El Espacio Hiper-Dimensional

Una gran parte de lo que denominamos “ser humano”, existe “oculto” a nuestra percepción, en otras dimensiones.

El Espacio Hiper-Dimensional

Según nos dice el filósofo Rudolf Steiner, creador de la Antroposofía, en su libro “La cuarta dimensión”, el ser humano tiene seis dimensiones: cuatro en el reino astral, cinco en el “devachán inferior” (plano mental inferior), y seis dimensiones en el “devachán superior” (plano mental superior o manásico). Así, nuestra personalidad tridimensional, la única de la que habitualmente somos conscientes, no sería sino una “sombra” (reflejo, o proyección), del aspecto cuatridimensional de nuestro Ser.  Tales declaraciones, no pasan, de ser meras curiosidades, si no fuera, porque, como dice el mismo autor:

“Siempre nos sentiremos impotentes en el mundo superior si no desarrollamos facultades que nos permitan ver aquí, en el mundo de la conciencia ordinaria, el mundo superior”.

Y, por otro lado, como añade Steiner, para el común de los mortales, las dimensiones superiores existen solo como ideas: “El verlas comienza cuando entramos en el mundo espiritual, donde somos inmediatamente   forzados a adecuarnos a más de tres dimensiones”.

El problema es que, salvo que seamos videntes, no podemos percibir, conscientemente, lo que se encuentra más allá de la tercera dimensión. Cierto que algunos matemáticos han formulado hipótesis e ideas sobre la cuarta dimensión e, incluso, sobre dimensiones superiores; sin embargo, no pueden probar que el espacio hiper-dimensional exista. Con todo, pensamos que, racionalmente, podemos llegar a intuir la existencia al menos de la cuarta dimensión.

Permítannos intentarlo.

Primer intento

La experiencia cotidiana nos muestra que nos movemos en un mundo tridimensional, esto es, que se manifiesta a lo largo, ancho y alto.

Recordemos, antes de seguir con nuestros razonamientos, las 3 dimensiones conocidas:

– Un punto (•) no tiene dimensión alguna, es un mero concepto que indica, desde la perspectiva espacial, una posición.

– Una línea (———) tiene una sola dimensión (largo).

– Un plano tiene dos dimensiones (largo y ancho).

 

– Un objeto tridimensional, por ejemplo, un cubo tiene, evidentemente, 3 dimensiones (largo, ancho y alto). 

 

Intentemos ahora imaginar a un ser de una sola dimensión que vive en un mundo de una sola dimensión (una línea ilimitada). Tal ser podría “moverse”, en una sola dirección, dentro de la línea, pero nunca sería capaz de ser consciente de la dimensión en la que habita. Para ello tendría que “salir” de su propia dimensión, es decir, convertirse en un ser de dos dimensiones.

Imaginemos ahora a un ser de dos dimensiones, habitando en un plano. Tampoco este ser podría ser consciente de la dimensión en la que habita. Tan solo podría ser consciente de los seres u objetos que se mueven en el plano, esto es, de los seres u objetos lineales (de 1 dimensión).

Siguiendo con nuestro razonamiento, un ser de 3 dimensiones, que viva en un espacio tridimensional (por ejemplo, en un cubo), tampoco podría ser consciente de su tridimensionalidad, ya que solo podría “ver” seres bidimensionales.

Ahora bien, el hombre (y otros seres vivos), es consciente de la tercera dimensión en la que se mueve, por lo que, necesariamente, ha de contener en su constitución, como mínimo la cuarta dimensión y moverse en un espacio tetradimensional.

Segundo intento

Enfoquemos el problema desde otra perspectiva.

Si tomamos, por ejemplo, un cubo (la forma tridimensional más simple, formada por 6 cuadrados plegados), y lo proyectamos ortogonalmente en un plano (las rectas proyectantes auxiliares son perpendiculares al plano de proyección), obtendremos un cuadrado.

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Si proyectamos el cuadrado ortogonalmente obtendremos una línea, y si proyectamos la línea, un punto. Podríamos, por tanto, decir que el punto (0 dimensiones) es la proyección de una recta (1 dimensión), que la línea recta es la proyección de un cuadrado (2 dimensiones) y que el cuadrado es la proyección ortogonal de un cubo (3 dimensiones). Siguiendo tal razonamiento, cabe señalar que cuando vemos una línea, no solo estamos observando una forma unidimensional, sino igualmente, la arista de una forma bidimensional (cuadrado). Del mismo modo, cuando observamos un cuadrado, no solo estamos observando una forma bidimensional, sino una cara de un objeto tridimensional (cubo).

Siguiendo la misma lógica, cuando vemos un cubo, no solo estaríamos viendo un objeto tridimensional, sino una parte de una figura tetra-dimensional; en este caso, de una figura formada por 8 cubos, que los matemáticos han llamado Tesaracto o Hipercubo.

Hypercubus

Proyección tridimensional del hipercubo

 

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Dalí: Crucifixión, conocida también como  Corpus hypercubus.

 

Al respecto, cabe la siguiente pregunta: Si el cubo, es una parte de una figura mayor, ¿por qué no tropezamos con “el todo”, cuando giramos alrededor del mismo? La respuesta, evidentemente, es muy simple. Un ser bidimensional, por mucho que gire alrededor de un cuadrado, nunca tropezaría con “el todo” del cubo, dado que el “resto” del cubo se encuentra en otra dimensión. Del mismo modo, por mucho que giremos alrededor del cubo, nunca tropezaremos con las otras 7 “caras” del Tesaracto o Hipercubo, ya que se encuentran en una dimensión perpendicular a la tercera.

Es evidente que lo que acabamos de exponer de un modo tan somero, no prueba que la cuarta dimensión exista, pero sí que, a través de la razón, podemos intuir o vislumbrar su existencia. Y si podemos intuir que el ser humano (y otros seres vivos), posee como mínimo 4 dimensiones, no nos resultará difícil aceptar que una gran parte de lo que denominamos “ser humano”, existe “oculto” a nuestra percepción, en otras dimensiones.

 

 

 

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Fecha: octubre 3, 2020
Autor: Jesús Zatón (Spain)

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