ODISEA

Odisea es un libro sobre el camino, sobre la motivación para recorrer el camino, sobre las desventuras y peligros propios del camino, sobre las fuerzas que protegen al que camina, sobre la unión con el ser original a donde lleva el camino, el reino del que uno mismo es rey.

ODISEA

Acabo de volver a leer Odisea de Homero y mi dicha ha sido diferente que otras veces, pero no menor. La he leído en la traducción magnífica de Carlos García Gual, la última de Alianza editorial, del año 2013. No tengo el suficiente nivel de griego antiguo como para leerla en el original pero, bueno, tampoco he leído las obras originales de Sófocles, Shakespeare, Tólstoi o Kafka.

Así que me pongo a escribir para aclararme un poco de dónde viene mi entusiasmo, lo que a mi entender es real y lo que no es, y por qué razones os invito a su lectura. Una lectura de placer, no académica, para dejarse llevar, incluso para quedarse dormido. Una lectura por amor al arte, sin obsesionarse con simbolismos o con lo que quiso decir. Sin apriorismos.  Que, sobre la marcha, la propia intuición alumbre y haga sus propias cábalas y comparaciones, y descubra los propios símbolos escondidos. Como si de un enamorado se tratase, llore, suspire y muera de asombro con la luz y la belleza de los mundos que se evocan. ¿No lloraríais de pena al daros cuenta de que estabais viendo el último capítulo de vuestra serie favorita?

 

Por supuesto que no os invito a ello porque sea un clásico. La palabra “clásico” es el mayor enemigo de los clásicos, pues casi siempre la asociamos a un libro encuadernado en piel que luce en una estantería donde brillan, olvidados, todos los clásicos. Y si, además, son lectura obligatoria en las escuelas, nos vamos de cabeza al río. Sin embargo, los clásicos han llegado a serlo porque generación tras generación se los ha considerado un modelo de sabiduría y belleza. Son piedras de río bien pulidas por el tiempo y los ojos que se posaron en ellos. Curiosamente, la mayoría de los autores clásicos llevaron una vida poco menos que miserable, marginal y, en no pocos casos, fueron perseguidos.  Italo Calvino, escritor italiano[1], nos invita a leer a los clásicos por un montón de razones, y en todas tiene razón. Algunas, por ejemplo:

  • Porque son libros que nunca acaban de decir lo que dicen. Esto es, que su potencialidad nunca se acaba; son fuentes de agua viva, porque están escritos desde un punto de vista y un estado de conciencia que les posibilita ser útiles, frescos y actuales en todos los contextos, en todo tiempo y lugar. Así, cada cual lee “su” libro como si hubiera sido escrito para él mismo, para las necesidades de su alma.
  • Porque transmiten arquetipos universales y eternos. Es decir, estructuras de conocimiento y del inconsciente colectivo aplicables a toda la humanidad.
  • Porque el clásico se configura como un equivalente del universo, a semejanza de los antiguos talismanes.

 

La Odisea, según los estudiosos, al igual que la Ilíada, la otra gran epopeya de Homero, datan de aproximadamente el siglo VIII a. de C., y los hechos a los que supuestamente hace referencia ocurrieron supuestamente más o menos entre los siglos XIII y XII a. de C. Realmente, para quienes, educados en esa información, pueda ser muy importante fechar este evento, al igual que saber a ciencia cierta si Jesucristo existió como personaje histórico o simplemente es el nombre de un gran mito que ha conformado, junto a los griegos, toda la cultura occidental.

Pero eso no importa, porque tanto la Ilíada y la Odisea, como los Evangelios, no se refieren a personas físicas, –tampoco las niegan– sino a arquetipos que funcionan para modelar una cultura y, lo que es más, para transmitirnos un saber universal coincidente en todos los pueblos: la búsqueda del espíritu.

En todo ser humano hay un principio latente, que en cualquier momento de su vida puede manifestarse. Este principio, llámese Tao, Bhraman, Dios, Logos Universal, etc., nos llama con fuerza y algunas personas se ponen en camino para encontrar  repuestas a cuestiones fundamentales como “quién soy, de dónde vengo, a dónde voy, por qué existe el mal….”

 

Para ayudar a quienes se ponen en este camino, nacieron estos mitos en todas las culturas. Y lo hacen en forma de relato, la forma más inteligente y amena de transmitir una enseñanza. Estos relatos tienen muchos niveles de lectura, pues, como decíamos antes, no solo dan pistas sobre el camino espiritual, sino que conforman naciones, pueblos, filosofías y modos de vida.

 

Todo pueblo desea tener un origen divino -como todo ser humano, aunque no lo sepa- y para ello, de manera espontánea, construye en su seno la historia sobre sus orígenes, que va tomando forma a lo largo del tiempo, hasta que normalmente se escribe y se fija como el “relato de la patria”.

