«Lo que me oprime, ¿es mi alma
tratando de salir a la luz, o el alma
del mundo llamando a mi corazón para entrar?»(Rabindranath Tagore – Stray birds, verso 168)
¿Cuál es nuestra verdadera vocación?
¿En qué gastamos nuestra energía en este mundo?
En nuestra existencia, desde muy pequeños, aprendemos a «luchar» por la vida: a estudiar, a trabajar, a producir…
Aprendemos que debemos ser independientes, responsables, comprometernos socialmente, contribuir a la mejora de este mundo, etc.
De hecho, durante la mayor parte de nuestro tiempo vivimos corriendo, agobiados, estresados. Y los mayores esfuerzos de nuestra vida se emplean solo para «asegurar» la supervivencia.
Sí, la supervivencia es necesaria para afrontar las condiciones establecidas por el mundo. Pero, ¿vivimos solo para eso? ¿O podemos vivir una vida diferente?
Una vida en la que la libertad sea total, la igualdad sea una realidad y la fraternidad prevalezca siempre… ¡Una vida en la que el Amor pueda experimentarse de verdad!
Estas aspiraciones nuestras no pueden realizarse en el contexto de la vida material, ¿verdad? Y nuestra vida cotidiana tiene poca relación con estas aspiraciones.
Pero si este problema nos atormenta, ¿por qué no empleamos nuestra energía en buscar una solución?
La vida «normal» está llena de obligaciones. Sí, es cierto; pero también de muchas distracciones, planes y proyectos de nuestra persona totalmente individualizada y egocéntrica. Y así seguimos con nuestras vidas.
Nos dejamos llevar por el “destino», esperando que la vida nos depare cosas buenas y que, en algún momento futuro, encontremos la felicidad.
En este guion, cuando surgen las inevitables dificultades de la vida, es habitual que recurramos a soluciones místicas, metafísicas o religiosas, que suelen estar representadas por la palabra Dios. En esos momentos, buscamos la verdad o, desesperadamente, deseamos comprender el verdadero sentido de nuestras vidas.
Sobre este asunto presentamos una reflexión de Jiddu Krishnamurti:
«La pregunta de si Dios, la verdad o la realidad –llámalo como quieras– existen, nunca será respondida por libros ni por sacerdotes, filósofos o salvadores. Nada ni nadie puede responder a esta pregunta, solo tú mismo, y por eso necesitas conocerte a ti mismo. Solo es inmaduro quien se desconoce totalmente a sí mismo. La autocomprensión es el principio de la sabiduría» (del libro «La libertad de lo conocido»).
Entonces, ¿dónde nos encontramos?
Hay un vasto mundo más allá de lo que existe en nuestra vida cotidiana. Si deseamos algo más allá de esta vida material, es a esto a lo que debemos prestar atención. Y si este deseo fundamental está presente, todo puede resolverse, ¡ya que damos el primer y decisivo paso!
El auténtico deseo de buscar una salida es lo que nos guía en el camino.
Y el camino comienza con el conocimiento de sí mismo. Conocimiento al que podemos acceder directamente, sin intermediarios ni maestros.
Nuestra vida, nuestra realización, ya no dependen de cambios externos que, por mucho que lo intentemos, no podemos controlar. Lo fundamental es cambiar nosotros mismos. Esta es la nueva realidad que se abre ante nosotros.
A pesar del miedo, la ansiedad y la preocupación, conscientes de lo que verdaderamente importa, ya no somos los mismos, pues hay una nueva perspectiva en nuestras vidas.
La autoconsciencia comienza con la capacidad de auto-observarse, de mirar realmente quiénes somos, sin ningún juicio. Es algo sencillo, pero desafiante, porque vivimos con el «piloto automático», guiados por una consciencia altamente individualizada y egoísta. El mundo está ahí fuera, exterior a nosotros, y vivimos en autodefensa, luchando contra todo lo que nos amenaza…
La auto-observación exigirá silencio. No solo el silencio de no hablar, sino un silencio profundo que abra un espacio en nuestro interior, en nuestra consciencia.
Hemos experimentado esto en algún momento de la vida. Son momentos que llegan inesperadamente, que suceden cuando estamos «distraídos», libres de la prisión de nuestra consciencia individualizada y limitada.
En esos momentos, accedemos a otra forma de consciencia que también hablaen nuestro interior. Una consciencia universal que no se separa, que no está encerrada en el espacio, que se comunica con todo y con todos simultáneamente. La percepción de esta consciencia es un paso importante hacia la libertad, hacia el conocimiento de la verdad de primera mano.
Empezamos a conectar con el mundo. Es el sentimiento expresado en los versos del poeta Tagore: «¿Es mi alma la que quiere fundirse con el infinito o es el alma del mundo la que quiere entrar en mi corazón?».
Sentimos esto como una revelación, experimentamos la verdad. Y queremos ir al corazón del mundo… guiados por la comprensión que emana de esta consciencia universal.
Este descubrimiento es abrumador. Es un camino irreversible que llenará toda nuestra vida.
Es una gran alegría darse cuenta también de que no estamos solos en este viaje, pues la búsqueda de una salida a los sufrimientos de la humanidad es un deseo compartido con otras personas. Quienes despiertan y recorren este camino son conscientes de que deben ayudar a sus hermanos y hermanas que están buscando.
Comenzamos a vivir una doble vida. Externamente, tenemos una vida normal, cumpliendo con nuestras obligaciones en este mundo material; pero, internamente, dedicamos nuestro tiempo y energía a comprender el sentido de la vida, del mundo… a buscar lo espiritual.
¿No es esta nuestra verdadera vocación?
Referencias
TAGORE, Rabindranath: Poesía mística (Poesía breve). Traducción al portugués de Ivo Storniolo. 1ª ed. São Paulo: Paulus, 2003.
KRISHNAMURTI, Jiddu: Libérese del Pasado. Traducción de Hugo Veloso. 1ª ed. São Paulo, Cultrix, 1989. En español Ed. Gaia. Madrid, 2008.