El Arte de la Vida Real

Real es el Arte que transforma nuestra vida humana concreta en vida trascendente.

El Arte de la Vida Real

El ser humano siempre ha buscado en el arte una trascendencia que vaya mucho más allá de sí mismo o de la sociedad, y siempre se le ha ayudado a encontrarla. Según Jan van Rijckenborgh y Catharose de Petri [1], históricamente, esta interacción entre lo abstracto y lo concreto pasa por tres etapas.

En la primera etapa, la trascendencia actúa a favor de la humanidad. Es cuando el ser humano emprende el proceso de transformación de su consciencia, a partir de la información externa que percibe con su consciencia concreta.

En la segunda etapa, la trascendencia trabaja con la humanidad. La persona pasa por una experiencia de intenso trabajo intuitivo y crea su propia identidad.

En la tercera etapa, la eternidad en el tiempo se realiza a través de la humanidad. Se adquiere una consciencia superior abstracta que permite al ser humano actuar en el mundo con trascendencia. Este es el camino de conexión con lo divino, la dimensión espiritual.

La vida de cada uno de nosotros pasa por estas tres etapas en todo momento de forma no lineal, y deseamos firmemente alcanzar ese estado que nos transforma de seres del tiempo en seres de la eternidad. En otras palabras, buscamos el Arte Real o la Alquimia Espiritual, el proceso que transforma el plomo (la consciencia superficial de la realidad) en oro (la consciencia de una realidad superior). De este modo, es posible alcanzar la Piedra Filosofal, la culminación de la Gran Obra: el matrimonio alquímico del Alma y el Espíritu. Por eso, al igual que el arte se renueva en diversos movimientos, nosotros volvemos constantemente los ojos a las experiencias anteriores, respirando hondo para avanzar y descubrir nuevos caminos.

Si establecemos un paralelismo entre la creación artística y nuestro estado personal de conciencia, podemos decir que somos nuestra propia creación, nuestra propia obra de arte.

En los primeros pasos de nuestro viaje espiritual, a menudo nos aferramos a todo lo concreto y nos dejamos llevar por guías y factores externos, o por un autoconocimiento narcisista. Inseguros, repetimos lo que vemos, lo que creemos ver y lo que otros quieren que veamos. Es como si fuéramos meros transcriptores, copiando lo que vemos fuera, siguiendo técnicas ya conocidas.

En una segunda fase, empezamos a replantearnos nuestra creación. Queremos mostrar nuestras impresiones y expresiones. Seguimos utilizando fuentes externas, pero ya las hemos transformado a través de nuestra percepción interior. Es el comienzo de la búsqueda del Arte Real. Es como si iniciáramos una alquimia que sigue siendo terrenal, pero que va un poco más allá. Tras adquirir una mayor percepción, experimentamos con distintas posibilidades, en busca de un autoconocimiento más elevado. Es una fase turbulenta, cuando nos damos cuenta de que empezamos a repetirnos, a copiarnos. Hemos llegado a un estado de saturación. Entonces queremos ir más allá de nuestro propio trabajo: el propio ego ya no está contento consigo mismo. Nos damos cuenta de que necesitamos «salir de nosotros mismos», renovarnos, renacer.

En nuestra experiencia vital, todas nuestras emociones nos hacen cuestionar la noción de lo efímero. Como en un cuadro barroco, el miedo a la muerte nos hace ver el conflicto entre la oscuridad y la luz, y lo grotesco y desproporcionado que hay en nosotros. El paso del tiempo provoca en nuestra alma una gran urgencia espiritual. De repente, todas las perspectivas se mezclan. El surrealismo es tal que, incluso volviéndonos hacia el interior, permanecemos en un estado de semisueño, experimentando sueños fantásticos y fantasiosos.

Hasta que un día, cansados de tanta agitación, buscamos el silencio y, como un lienzo en blanco, este envuelve nuestras almas. En la quietud, pasamos a la tercera etapa. De repente, el descubrimiento de una nueva perspectiva nos muestra que existen innumerables puntos de vista y que cada uno de nosotros, con su propia identidad, es responsable de sus elecciones. Tras un intenso esfuerzo intuitivo, vemos surgir en nosotros un nuevo ser, deseoso de participar en la Gran Obra de la alquimia interior, al servicio del mundo y de la humanidad. De nuestros constantes renacimientos y nuevas y creativas intuiciones, hartos de nuestro drama barroco, finalmente nos rendimos.

En medio de tantas transformaciones, provocadas por nuestro trabajo conscientemente activo, tiene lugar en nosotros la transfiguración alquímica, la transformación del «plomo en oro» – porque, como dicen los alquimistas, es necesario practicar ‘solve et coagula’ (disolver y solidificar). ‘Solve’, para disolver todo lo que nos impide trascender; y ‘Coagula’, para manifestar concretamente una consciencia plena, abstracta y eterna.

Así es como, a través de estas etapas de trascendencia, nos convertimos en un canal del Arte de la Vida Real, recibiendo inspiración para luego exhalar, radiantes, desde el interior hacia el exterior.

 

Referencias

[1] Jan van Rijckenborgh y Catharose de Petri:  El vestido de luz del hombre nuevo”. Colección “El Apocalipsis de la nueva era”, volumen I, capítulo 3, Pentagrama Enero-SP, 1ª edition ebook  2017.

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Fecha: enero 25, 2024
Autor: Group of LOGON authors (Brazil)
Foto: Artistic Creation - Sonia Bassalobre

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