La figura del triángulo siempre ha jugado un papel importante en la historia humana. Muchos de nosotros todavía recordamos el teorema de Pitágoras con respecto al triángulo rectángulo. La relación que se describe en él tuvo una importancia práctica en la vida de las culturas antiguas; por ejemplo, al delimitar la tierra cultivable. También tenía un significado esotérico especial.
¿Cómo se forma un triángulo? Sus tres vértices ciertamente lo determinan, pero ¿cuáles son estos vértices? Se entiende que son simplemente puntos en una relación. Hoy en día, la noción de “punto” no es desconocida para nosotros, gracias a una comprensión más profunda de la geometría. También utilizamos este concepto con bastante frecuencia en nuestro lenguaje cotidiano; por ejemplo, cuando hablamos de un punto de vista, un punto de partida, etc. Pero, ¿qué es exactamente un punto?
Un punto es un concepto puramente abstracto, una creación mental que define algo que no tiene dimensiones y, por lo tanto, no está atado por ellas. Es una idea, algo que no existe físicamente y, sin embargo, se utiliza para describir varios fenómenos.
Así, se puede decir que el triángulo es representativo de tres ideas mentales. Percibido de esta manera, ha sido de gran importancia para abordar y comprender una amplia gama de conocimientos esotéricos. Por ejemplo:
En la masonería mística el triángulo es el principio básico y el objetivo final de toda construcción. En el cristianismo esotérico gnóstico, el triángulo está representado por las tres cruces en la colina del Gólgota. En la filosofía Rosacruz se simboliza por los tres aspectos del yo: el espíritu divino, el espíritu vital y el espíritu humano. En la astrosofía mágica vemos marcado el triángulo de fuego por Aries, Leo y Sagitario.
En el planetario gnóstico vemos brillar el triángulo como Urano, Neptuno y Plutón, las tres poderosas señales en Serpentario y Cisne.
Conocemos el triángulo cósmico como los aspectos de Padre, Hijo y Espíritu Santo; y el triángulo supracósmico como los tres aspectos del Logos [1].
Podemos identificar diferentes tipos de triángulos: triángulos rectángulos, triángulos isósceles, triángulos equiláteros…, y podemos ver que la naturaleza de cada uno está determinada por la longitud de sus lados, es decir, por las distancias entre sus vértices.
Un triángulo equilátero, por ejemplo, tiene todos sus lados de la misma longitud, por lo que se puede decir que las ideas que determinan sus vértices están en equilibrio mutuo, en plena armonía. Estas ideas pueden identificarse con las tres aspiraciones más importantes que se manifiestan en la vida de las personas, aunque no las conozcamos. Se trata de las siguientes:
1. Una orientación inequívoca y racional hacia el objetivo más profundo de la existencia humana; una fe de la mente: el Dios Padre incognoscible.
2. Una comprensión del camino de la vida que debe seguirse; un conocimiento del corazón: el Hijo de Dios que revela al Padre.
3. La capacidad de actuar audaz y conscientemente, que permite un caminar práctico por este camino; la aplicación correcta de la voluntad: el Espíritu Santo.
Es el mismo equilibrio que se encuentra en el triángulo equilátero, que representa estas tres aspiraciones, indicando que son activas y funcionan en nosotros en plena armonía. Solo tal estado permite un progreso real en el camino que conduce a la meta de nuestro ser.
Estos conceptos se conocen desde hace mucho tiempo. Así aparece en el siguiente fragmento de la “Parábola de los Reyes Magos”, que Marco Polo trajo de sus viajes a Persia.
‘… tres reyes de aquel país fueron a adorar a un profeta recién nacido en la tierra de los judíos. Estos tres reyes llevaban consigo tres ofrendas, -a saber, oro, incienso y mirra-, para saber si ese profeta era Dios, un rey terrenal, o un médico[2]. Para hacer esta distinción, se dijeron unos a otros: si él toma el oro entonces es un rey terrenal; si toma el incienso es Dios; y si toma la mirra entonces es un médico.
Y aconteció, efectivamente, que cuando los tres reyes llegaron al lugar donde nació el niño Dios, el más joven de los tres reyes se salió de la caravana y fue solo a ver al niño, y encontró que era semejante a él, pues tenía su edad y estaba hecho como él, y esto lo llenó de asombro.
Después siguió el segundo rey, que era de mediana edad; y al igual que el primero, le pareció que el niño era semejante a él y tenía la misma edad; y también salió asombrado.
Entonces fue el tercer rey también, que era el de mayor edad, y le sucedió lo mismo que a los otros dos antes, y él también salió asombrado y haciendo conjeturas.
Y cuando los tres reyes se juntaron, cada uno dijo al otro lo que había visto y encontrado, y se maravillaron mucho de ello, y quedaron en ir todos juntos a la vez. Entonces fueron todos juntos ante el niño y, entrando, lo encontraron acompañado por los ángeles, y sobre su parecido y edad comprobaron que solo tenía trece días de edad. Entonces lo adoraron y le ofrecieron regalos de oro, incienso y mirra. Y el infante tomó las ofrendas, las tres de una vez.’[3]
Aquí las figuras de los tres reyes pueden ser asociadas con las aspiraciones de mente, corazón y voluntad antes mencionadas. La historia nos muestra que debemos hacer todo lo posible para asegurar que los tres se desarrollen en nosotros simultáneamente y en armonía. Solo entonces podremos ver el camino de nuestra vida como realmente es.
Las Escuelas Espirituales, como la fundada por Pitágoras, siempre han enseñado este camino. La Rosacruz Áurea también encuentra su fundamento, el propósito de su existencia y actividad, en este mismo camino espiritual, tal como se refleja en los tres vértices del triángulo equilátero.
[1] Jan van Rijckenborgh, La Llamada de la Fraternidad de la Rosacruz, capítulo VII, El triángulo de fuego, Fundación Rosacruz.
[2] Parece que el término «médico» debe ser entendido aquí como una especie de «sabio-sanador» o incluso Paráclito (sanador, consolador y asesor) – teniendo en cuenta las traducciones a algunos otros idiomas.
[3] Texto basado en la traducción al inglés de Marco Polo, Le Devisement du monde: La descripción del mundo, Capítulo 31: Los tres magos fueron a adorar a Cristo, A.C. Moule & Paul Pelliot, George Routledge & Sons Limited, Londres 1938.