La integración del «no»

La integración del «no»

El camino espiritual no significa el mero cultivo de nuestros ideales religiosos, sino que el camino atraviesa la oscuridad con la ayuda de la luz de nuestro corazón.

[…] hay que liberarse del «no». Uno se pregunta qué es lo que arde en el infierno. Todos los maestros responden: es la voluntad propia. Pero yo digo sinceramente que el «no» arde en el infierno. Escucha una parábola:

Tomo un carbón encendido y lo pongo en mi mano. Si ahora dijera que el carbón me quema la mano, cometería una gran injusticia. ¿Debo decir exactamente qué es lo que me quema? Es el «no», porque el carbón tiene algo que mi mano no tiene. Verás, es precisamente este «no» lo que me quema. Si mi mano tuviera todo lo que el carbón es y puede hacer, entonces yo tendría la naturaleza misma del fuego. Si alguien tomara todo el fuego que ha ardido y lo derramara sobre mi mano, no podría hacerme daño. Del mismo modo digo: porque Dios y todos los que contemplan a Dios tienen algo del estado bienaventurado en sí mismos que no tienen quienes están separados de Dios, por lo tanto este «no» atormenta al alma en el infierno más que la voluntad propia o cualquier fuego (real). Digo sinceramente: cuanto del «no» se aferra a ti, tanto más imperfecto eres. Por eso (digo): si quieres ser perfecto, entonces debes liberarte del ‘no’.¹

Estas palabras las escribió el Maestro Eckhart² en un sermón que compuso hacia el año 1311. Detrás de ellas se adivina una profunda realización. Porque no solo somos imperfectos con respecto a lo divino, sino también imperfectos respecto a nosotros mismos. En la infancia y la juventud, a través de la educación y de las influencias sociales y culturales se forman nuestras capacidades subjetivas y nuestro mundo de ideas que, con nuestras creencias, conforman nuestra autoconsciencia. Se trata, sin embargo, de un mundo subjetivo e imaginado que siempre excluye una parte de la realidad y de la vida que nos es desconocida, que no conocemos. Esto hace que, a menudo, tengamos que juzgar o rechazar lo desconocido, lo diferente, porque nos asusta. Incluso ante las cosas desagradables y dolorosas que nos hacen sufrir, solemos huir. Esto significa que el «no», todo lo que no somos, lo que desconocemos, se convierte en un obstáculo para nosotros. Porque cuanto más lo marginamos, más tensión genera dentro de  nuestro ser. Cuanto más huimos, más poder tiene lo desconocido sobre nosotros.

Solo cuando nos abrimos a lo extraño y amenazador, nos enfrentamos y aprendemos a comprenderlo, incluso a sentir una parte de ello dentro de nosotros, podemos aceptar estas fuerzas y permitir que fluyan a través nuestro. Pero, ¿cómo lograrlo? No lo lograremos por nosotros mismos. Sin embargo, en conexión con nuestro corazón y nuestra alma, podemos sentir un soporte y una ayuda que nos dan fuerzas. Esto puede convertir nuestro corazón en un gran cuenco, en el que tengan cabida todos los sentimientos, en el que se integren toda la alegría, pero también todo el sufrimiento, lo bello y lo terrible. Sobre esta base puede surgir una quietud interior. Solo quedándonos quietos en la plenitud de todas las posibilidades puede entrar lo divino, llenarnos con su esplendor y transformarse en un espacio de consciencia dentro de nosotros.

El «no», que antes ocupaba un gran lugar en nuestro ser, se llena ahora con la radiación divina. Como resultado, ya no tenemos que huir del lado oscuro del mundo, sino que la luz terrenal y la oscuridad se funden en la luz divina. El elemento amenazador queda así integrado y pierde su poder sobre nosotros. Por esta razón, el camino espiritual no significa el mero cultivo de nuestros ideales religiosos, sino que atraviesa la oscuridad con la ayuda de la luz de nuestro corazón. Precisamente observando de cerca y aceptando lo extraño, lo desagradable y lo terrible, podemos acercarnos a Dios si conseguimos dejarnos llevar por la plenitud de las experiencias, aquietarnos y, de esta manera, abrirnos a lo espiritual.

 

Referencias

1) de Mieth, Dietmar (ed.): Maestro Eckhart: Vom Atmen der Seele, (Sobre la respiración del alma), Stuttgart 2014, p. 72.

2) El Maestro Eckhart nació en Hochheim hacia 1260. A los 17 años ingresó en la orden dominica. Estudió especialmente a Agustín, Tomás de Aquino, Escoto Erígena y los neoplatónicos. En 1314, fue nombrado profesor de teología en Estrasburgo, y más tarde en Colonia y Francfort. Por la naturaleza de sus numerosos escritos y sermones se le considera entre los místicos alemanes. Hacia el final de su vida, fue acusado de herejía. Murió en 1328 en Aviñón, antes de su condena.

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Fecha: mayo 10, 2024
Autor: Sonja Vilela (Germany)
Foto: fire-Bild von Ralph auf Pixabay CCO

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