Un vistazo a la historia mundial revela una cadena interminable de conflictos entre comunidades, ciudades, pueblos y naciones: guerras, violencia, sufrimiento y desprecio por la vida.
A primera vista, muchos de estos enfrentamientos se libran en nombre de intereses políticos y económicos, nacionalismos, ideologías, religiones y prejuicios.
Incluso en nombre de la paz y del desarrollo se han construido vastos imperios basados en el poder de un centro dominante, pero solo se ha logrado una paz efímera. Se inauguran monumentos a la paz y, unos años más tarde, reaparecen los mismos conflictos.
En 1932, en una carta a Einstein, Freud argumentó que el principal impulso que lleva a los seres humanos a la guerra es un deseo natural de agresión. La inclinación a la hostilidad entre los seres humanos —presente en todas partes y el mayor obstáculo para la civilización— es, para él, un hecho psicológico fundamental. Incluso si se resolvieran todas las dificultades políticas y económicas, la tendencia a destruirse y humillarse unos a otros persistiría. Freud escribió que estos dos instintos —la vida (Eros) y la muerte o la destrucción (Thanatos)— están en conflicto perpetuo y entrelazados.
En este sentido, Krishnamurti sostenía que no basta con cambiar el mundo exterior; lo que se necesita es una revolución psicológica total en nuestro interior. Este conflicto interno es mucho más complejo, y es la raíz de los conflictos externos. Tal transformación traería, de forma natural e inevitable, cambios en las estructuras sociales, en nuestras relaciones y en todo lo que hacemos.
La pregunta que planteamos vincula dos profundas tradiciones filosóficas: el pensamiento hermético y el pensamiento de Heráclito, las cuales abordan el choque de los opuestos, aunque por caminos diferentes.
Freud refleja la visión de Heráclito de que el mundo está hecho de conflictos, y que esos conflictos son necesarios y eternos. No hay creación sin destrucción, no hay salud sin enfermedad, no hay justicia sin injusticia.
Para Heráclito, los opuestos no son un problema que haya que superar, sino la esencia misma de la vida. Sin conflicto no hay movimiento; sin oposición, no hay identidad. El conflicto es la fuente de la realidad: pone el mundo en movimiento y genera la transformación. Las cosas se definen a sí mismas por sus opuestos.
Krishnamurti, por su parte, se alinea con la idea hermética que propugna la unidad esencial del Ser —libre de opuestos— y el retorno a una conciencia divina en la que todo es uno.
El pensamiento hermético apunta a la posibilidad de poner fin a todo conflicto, ya que considera la consciencia atada el mundo dual (luz/sombra, bien/mal, yo/otro) como un estado de consciencia inferior.
Dentro de esa tradición, el mundo material —lleno de conflictos, muerte, limitaciones y oposiciones— se considera una ilusión o una prisión espiritual. El objetivo del alma, entonces, es volver a la Unidad trascendiendo los opuestos.
Frente a estas perspectivas, nos vemos obligados a reconsiderar lo que entendemos por paz. ¿Es la ausencia de conflicto —como propone el pensamiento hermético— o la aceptación lúcida de su inevitabilidad —como propone Heráclito?
Si Freud nos advierte sobre el poder de los instintos destructivos y Krishnamurti señala la urgencia de la transformación interior, tal vez la respuesta no se encuentre en una utopía externa, sino en un camino de autoconocimiento, en el que reconozcamos los opuestos dentro de nosotros mismos.
La paz permanente, entonces, puede que no sea un estado definitivo, sino un proceso dinámico de integración de contrarios: una búsqueda continua del equilibrio entre Eros y Thanatos, entre la luz y la sombra, entre el mundo tal y como es y el mundo tal y como podría ser.
Por lo tanto, la pregunta «¿Es posible la paz permanente?» sigue abierta, no como un desafío que debe resolverse de una vez por todas, sino como una invitación a construir una consciencia capaz de trascender el conflicto sin negar su presencia en el corazón de la existencia.
Referencias
Einstein, A. y Freud, S. : ¿Por qué la guerra? Instituto Internacional de Cooperación Intelectual. París, 1933. Serie Cartas abiertas, n.º 2. Recurso electrónico. Disponible en: https://archive.org/details/freud-einstein-1933-war
Krishnamurti, J. : La raíz del conflicto. Ed. Paidós.
Heráclito: Fragmentos. Traducción, introducción y notas de José Cavalcante de Souza. São Paulo: Abril Cultural, 1973. (Colección Los Pensadores). En español, diversas ediciones.
Hermes Trismegistos: La aflicción del alma. Fundación Rosacruz.
