“¡Vean la verdad y acéptenla!”
Si hay una palabra que resalta entre los psicólogos y psiquiatras que asisten a las personas que tienen problemas existenciales es: sentido. Este concepto también es fundamental para médicos, filósofos, entrenadores, profesores, mentores de jóvenes, formadores en sensibilización, etc. De hecho, se trata más de una falta de sentido. Esa es la triste realidad que subyace a muchas formas de depresión, agotamiento y sentimientos de desesperanza. Una realidad paralizante en crecimiento que se combate con millones de pastillas.
La crisis actual en el mundo refuerza esta falta de sentido hasta el punto en que uno tiene que afrontarla, pues es imposible huir de ella por más tiempo. Antes de la crisis, el sentido se reducía a ‘hacer lo que me apetece hacer’. Ahora que eso ya no resulta posible, tenemos que profundizar un poco más. ¿Qué le da sentido a mi vida si no puedo hacer lo que me apetece y tengo que quedarme literalmente conmigo mismo?
¿Qué es ese yo? No llegaríamos a ninguna parte con esta pregunta si nos quedamos atascados en la capa materialista de la vida. Entonces solo veríamos lo que el ser humano está haciendo con la materia, lo que queda de Mosul y Alepo, de la selva amazónica, los icebergs, los glaciares, etc., ¡y en el proceso, habría que esforzarse por no deprimirse por ello! La realidad material está severamente dañada y afectada por las actividades humanas. El sentido de la vida parece estar completamente perdido.
Pero vamos, no seamos pesimistas, en todas partes hay gente inspirada que está ocupada deteniendo la violencia y la destrucción, reconstruyendo el mundo, concientizando a los demás seres humanos y ayudando. Para estas personas, la falta de sentido no es un problema, dan sentido a sus vidas en el plano material.
Bueno, dicen las personas que tienen los pies bien puestos en la tierra y se lanzan a trapear con el grifo abierto, y efectivamente, el trapeado debe continuar. El ser humano, para su existencia, depende de la materia, de la naturaleza que seguirá dándole vida si le damos la oportunidad de hacerlo. Hay suficiente sentido común. Pero aún así… véase el primer párrafo de este artículo.
El filósofo/psicólogo Lawrence Jacobs lo explica más o menos así:
En un nivel más profundo, la conciencia subyacente se ha quemado. Ahí es donde hay que mirar, no centrarse en los síntomas. Es hora de un cambio de paradigma: la visión del mundo en la que el problema está fuera de nosotros, se convierte en la constatación: somos un todo. Admitir el vacío existencial provoca un trauma. Puedes superarlo y buscar tus valores como ser humano desde adentro. ¡Detrás del miedo está la libertad! Ya no pegando una tirita adhesiva distractora tras otra en la herida interior, sino dándonos cuenta de que estamos experimentando una gran transición hacia la fuente de la felicidad, la inspiración fundamental dentro de nosotros.
El psicólogo estadounidense Abraham Maslow, en su obra: Una teoría sobre la motivación humana, presenta un esquema en forma de pirámide para indicar la jerarquía de las necesidades humanas, en qué orden se deben satisfacer las necesidades humanas para poder dar el siguiente paso. De abajo hacia arriba se ven: necesidades físicas, necesidad de seguridad y protección, necesidad de contacto social, reconocimiento y aprecio y en la parte superior: autorrealización.
Pirámide de Maslow: jerarquía de necesidades. (4)
Pero la pirámide que se muestra aquí tiene algo especial: hay otra pirámide con la punta hacia abajo, llamada sentido. Las dos puntas apenas se tocan, pero da la impresión de que el sentido viene «de arriba». Parece como si fuera algo que se le puede otorgar a los seres humanos desde arriba, no algo que el hombre mismo pueda buscar en el mundo material que lo rodea, como el reconocimiento, el aprecio, el contacto social y la seguridad. Es, como se expresa en la imagen, algo que está más allá de todas esas necesidades terrenales; parece ser un don del alma, que puede conectarse con el ser humano que es receptivo a él.
Esta pirámide invertida recuerda al cráter del texto de Hermes Trismegistos, el recipiente divino de mezcla que, lleno de las fuerzas de la Gnosis, es enviado para instar al ser humano a sumergirse en él, al ser humano que sabe para qué fue creado. Saber para qué fuiste creado es experimentar el sentido.
