«El acto más sublime es poner a otro delante de ti.» (William Blake) [1]
¿Cómo se relaciona el pensamiento con el sentimiento y la voluntad?
Steiner responde a esta pregunta con una propuesta antropológica. Afirma que, al sentir, solo estamos conectados con nosotros mismos, pero al pensar estamos conectados con el mundo entero. “El pensamiento es el elemento a través del cual participamos en los acontecimientos generales del cosmos; el sentimiento es aquello a través de lo cual podemos retirarnos a los confines de nuestro propio ser.” (108 y ss.). La paradoja de la libertad se convierte en una paradoja antropológica, porque el ser humano se caracteriza por esta “doble naturaleza” (108).
Sin embargo, debemos preguntarnos si nuestro pensamiento nos cierra al mundo y a los demás tanto, o más, como lo hace nuestro sentimiento y, por anto, si nuestro sentimiento nos conecta con los demás y el mundo. Hay al menos tanta evidencia de esto como de la declaración de Steiner.
Una mirada más cercana al texto nos muestra que Steiner es a menudo ambiguo en este punto. Ya en el primer capítulo dice en un gesto patriarcal que “el pensamiento es el padre del sentimiento”, pero por otro lado también, “el amor abre […] los ojos” (25). En otras palabras, el amor también tiene una cualidad de conocimiento. No solo eso, el amor también se convierte en la característica decisiva de la libertad de acción. “Solo cuando sigo mi amor por el objeto soy yo mismo quien actúa. […] No reconozco ningún principio externo de mi acción, porque he encontrado en mí mismo la razón de la acción, el amor de la acción. No examino intelectualmente si mi acción es buena o mala; lo hago porque es mi predilección” (162).
El propio Steiner no ignoraba esta paradójica indeterminación de sentir, pensar y actuar y esta cuestión la resuelve a través de un principio dinámico. Entre el sentir y el pensar, entre el retraimiento y la apertura al mundo, hay un “continuo vaivén” (109), “como un péndulo viviente” (182). La imagen del péndulo se refiere a una tarea de desarrollo en curso en la que es importante que el individuo «recoja en sí mismo el material de transformación» (170) y se convierta en un ser libre. Para ello, el pensamiento, el sentimiento y la voluntad, así como el consciente y el inconsciente, la autodeterminación y la determinación por parte de otros, se encuentran en una interacción en desarrollo. Este no es un proceso en el que se ejecutaría un programa predefinido; de lo contrario no sería libre. Más bien, es un proceso creativo. Es creatividad en acción.
¿Cómo se relaciona el pensamiento con la otra persona?
Para explicar la respuesta de Steiner a esta pregunta, me gustaría referirme a otra persona. En 2020, Kae Tempest, artista de la palabra hablada y poeta, publicó Essay On Connection (Ensayo sobre la conexión). A partir de entonces, ya no escribe con el nombre femenino Kate, sino que creará el nombre no binario, es decir, independiente del género, Kae. Como resultado de su proceso, Tempest escapa así al orden general de género “masculino” o “femenino” y fortalece el principio de individualidad sobre el de los términos y clasificaciones generales. Podría seguir a la perfección las reflexiones del el último capítulo del libro La filosofía de la libertad de Steiner, en el que este declara esencial la individualidad de la persona y condena los rígidos roles de género. En opinión de Steiner, no solo las personas deberían emanciparse, sino que el pensamiento también debería transformarse en consecuencia. “Así como la individualidad libre se libera de las peculiaridades de la especie, así el conocimiento debe liberarse de la forma en que se entiende lo genérico” (341).
Después de las reflexiones y experiencias de Tempest sobre la interconexión, la paradoja de la libertad ahora se conecta con la exigencia de Steiner de pensar de una manera no rígidamente genérica. Sin embargo, Tempest no cita la experiencia del pensamiento como el principio de interconexión, como lo hizo Steiner, sino la de la creatividad. Tempest dice que encontramos la base para la comprensión emocional en la creatividad. Cuando escuchamos narraciones, nuestro oído también es emocional; surgen en nosotros actitudes de cuidado y empatía que son a la vez creativas. “Una conexión creativa acerca a una persona a sí misma cuando ha comenzado a desviarse; esta proximidad es grande y fomenta un enfoque más profundo y una mejor escucha, lo que a su vez vuelve a alentar un sentimiento más profundo de conexión”. (66/56)
Tempest se concentra más que Steiner en los procesos energéticos de comprensión y escucha. Pero igualmente importantes para Tempest son los aspectos de la práctica y desarrollo. “La práctica diaria de conectarse intencionalmente con la historia de otra persona puede ofrecerme a mí, el lector comprometido, un ejemplo vivo de cómo abordar un intercambio sin ser explotador, violento o egoísta” (68/56). Aquí también parece como si Tempest retomara y completara las palabras de Steiner y su filosofía de la libertad en la vida concreta, con la práctica apasionada. “La individualidad solo es posible cuando cada ser individual conoce al otro solo a través de la observación individual” (165 y ss). Notemos la afirmación categórica de Steiner: ¡solo a través de la observación individual! El lema de William Blake citado al principio se convierte aquí en un programa. El pensamiento, que en las relaciones individuales también puede experimentarse como separativo, puede subordinase a la experiencia individual-emocional y a la actividad creativa-espiritual, sin que ello le reste importancia. Más bien, se convierte en una parte integral de los procesos de transformación de los que el trabajo de Steiner y Tempest dan testimonio cada uno a su manera. También estimulan, si no exigen, pensar y estar conectados para la lectura de sus obras,
