yo, los veo perder su nitidez, se vuelven más brillantes, más translúcidos.
Siempre pensé que llegaría el momento en el que dejaría de pensar, un momento de profundo hundimiento, en el que todos los pensamientos se evaporarían. Pero, sencillamente, por más que intentara ahuyentarlos, el pensar, el asumir, el identificarse, nunca se detuvieron. Nunca me detuve.
Mientras me siento en silencio y observo, me doy cuenta de que no necesito forzar que mis pensamientos desaparezcan de mi vista. Son lo que son, un flujo constante de imágenes, conceptos, explicaciones, opiniones. Pero yo no soy su creadora, solo soy su esclava. Sólo soy una observadora que contempla espontáneamente los interminables movimientos de la vida. Me siento y observo, dándome cuenta de que no puedo ser explicada por ningún concepto o lógica, que estoy más allá de cualquier opinión.
Mientras me siento en silencio y observo, ya no puedo identificarme con un pensamiento u otro. Van y vienen y ya no me importa su existencia, ya que ya no me apego a ellos, no me someten a sus limitaciones. Los dejo ir y se vuelven cada vez más ligeros, perdiendo sus formas rígidas y sus colores oscuros se iluminan. Las paredes, que antes eran duras, se transforman en nubes de luz que juegan a mi alrededor como una suave brisa.
Mientras me siento en silencio y observo, veo como el edificio-pensamiento que me rodea va perdiendo gradualmente todos los contornos y, por primera vez en mucho tiempo, puedo ver de nuevo el cielo de mi propio universo interior. ¡Lejos de la identidad que había imaginado, me doy cuenta de que soy infinita!