“¡Vean la verdad y acéptenla!”
El Evangelio de Felipe dice: “Mientras la raíz de la maldad está oculta, es fuerte. Pero cuando se la reconoce, se disuelve. Cuando se revela, perece. […] El hacha […] no está para cortar – lo que se corta vuelve a brotar […] La raíz del mal […] se arranca reconociéndola. Pero si la ignoramos, se arraiga en nosotros y produce su fruto en nuestro corazón”. [1]
Para despliegue de la consciencia previsto en nosotros, necesitamos, como Jesús, el Cristo, un ascenso y un descenso («Descendió al reino de la muerte, resucitó al tercer día…«). El misterio central de la salvación cristiana es que la resurrección (anastasis) de Jesús debe ser precedida por el descenso (katabasis) de Jesús al reino de la muerte. Para ello, necesitamos primero una conexión íntima con el mundo de la luz, la inhalación de éteres puros de luz. Cargados con esta fuerza de luz, podemos entonces descender al abismo más profundo, “sumergirnos”, “ir al fondo”.
En este foco de resplandor espiritual, se nos muestra algo de nuestro pasado primordial en nuestro «sótano». No todo a la vez porque eso nos confundiría completamente, no podríamos soportarlo. Solo se revela una pequeña parte para que podamos procesarla en función de nuestras experiencias de luz anteriores.
Procesar significa aceptar lo que hay. Sentir remordimiento por lo sucedido y lo que hemos grabado inconsciententemente, se muestra como una expresión de la “herida original”. En cierto sentido, estamos ante nuestro doble oscuro, nuestro adversario, nuestra sombra. Sin embargo, esta sombra puede transformarse por el simple hecho de observarla. Si simplemente se la mira sin querer eliminarla, puede transformarse en un enorme potencial de luz, un potencial de sabiduría.
En un ritual rosacruz se dice: “¡Vean la verdad y acéptenla! La verdad vence. A través de la verdad se abren los caminos de los dioses. A través de la verdad viene a nosotros el Consolador. A través de la verdad, la sabiduría viene a nosotros”.
Después de cada descenso a las profundidades del inconsciente, ascendemos de nuevo, nos fortalece la Luz Espíritual y nos proporciona nueva fuerza e intuición. Así podemos ser conducidos nuevamente al “polo inferior”, a capas más profundas de la “herida original”, la separación primordial de la Luz. Con el avance de la consciencia, ya no se trata solo de las heridas individuales, sino también de los patrones colectivos, de las sombras colectivas, de los millones de viejas heridas que la humanidad se ha infligido a sí misma y a su campo de vida, la tierra vulnerable y llena de dolor.
El secreto de la raíz, la tierra original
Satprem describe de manera impresionante el secreto esencial del maestro de sabiduría indio Sri Aurobindo: Cuanto más te acercas a la cima, más tocas el suelo. La consciencia se expande en ambas direcciones.
“La línea de demarcación del superconsciente retrocede hacia arriba y la del inconsciente retrocede hacia abajo. Todo se ilumina y se expande, pero igualmente todo se enfoca y se concentra en un punto agudo y oscuro que se vuelve cada vez más crítico y urgente, como si uno hubiera estado dando vueltas al mismo problema durante años y años, a lo largo de toda su vida, sin tocarlo realmente. Y de repente allí está, atrapado en el fondo del pozo, retorciéndose bajo la luz: ¡toda la maldad del mundo en un solo punto!
Se acerca la hora del misterio […] En efecto, es una ley de oro, una intencionalidad insondable, la que nos arrastra tanto hacia arriba como hacia abajo, en los recovecos más profundos del subconsciente y del inconsciente, hasta el punto de salto, el nudo gordiano de la vida y la muerte, de la sombra y laa luz, donde nos espera el misterio.” [2]
Mira Alfassa (la “Madre”), compañera de Sri Aurobindo, cuenta sobre su exploración de este “punto más oscuro”:
“En el fondo más escarpado del inconsciente, donde es más rígido, estrecho y opresivo, pisé un resorte todopoderoso que me arrojó de golpe a una inmensidad sin forma ni límites, donde vibran las semillas de un mundo nuevo”. [3]
Satprem resume el misterio de la vida en las siguientes palabras:
“La sombra y la luz, el bien y el mal preparan el camino para un nacimiento divino en la materia: el día y la noche amamantan al niño divino”.
Aquí reside la clave de la transformación. El poder del espíritu fluye a través de nosotros hacia lo más profundo de la materia. El Espíritu produce, a través de nosotros, la consciencia en la materia. Al permitir el nacimiento del niño divino suceda en nosotros, los seres humanos podemos vivir y realizar un sueño. Nos convertimos en el fresno del mundo, “siempre verde”, y, erguidos en medio del cosmos, podemos trabajar en el mundo, en medio de la materia, de una manera curativa y beneficiosa, y dar protección y seguridad a todas las criaturas que nos rodean. .
Referencias:
[1] Evangelio según Felipe, en: Evangelios apócrifos de Nag Hammadi, reformulado y comentado por Konrad Dietzfelbinger, Andechs 1988, p. 135. Más en: El cristianismo desconocido. El Evangelio gnóstico según Felipe, Stiftung Rosenkreuz, Birnbach 2010.
[2] Satprem, Sri Aurobindo o: La aventura de la conciencia, Gladenbach 1991
[3] Mira Alfassa, citado de: Satprem op. cit.