Es reconfortante viajar de noche en tren por el país. Las zonas rurales gozan de tal quietud y son tan placenteras. Sólo la luz de las ventanas de las casas lejanas resplandece hacia aquí y, de vez en cuando, aparece la luz de las farolas de las pálidas calles.
Luego se extiende la oscuridad en la que trato de meterme. Lejos, en el horizonte distante, una franja de luz más brillante se perfila como un límite entre el cielo y la tierra, hasta que ya no se puede distinguir.
¿Puedo separar la luz de la oscuridad en mi interior? ¿Lo lograré?
Ya no hay distracciones externas. El sonido constante y uniforme del tren que se desplaza por sus ajustados rieles transmite calma y relajación. ¿Adónde me lleva mi camino en este momento?
La oscuridad exterior me facilita encontrar mi brújula interior. Busco dentro de mí lo que me dice el sonido constante del tren en movimiento. Calma, serenidad, sinceridad y reciprocidad en lo que tengo por delante.
No es fácil estar a la altura de cada hora de esta vida placentera. Pero ahora, estoy tratando de llegar a mí, para ser independiente de los destinos externos de mi vida. Una oportunidad como ésta es como un oasis en la vida y, en lo más profundo de mi ser, surge la pregunta:
¿Vivo en armonía con la verdad que tanto anhela mi corazón? Sé que si esta pregunta surge con sinceridad, como anhelo del corazón, recibiré una respuesta desde el interior. Porque, en efecto, las preguntas apremiantes que surgen del corazón siempre se responden, y el siguiente paso en la vida me será revelado desde allí.
Cuando miro la respuesta revelada, sé qué fuente la ha creado. Puede ser la fuente que fortalece al Ser Humano interior o una fuerza que estimula las ambiciones del «yo» del ser humano aparente.
Un camino hacia un nuevo estado de consciencia se abre en mí, en el que reconozco mi estado de ser actual. Quizás haya dado un pequeño paso en el camino hacia la verdad, que quiero seguir.