El camino iniciático en “La Divina Comedia” de Dante – Parte 3

Cuando Dante se hace digno de entrar en el Paraíso se reencuentra con Beatriz (“el Otro”, el Alma Espíritu).

El camino iniciático en “La Divina Comedia” de Dante – Parte 3

(viene de la parte 2)

 

Según la Divina Comedia, Dante y Virgilio descienden primero por el lomo de Lucifer y luego escalan su anca para salir del Infierno. De este modo traspasan el centro de la tierra e invierten su ruta, por lo que, a partir de ese momento, en vez de descender, comienzan a ascender.

El nuevo  proceso de purificación-transmutación  que inician, se corresponde con el  Purgatorio.  Así, el poeta exclama con júbilo que ahora que ha dejado un mar tan cruel (el Infierno), desplegará las alas para navegar por mejores aguas:

y cantaré de aquel segundo reino

donde se purifica el espíritu humano

y se hace digno de subir al Cielo.

                            (Purgatorio, Canto I)[i]

 

No obstante, antes de alcanzar la puerta del Purgatorio, Dante y Virgilio han de recorrer un tramo intermedio: el “Antepurgatorio”, donde  entran en contacto con los negligentes, aquellos que, por una u otra razón,  murieron sin aprovechar adecuadamente las oportunidades espirituales que les fueron ofrecidas, y cuantos vivieron en pecado pero se arrepintieron antes de morir.

En esta fase,  Dante se va alejando más y más de la influencia del mundo material, al tiempo que va tomando conciencia de su esencia espiritual.

Ante Dante y Virgilio llega un “celestial barquero“, un ángel transportador de espíritus que deja a un grupo de almas junto a la playa.  Las almas piden a los dos viajeros que les indiquen el camino a la montaña (el camino hacia las cimas del espíritu), indicación que los viajeros no pueden ofrecer.

Sin embargo, al inicio del tercer canto del Purgatorio, Dante y Virgilio se hallan al pie de un monte, cuyas rocas encuentran tan escarpadas que dudan poder escalarlo. Cuando Dante exclama: “Maestro mío, ¿qué camino seguiremos?, Virgilio responde: “No des ningún paso hacia abajo; prosigue subiendo detrás de mi hasta la cima de este monte, hasta que se nos aparezca algún experto guía”.

El consejo no puede ser más apropiado, pues una vez que el candidato, con decisión, se ha puesto en camino hacia la montaña del espíritu, no puede dejarse invadir por la desazón, se presente esta como se presente. En realidad,  solo puede y debe proseguir con determinación el camino, pues el Purgatorio representa, no lo olvidemos, una segunda fase de purificación del alma.

Al inicio del canto IX, Dante deja constancia de una visión que le parece ver entre sueños:  un águila con plumas de oro suspendida en el cielo que, bajando terrible como un rayo, le arrebata hasta la esfera del fuego (el Sol), donde le parece que ambos ardían:

creí ver, en un sueño, suspendida

un águila en el cielo, de áureas plumas,

con las alas abiertas y dispuesta (…)

 

Luego me pareció que, tras dar vueltas,

terrible como el rayo descendía,

y que arriba hasta el fuego me llevaba.

 

Allí me pareció que ambos ardíamos;

y el incendio soñado me quemaba

tanto, que el sueño tuvo que romperse.

                               (Purgatorio, Canto IX)[ii]

 

Se trata de una clara indicación relativa al toque del Espíritu Santo.

El Purgatorio  descrito por Dante en La Divina Comedia consiste en una montaña con siete terrazas, cada una de las cuales relacionada con uno de los pecados capitales. Antes de atravesar la puerta del Purgatorio, el ángel del portal graba en la frente de quienes allí acceden tantas letras “P” como pecados capitales hayan sido culpables:

Siete P, con la punta de la espada,

en mi frente escribió: «Lavar procura

estas manchas  me dijo  cuando entres».

                                           (Purgatorio, IX)[iii]

 

En la medida en que cada pecado es expiado, una “P” le es borrada de la frente y el candidato asciende a una terraza más elevada para expiar su siguiente falta.

La primera  terraza  es la  de los soberbios que se ven obligados a caminar cargando sobre sus espaldas grandes piedras. En la segunda habitan los envidiosos.   Los iracundos son castigados en la tercera terraza. En la cuarta los perezosos deben correr todo el tiempo como forma de expiar su pecado. La quinta terraza es donde se castiga a los avariciosos. Los glotones son destinados a la sexta, donde no existe ninguna clase de alimento o bebida, salvo una cascada de agua helada. La séptima terraza es la de los lujuriosos quienes son consumidos en una pared de fuego hasta que su pecado es expiado.

Así, Dante se ve obligado a travesar los siete círculos escalonados del Purgatorio, donde encuentra  a toda una serie de personajes que representan los siete pecados capitales de los que las almas han de ser purificadas.

En la cima de la montaña se encuentra el jardín del Edén, donde las almas viven en un estado de inocencia y se preparan espiritualmente para ascender al Paraíso.

Cuando Dante se hace digno de entrar en el Paraíso se  reencuentra con Beatriz (“el Otro”, el Alma Espíritu).

Con ello se abre  ante el candidato la tercera etapa (“rubedo”) que debe recorrer, etapa del proceso alquímico habitualmente designado como “las bodas alquímicas del alma  y el  Espíritu”, con el fin de formar el “Rebis”, el ser macho-hembra que evoca la mística unidad primordial edénica o platónica. Tal unión mística, o matrimonio alquímico,  representado en la Divina Comedia por el encuentro de Dante y Beatriz en el Edén, pone de manifiesto que el candidato ha logrado superar todos los obstáculos que le separaban de  su Dios interior.

Así, tras finalmente haberse hecho digno de Beatriz, esta dice a Dante:

Abre los ojos y mírame cual soy, 

has visto cosas que te han dado fuerza

suficiente para sostener mi sonrisa.

                                                   (Paraíso, Canto XXIII)[iv]

 

Tales palabras expresan más, mucho más,  que una simple metáfora de amor, pues solo quienes  han logrado superar con éxito el largo camino hasta el Alma Espíritu, pueden “abrir los ojos” y ser capaces de sostener “la sonrisa” del Espíritu, lo que, despojado de metáforas, implica ver cara a cara al Ser interior, soportar la visión del Fuego del Espíritu  y  conocer las verdades metafísicas y universales que trascienden el propio  mundo.

 

 (continuará en la parte 4)


[i] La Divina Comedia de Dante Alighieri, Freeeditorial/autor de este artículo

[ii] Ibidem

[iii] Ibidem

[iv] Ibidem

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Fecha: mayo 13, 2022
Autor: Jesús Zatón (Spain)
Foto: Waldo93-Pixabay CCO

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