Alquimia – un camino hacia el oro interior Parte 1

Para el buscador abnegado de los aspectos más profundos de la vida, la Alquimia ofrece una descripción detallada del camino del cambio fundamental del ser

Alquimia – un camino hacia el oro interior Parte 1

La Alquimia es considerada como una de las primeras ramas de la filosofía natural, formada en los primeros siglos d.C. bajo la influencia de la escuela alejandrina. Y aunque allí las viejas y las nuevas ideas estaban efectivamente unidas en una síntesis única, sin embargo, los alejandrinos no la crearon. Más bien, recopilaron y organizaron los textos del Corpus Hermeticum, los cuales le han dado a la Alquimia una especie de identidad espiritual y filosófica. Además, una de las principales inspiraciones para los alquimistas se encuentra en las obras, mucho más antiguas, de Aristóteles, en su idea de la «materia prima», de la que surgen los cuatro elementos básicos: fuego, aire, agua y tierra que, en diversas proporciones, construyen todo lo que conocemos.

Quizás no haya ningún otro tema que haya sido sometido a tantas especulaciones e interpretaciones, fundamentalmente diferentes, pero podemos afirmar con seguridad que la Alquimia es una continuación de una mitología antigua, donde el contenido simbólico y psicológico de personajes legendarios está siendo reemplazado por las nociones, algo más universales, de los elementos químicos. Carl Jung enfatiza explícitamente su actualidad atemporal: „[…] el mundo de los símbolos alquímicos definitivamente no pertenece al montón de basura del pasado, sino que se encuentra en una relación muy real y viva con nuestros descubrimientos más recientes sobre la psicología del inconsciente. [….] No son especulaciones “metafísicas” sino, como era de esperar, síntomas de la uniformidad del Homo sapiens ”.[i]

Las diversas formas de interpretar los procesos alquímicos están integradas en el propio nombre de esta ciencia, dado por los árabes para denotar sus orígenes egipcios. Y aunque Egipto se llamaba Khem, si estuviéramos un poco más informados, sabríamos que el nombre Khem proviene de la palabra que los coptos usaban para nombrar la arena oscura en el Delta del Nilo. Y un mayor conocimiento nos ayudaría a comprender que utilizaron la misma palabra para designar la «materia prima».

Así es como nos encontramos con diferentes niveles de interpretación, incluso antes de haber comenzado a investigar el arte real de la alquimia. Hoy podemos llamarlo con seguridad arte, ya que a finales de la Edad Media la ciencia de la química se separó de la alquimia. Aunque este «arte real» ha sido bastante mitificado, ha brindado al mundo importantes beneficios prácticos, como la creación de la farmacia por los alquimistas árabes en los siglos XII-XIII, y la formación de la medicina tradicional. Uno de los alquimistas más prominentes fue Paracelso, el padre del enfoque científico, quien afirma inequívocamente: «Muchos han dicho de la Alquimia, que es para la fabricación de oro y plata. Para mí, ese no es el objetivo, sino considerar solo qué virtud y poder hay en las medicinas”.

A pesar de la variedad de descubrimientos científicos y conceptos prácticos que hemos heredado de la Alquimia, sus esfuerzos siempre se han dirigido a lo que se conoce como «la transmutación (transformación) de metales básicos en metales nobles», junto con la búsqueda de una serie de sustancias abstractas, como el Elixir de la Vida, la Piedra Filosofal, la Panacea y el Alcahest (el solvente universal). Quizás aquí sea apropiado mencionar que la física moderna ya es capaz de convertir otros metales en oro, por ejemplo, mediante la desintegración beta radiactiva del mercurio 197. Y aunque este no es un proceso rentable, al menos implica que el propósito de la Alquimia, al menos para los verdaderos alquimistas, no es hacer oro físico sino algo más.

