El regalo que espera

El regalo que espera

Un regalo para celebrar. Un día todos nosotros lo reconoceremos.

Tenemos la costumbre de a pensar que todo lo que hay ennosotros, todo lo que nos rodea, nos pertenece. Todo es «nuestro», nos pertenece, somos responsables de ello. Pero hay otra parte que no responde a ese sentimiento de pertenencia, de ser «nuestro»: una parte que estaba ahí, incluso antes de que naciéramos y que permanece con nosotros durante toda la vida. Es invisible, desconocida, pero está ahí. Presente. No proviene de nosotros ni de la tierra. Se nos ha dado como un don, un regalo muy especial situado en lo más profundo de nuestro ser, dentro de nuestro corazón. Un tesoro interior, de un reino que no es de nuestra tierra.
A menos que fuéramos muy sensibles de niños, o muy afortunados de tener padres con inclinaciones espirituales, nadie nos habló nunca de este regalo, o no de una forma que fuera reconocible para nuestra conciencia. Es muy probable que nunca se nos haya revelado su presencia. Pero se revela, tan silenciosa y sutilmente, porque siempre está presente. En la mayoría de los casos, ni siquiera nos damos cuenta.
Como no tenemos la sensación de «poseerlo», porque nos lo han regalado, no podemos dirigirlo ni controlarlo. No es nuestra competencia hacerlo. Pero puede llegar un día….., un día en que empiece a revelar su presencia y, quizá por primera vez, nos demos cuenta de ello. Y si eso ocurre, ¿Lo reconocemos? ¿Reconocemos su presencia? La mayoría de las veces no. Estamos muy ocupados con la vida. Con nuestra infancia, con la educación, con nuestro crecimiento en la edad adulta, nuestra familia, nuestra carrera. Todas las necesidades de la vida que no podemos ignorar. Ocupados con todas las consiguientes alegrías, dramas, consideraciones y tensiones. Pero llega un día en el que, de la forma que sea, decimos «basta», en el que, lenta o rápidamente, dependiendo de nuestras circunstancias vitales, empezamos a desilusionarnos de la vida, a apartarnos, a buscar otra cosa, algo diferente, algo mejor. Y empezamos a buscar. Buscamos y buscamos, en todo y en todas partes. Lleva mucho tiempo, mucho esfuerzo, mucha energía.
Decepciones, distracciones, revelaciones fallidas. En ninguna parte encontramos el objeto aún no revelado de nuestra búsqueda. Sin embargo, algo nos impulsa a continuar. Llegados al punto de rendirnos, de reconocer que el esquivo objetivo no se encuentra en ningún lugar de esta tierra -de rendirnos-, buscamos en el único lugar que aún no hemos explorado, donde posiblemente podría encontrarse ese “algo” mejor. Empezamos a mirar hacia dentro. Nos damos la vuelta, alejándonos del mundo exterior. Empezamos a descubrir algo más, que aguarda silenciosamente en nuestro interior.
Un punto crucial, un reconocimiento. El don que reside en nosotros celebra esta experiencia, cobra vida tras su paciente y, a menudo, largo periodo de espera, de aparente letargo, y comienza a habitar alegremente el espacio que hemos abierto en nuestro interior. Comienza a revelar su presencia, quizá por primera vez. Y nosotros, a nuestra vez, empezamos a reconocer el verdadero objeto de nuestra búsqueda, empezamos a nutrirlo, a dejar que crezca. Al hacerlo, descubrimos un camino, un sendero personal a través de la vida y, sin embargo, al reflexionar, de alguna manera, el mismo para todos. Un camino que nos aleja de las viejas formas de vida y nos lleva a un nuevo y maravilloso estado de la realidad. Una realidad sobrenatural, pero experimentada interiormente. Una realidad más allá de las palabras.
¿No es un verdadero regalo para celebrar?

Compartir este artículo

Publicar información

Fecha: febrero 21, 2024
Autor: Pam Wattie (Australia)
Foto: Joshua Fuller on Unsplash CCO

Imagen destacada:

Relacionado: