«La justicia [Maat] aparece en el corazón de la Luz Divina.» Con estas palabras Maat – la Diosa de la Verdad, el Equilibrio y el Orden – se describe a sí misma en las salas del Templo de Ibis, en el Oasis de Kharga.
Maat tiene la apariencia de una mujer que sostiene un cetro en una mano, la cruz anj en la otra y, a veces, está dotada de alas y lleva una pluma de avestruz en la cabeza.
Esta diosa representa el concepto más elevado de la filosofía egipcia; Maat personifica la Justicia y la Verdad: es fuente y, al mismo tiempo, realización:
«Emanada incesantemente del divino Ra, lo alimenta y es la intermediaria y el vehículo de su esencia».
Es el principio y el fin; en otras palabras, es la consciencia cósmica, la Ideación Universal, la Sabiduría esencial (Her-Bak Discípulo, capítulo XVI).
Pero ¿cómo se traducen estas palabras en nuestro mundo humano?
Maat es la consciencia del discernimiento, Maat es el juicio inherente en cada corazón humano; está en el Cosmos, es la Verdad de todo. Es la clave para la comprensión de los misterios egipcios, que contienen la amplitud filosófica del propio universo.
La palabra africana ‘Maat’ traducida significa Verdad, Justicia, Equilibrio y Orden.
Lo que confirma esta tesis es, pues, la misma lengua egipcia que, uniéndose a la vibración de Maat, nos lleva precisamente al término y al significado de «verdad.»
Con razón, pues, Maat es verdad y orden, Maat es armonía y equilibrio, aspectos que en su ausencia no existirían, ya que Maat se opone al caos, siendo ella misma el orden del propio universo.
Recordamos que las creencias egipcias pretendían que el cosmos estuviera dotado de un orden absoluto, cuyos ciclos mostraban perennemente su constancia y regularidad. Todo era, pues, perfecta armonía y, gracias a Maat, los egipcios sabían que el universo, y todo lo relacionado con él, se basaban en un único principio – exactamente lo que más tarde los griegos definieron como principio básico del universo, es decir, Logos. «Al principio era el Logos, el Logos estaba con Dios y el Logos era Dios». (Evangelio de Juan 1,1).
Pero Maat no era solo un principio en sí, era una realidad que permitía que el Sol saliera, las estrellas resplandecieran y la humanidad pensara.
Además, Maat era juez incluso en el más allá, donde el corazón del difunto era pesado precisamente por Maat o, mejor dicho, por la pluma que le surcaba la cabeza.
Si el difunto había actuado en desacuerdo con los principios de Maat, entonces su corazón sería devorado por Ammut – la diosa de la cabeza de cocodrilo, la parte superior del cuerpo de leopardo y la inferior de hipopótamo. Sucedería de otra manera si el corazón pesaba tanto como la pluma: en este caso podía decirse que el alma era pura y, entonces, era conducida por Osiris más allá de las estrellas.
Esta fue también la razón por la que diversos faraones se llamaron a sí mismos «Meri Maat» o «Amados por Maat».
Dentro del templo de Amón, en Karnak, Hatshepsut levantó un pequeño templo en honor de Maat: parece que en su tiempo, fue Ra quien quiso su existencia y su esencia, con el fin de transmitir luz, fuerza y paz.
¿Pero cómo podría el alma humana fundirse en los principios de Maat? ¿Cómo vivir en equilibrio con todas las expresiones de la naturaleza acordes a la manifestación del Uno?
Con este propósito, Maat manifiesta su universalidad mediante la redacción de 42 reglas que, además de asemejarse increíblemente a los mandamientos cristianos, encierran un significado que hay que leer también desde un punto de vista simbólico, pues una lectura literal no habla al corazón humano…
Pero ahora volvamos al principio:
«La justicia [Maat] aparece en el corazón de la Luz Divina».
Y ahora centrémonos en el presente.
¿Cuál es la importancia del corazón?
¿Dónde está la Luz Divina?
Es esencialmente en el corazón donde se manifiesta la Sabiduría Divina, mediante un suave pero poderoso toque que resuena en todo el Cosmos.
La mente puede olvidar, pero la semilla lanzada en el corazón del hombre nunca podrá ser erradicada, puesto que el terreno habrá sido cuidado y bien protegido por el amor y la voluntad del Gran Jardinero.
Del mismo modo se manifiesta el Ojo de Ra: este percibe y sintoniza la Luz proyectándola en el mundo, una Luz que permite al ser humano ver, y confiere al hombre que busca una fuerza sobrenatural que proviene de una dimensión diferente, la Divina.
La Luz Divina es la Luz que revela el orden mágico de todas las cosas.
Esta magia también crea una unión singular entre el corazón y el ojo, dos órganos aparentemente distintos, pero íntimamente relacionados: la sabiduría del corazón conduce a la irradiación de los ojos en forma de Luz.
Maat y su esencia – es decir, el orden que se manifiesta gracias a la armonía cósmica – parece estar en sintonía con el pensamiento taoísta, según el cual el equilibrio nace en el momento en que la armonía de todas las cosas participa en el proceso vital de todo el cosmos.
Y aquí estamos, una vez más, ante un lenguaje que no conoce barreras: de norte a sur, de este a oeste, el Espíritu habla con la misma voz en todas partes.