 

La Odisea cuenta las vicisitudes que ocurren a Ulises, u Odiseo, en el regreso a su patria, la isla de Ítaca. Odiseo, enfila sus naves de vuelta con sus compañeros, siempre protegido por la diosa Palas Atenea. Habrá de enfrentar la ira de Poseidón, dios del mar, en tempestades y naufragios, la tentación de vivir eternamente con la ninfa Calipso, o sucumbir al hechizo de las sirenas o a la fuerza del cíclope, entre otras cosas. Todo esto sin traicionar su anhelo -volver a reunirse con su mujer, Penélope, y su hijo, Telémaco, que hace 20 años lo vieron partir y que, ahora, se ven acosados por los pretendientes, un grupo numeroso de nobles que aspira a casarse con su mujer y destruir su hacienda.

 

Son de tal magnitud las proezas de Odiseo en su regreso a casa, y hasta tal punto han calado en el inconsciente colectivo, que hoy “odisea” se ha convertido en nombre común, definido, más bien adversamente como “un viaje largo, en el que abundan las aventuras adversas o favorables”.

 

A toda desventura, que no son pocas, en las que pierde a todos sus compañeros, el personaje responde con tres cualidades: el anhelo, la perseverancia y la inteligencia; por lo que cuenta con la ayuda de los dioses.  Esta última podríamos precisar que es una manera de decir que “el camino convoca las fuerzas necesarias para recorrer el camino”. Este inventario de virtudes podemos encontrarlo hoy en cualquier manual de autoayuda y, por supuesto, en la vida misma, en forma de ética, moral o religión. Sin embargo, algo que quisiera destacar es que el aspecto más interesante, aparte del literario, es el espiritual, es decir el tipo de energía o vibración sutil que emerge de sus páginas –diría que esa es su verdad– y el simbolismo de los hechos.

La interpretación de los hechos surge conforme nuestra conciencia identifica los símbolos espontáneamente, no partiendo de un inventario de los mismos si no que hay que desentrañarlos en el texto. Me refiero sobre todo al simbolismo espiritual.

Penélope, la mujer de Odiseo, para aburrir y frustrar a los pretendientes teje de día una tela que deshace de noche; así gana tiempo para no perder la esperanza en la vuelta del héroe pues, al igual que Ulises anhela su reencuentro. En este caso, se viene a la mente el simbolismo del alma que espera siempre a que el ser terrestre, a quien envuelve, madure a través de experiencias sin fin para hacerse grande y ser digna del Espíritu. Finalmente, Odiseo vuelve a Ítaca, enfrenta a los pretendientes y recupera su reino –el Espíritu, su ser original– y vuelve a ser el rey de sí mismo, la máxima potestad a que puede aspirar un ser humano.

 

El poeta griego Konstantino Kavafis ha expresado mejor que nadie las ideas, el mito de Ítaca, en su poema homónimo, el anhelo de partir, las experiencias del viaje, la sabiduría adquirida al final del camino. “Sabio como ya te has vuelto/sabrás al fin qué significan las Ítacas”.

Odisea es un libro sobre el camino, sobre la motivación para recorrer el camino, sobre las desventuras y peligros propios del camino, sobre las fuerzas que protegen al que camina. Sobre la unión con el ser original a donde lleva el camino, el reino del que uno mismo es rey.

 

Hemos obviado la naturaleza literaria de Odisea, algo que es ineludible al hablar de ella. Odisea es una de las cumbres de la literatura universal junto a Ilíada, el Mahabharata, Tao te King , la Biblia, Las Mil y una noches, la Comedia de Dante y algunas más. Es además el culmen de la excelencia narrativa. Pensemos en el episodio en el que, ya en la corte de los feacios, cuenta, en una magistral retrospectiva, sus aventuras hasta el momento.

 

Como en toda epopeya, la épica antigua, sus versos en hexámetros se recitaban o se cantaban por antiguos rapsodas en espacios públicos y privados .  Ahora las narraciones las podemos leer o ver en novelas, cuentos, películas, series, etc. Hasta las propias redes sociales son hoy un género narrativo de ficción, en el que cada cual construye su personaje. Sin embargo, no por ello, en la babel de la cultura de hoy, dejamos de encontrarnos, por ejemplo, el cine de Bergman, Passolini, Malick y otros, lugares donde se presume la pulsión espiritual, el espíritu del camino.

Hace poco, en la presentación de un libro para conmemorar el centenario del Ulises de James Joyce, un trasunto de la Odisea original, el autor del mismo, a la pregunta de qué autor consideraba el más grande narrador de todos los tiempos, contestó sin dudar: Homero.

 

Referencias

[1] Italo Calvino: Por qué leer los clásicos. Lumen. Barcelona, 1993. Siruela, Barcelona, 2019.

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Fecha: febrero 5, 2023
Autor: Pedro Villalba (Spain)
Foto: Pinterest CCO - Odissea

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