A.P.: Cuando hablamos de «enfermedad, salud, curación», también tenemos que hablar del ser humano: ¿Qué es el ser humano? Esto quiere decir que debemos incluir en nuestra conversación todos los aspectos espirituales y emocionales de los seres humanos. Usted escribe en su sitio web que la salud es un flujo armonioso de fuerzas. ¿Esto también se refiere a los aspectos del alma o de qué se trata?
K.B.: Las fuerzas entran en nuestro sistema y se van; es una situación constante de estar en un flujo; fuerzas que absorbemos y fuerzas que liberamos, como se expresa en la idea de «panta rhei» (Heraklito: πάντα ῥεῖ). Por supuesto, eso es cierto para todos los aspectos de la existencia humana, ya sea el alma o el cuerpo. En última instancia, el cuerpo no es más que un medio de expresión, una expresión de todos los componentes del alma.
Eso significa que si somos uno con el núcleo de nuestra vida a nivel del alma, es decir, con el plan que subyace a nuestra existencia, entonces podemos hablar de una armonía del alma a la que el cuerpo reaccionará en consecuencia. Es decir, el cuerpo será entonces un instrumento para expresar esa armonía. A nivel físico, la salud es muy relativa, porque el cuerpo no puede estar realmente sano, sino que está en un flujo constante. Lo llamamos saludable cuando todo fluye de manera armoniosa. Solo el alma puede estar realmente sana. Nos referimos aquí al alma que pasa por un gran proceso de maduración y cambio, y luego se convierte realmente en una con la misión espiritual que subyace en el ser humano, no solo como individuo, sino también como colectividad, como humanidad.
La personalidad, un atributo del alma.
A.P.: Dice que el cuerpo como tal no puede estar realmente al cien por cien sano; su estado de salud siempre será muy relativo. ¿Tiene eso algo que ver con el hecho de que el cuerpo no es lo suficientemente flexible para seguir al alma y al espíritu, porque es más denso e inerte que el alma o el espíritu?
K.B.: Krishnamurti eligió una expresión muy hermosa para describir lo que es el cuerpo, a saber, “el atributo”. Así, cuando tenía alrededor de 90 años dijo: “el atributo pronto habrá hecho su trabajo”, o algo así. Es decir, el cuerpo es simplemente una herramienta, nuestra herramienta, para expresarnos en la materia, para realizar nuestras tareas, para estar en contacto con nuestro entorno. El cuerpo es entonces, en realidad, un atributo exclusivo del alma. Si nuestra alma está demasiado orientada hacia el ámbito físico, es decir, que lo externo, lo material, se vuelve demasiado importante, entonces dejamos atrás lo simple y las cosas se complican; si por el contrario nos orientamos hacia el alma, lo espiritual dentro y alrededor de nosotros y nuestra alma comienzan a resonar con lo espiritual. Entonces entendemos y sentimos que el cuerpo no puede ser otra cosa que un medio de expresión que llega en algún momento y en cierto momento tiene que irse una vez más.
Esto es en realidad el metabolismo saludable: cuando nos damos cuenta de que el principio espiritual está detrás de todo y nuestra alma comienza a resonar con este principio espiritual. El principio espiritual también tiene un nombre antiguo, a saber, alegría, hermosa chispa de los dioses. Así se expresa en el poema “Oda a la alegría” de Friedrich Schiller, que Ludwig van Beethoven incorporó en el movimiento final de su Novena Sinfonía. Y cuando nuestra alma comience a volverse hacia esta chispa divina diciéndole «sí», cuando comience a escucharla cada vez más de cerca, entonces todo se regulará muy bien y con mucha sensatez, también en el cuerpo. Y, sobre todo, –y ahora viene un punto muy importante–, entonces sabemos, sentimos que todos nuestros procesos corporales no son más que procesos de purificación. Procesos de limpieza tanto para el cuerpo como para el alma.
A.P.: ¿Se podría ver este proceso como un camino de colaboración de cuerpo y alma tanto en la enfermedad como en la curación?
K.B.: No hay otro camino, el alma siempre debe ir por delante. ¿Qué es el alma? Podemos decir que el alma es nuestra conciencia. Como dice el viejo axioma de la Enseñanza Universal, “estado de conciencia es estado de vida”. Esto se aplica a todo y siempre. Si entramos por completo en ella, entramos en un «sí», en una aceptación; entonces todo se abrirá para nosotros. De repente, entenderemos por qué esto o aquello es así. Y, si no lo entendemos, podremos tolerarlo porque lo aceptamos. «Sí» a todo lo que es. Y es entonces cuando recordamos la afirmación de Pablo: “Sed agradecidos en todo” (1 Tes., 5,18). Ser agradecido en todo significa ´agradecer todo.
La gratitud es en realidad un poder curativo muy grande para nuestra alma, y ¿cómo debería reaccionar nuestro cuerpo a ella si no es en armonía?
El médico, su ayudante
A.P.: Creo que todo este asunto lleva a lo que para mí es una afirmación muy central de Paracelso y que creo que también muy importante para usted: «Que el paciente sea su propio médico y el médico su ayudante». Esta es la puerta abierta a la autonomía. Pienso que esta autonomía comienza con la aceptación, con la mirada, con la aceptación de lo que es. Solo puedo ver las cosas realmente bien si las acepto.
K.B.: Sí, absolutamente. Así es. Y esto supone que el paciente es su propio médico, y el médico su ayudante. Este axioma tiene quinientos años. Paracelso fue el pionero del Renacimiento del norte. Construyó el puente entre Italia y el norte. E incluso entonces, hace quinientos años, puso frente a la gente lo que hoy en día comienza a ser de capital importancia; y no solo para algunos, sino para muchos. Quien realmente quiere recuperarse necesita volverse autónomo; en otras palabras: convertirse en su propio médico. Eso es esencial.
Todos los maestros de la humanidad en los últimos cien o doscientos años han instado a las personas a asumir la responsabilidad, tanto de sí mismos como de su esfera de vida inmediata y más amplia; y, por tanto, también de toda la humanidad. De esta manera todos los procesos de recuperación pueden cobrar vida en su propia alma, y el cuerpo participará en la medida de sus posibilidades.
(Continúa en la Parte 2)