El ‘cráter’, el recipiente de mezcla divino. [1]
Volvamos a Jacobs por un momento: admitir el vacío existencial es traumatizante. Puedes superar eso y buscar tus valores como ser humano desde adentro hacia afuera. Darte cuenta de que estamos en una gran transición hacia la fuente de la felicidad, la inspiración fundamental dentro de nosotros.
¿Cuál es entonces ese valor interior como ser humano? Esta es la pregunta esencial; ahí, aparentemente, está el comienzo de la gran transición.
El autoconocimiento ayudaría mucho. ¿Qué es mi ego, cuáles son mis temores, qué es mi alma, cómo funcionan mis deseos, cuál es mi razón de existir?
La siguiente gran ayuda es comprender la grandeza del potencial humano. Si damos un paso más, hacia el reino anterior a la formación de la materia, empezamos a comprender que cada pensamiento, cada sentimiento es una creación que tú agregas al mundo. Si dejas que esta imagen penetre en ti, puede ser una gran revelación, porque ¿qué está creando la humanidad, qué está creando en este momento el ser humano que tienes frente a ti y qué te gustaría crear? ¿A qué clase de mundo aspiras? Surge una nostalgia, un vago recuerdo de una vida mucho más amplia, llena de alma, llena de luz y alegría, de una armonía infinita. [2]
Tu alma, sí, la inspiración que te hace vivir, quieres alimentarla, de lo contrario permanecerá dormida y seguirás sufriendo el vacío. Puedes alimentar el alma con pensamientos puros, con belleza, con el cielo que está presente en ti, con la sabiduría de todos los tiempos, pero sobre todo -y esto es lo más importante, lo liberador- con el amor al prójimo. Con servicio en olvido de uno mismo, por decirlo a la antigua. Entonces, el yo no tiene oportunidad, te pierdes en el servicio al prójimo y construyes un lugar de luz y consuelo en ti mismo y, por lo tanto, en el mundo. Esa es una luz que puede ser encontrada por otros seres humanos.
¿Qué pasa con la limpieza? Sí, eso también es parte de esto, solo que también incluye la conciencia. La tierra es la escuela de formación para nosotros los humanos, no es el destino final. Si ese es tu punto de partida, entonces puedes concentrarte en la ayuda no material en forma de creación de un campo de luz. Por amor al prójimo, a todos los seres humanos, sin excepción, entonces sabrás qué hacer. Cualquier condena puede ser neutralizada inmediatamente en tu mente; siempre puedes buscar el medio, la idea pura a partir de la cual se creó la existencia humana. Eso da sentido a tu vida, entonces, la levadura del amor impregna tu vida, entonces, experimentas y transmites la alegría y la paz interiores, como una atmósfera que puedes esparcir a tu alrededor.
Marsilio Ficino, el filósofo renacentista, dice en una de sus cartas:
Entonces, ¿qué podemos hacer para recuperar fuerzas y volver a estar vigilantes? Inmediatamente tendremos que girar nuestras vidas en la dirección opuesta. Lo que hemos aprendido de los muchos, debemos desaprenderlo, porque con lo que hemos aprendido, también hemos aprendido a malinterpretarnos constantemente a nosotros mismos. Lo que no hemos aprendido, tendremos que aprenderlo, porque mientras esa ignorancia permanezca con nosotros, no podemos conocernos a nosotros mismos. (…)
En la medida en que nos hayamos vuelto limpios, tendremos paz; mientras tengamos paz, brillaremos. Y una vez que despertemos de nuestros sueños, finalmente volveremos al camino, radiantes en nuestra verdadera belleza. [3]
En esto radica la grandeza de las posibilidades humanas, otorgada desde lo alto como una gracia. Reconocerlo y actuar en consecuencia, ese es el sentido.
Referencias:
[1] J. van Rijckenborgh, La Gnosis Original Egipcia, Volumen 2, Cap. XXI El vaso de mezcla divino, Rozenkruis Pers, Haarlem 1983
[2] Peter Huijs, Luz perfecta, ensayos sobre la ciencia del alma. The Morning Star 2006
[3] Cartas de Marsilio Ficino, Rozenkruis Pers, Haarlem 1996
(4) La traducción de la pirámide de Maslow ha sido tomada de Wikipedia