Ya hemos mencionado a Paracelso como uno de los alquimistas más prominentes. Si añadimos a otros, como Alberto el Grande, Isaac Newton y Roger Bacon, entonces, como era de esperar, podemos establecer que todos son figuras con una posición social excepcional, en gran parte debido a su intelecto reconocido y fructífero, y por último, pero no menos importante, también son muy religiosos. Desde las primeras etapas de su existencia, no solo el psicoanálisis contemporáneo, sino también la teología, sabían que el oro, con su nobleza, pureza y naturaleza inmutable, siempre había sido un símbolo del espíritu. Por eso Paracelso distingue la Alquimia inferior y superior. Por tanto, en este artículo intentaremos aclarar breve y esquemáticamente el contenido psicológico real de las nociones simbólicas veladas que los alquimistas han articulado y los procesos que han realizado o al menos intentado.

Para algunos será sorprendente, y para otros, bastante lógico, si damos a entender que el laboratorio especial, en el que se llevan a cabo los experimentos alquímicos, es el individuo humano en su totalidad, y los vasos especiales de laboratorio son el cuerpo, ciertos órganos y algunas actitudes psicológicas.

No es casualidad que la alquimia, cuando se lleva a cabo conscientemente, se denomine arte real u obra magistral (Magnum opus); hoy la expresión Magnum opus se usa, por ejemplo, para denotar la mayor obra maestra en la vida de un artista. En cuanto a la Alquimia, considera que la Obra Magistral está compuesta por tres fases principales (en los primeros siglos – cuatro), establecidas por sus características de color: nigredo (ennegrecimiento), albedo (blanqueamiento), rubedo (enrojecimiento). En la cuarta, la fase final, se considera que se ha descubierto la piedra filosofal, que convierte todo en oro. En general, estas tres fases representan el desarrollo de una psique humana, que primero pasa por la toma de consciencia de su propia oscuridad y su aceptación (nigredo); luego, a través de la humildad, logra su propia purificación y receptividad a la Luz (albedo); el resultado final es que la Luz entra en la sangre del alquimista (rubedo), transformándose así en una forma de vida, al servicio de Dios y del ser humano. Este tipo de diferenciación cromática de las fases de la transformación alquímica se describe de forma simbólica correspondiente en el primer texto enteramente alquímico, escrito por el gnóstico Zosimos de Panópolis  (sus términos griegos son melanosis, leucosis, iosis). El texto es del siglo III-IV, pero describe hechos del siglo I.

En el desarrollo posterior de la alquimia y su adaptación a la complejidad cada vez mayor del proceso de pensamiento humano, las fases de color se dividen aún más, generalmente adaptadas a la universalidad del número 7. Por lo tanto, están ligadas a las influencias de ciertos planetas y, como sabemos, a las propiedades de ciertos metales. Y como insinúa el propio Paracelso: los metales corresponden a cualidades espirituales.

Podemos esbozar rápidamente los vínculos de la siguiente manera: Mercurio es el color amarillo (o marrón), representado por el elemento mercurio, y significa una nueva forma de pensar; Venus es el color verde, representado por el elemento cobre, y significa una nueva forma de sentir; Marte es el color rojo, representado por el elemento hierro, y significa una nueva voluntad; Júpiter es el color azul, representado por el elemento estaño, y significa superar la arrogancia y la crítica; Urano es el color índigo, representado por el elemento zinc, y significa soltar toda resistencia y, por lo tanto, iluminar todo lo que hasta ahora se ha considerado irracional; Neptuno es el color violeta, representado por el elemento cobalto, y significa dejar de lado las nociones humanas y la conexión directa con el Espíritu.

Dado que la Alquimia es de hecho también un proceso continuo de búsqueda, existen variaciones en este esquema de siete dimensiones, que a veces involucran el plomo gris de Saturno y el plutonio negro de Plutón, con su elemento de bismuto; y, por supuesto, como símbolos básicos del Alma y del Espíritu: la Luna plateada y el Sol dorado.

Aparte de esto, algunos alquimistas pensaban que todos los metales (cualidades del alma), están compuestos de diferentes proporciones de mercurio, azufre y sal, donde el «oro» es el producto de su adecuada mezcla. El mercurio y el azufre representan aquí los opuestos del mundo dialéctico, y la sal es el elemento que los reconcilia y une.

A la parte 2


[i] C.G. Jung, Mysterium Coniunctionis, Princeton University Press, 2nd Edition, 1970, pp. 15-16

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Fecha: junio 29, 2019
Autor: Ventsislav Vasilev (Bulgary)
Foto: Harald Matern via Pixabay CCO

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