La leyenda encuentra su base en Jorge de Capadocia, supuestamente nacido hacia el siglo III d. C. El futuro santo canonizado por el Papa Gelasio I, en el año 494, era hijo de una familia romana de nobles acomodados, de religión cristiana.
Su leyenda, si bien existen diversas versiones, puede resumirse como sigue:
un feroz dragón devastaba la región de Silca, llevándose a niños, jóvenes y mujeres, que acababan muertos. Un día, el dragón exigió que le entregaran a la bella hija del Rey de Silene. El monarca se resistió a tal petición, y ofreció todas sus pertenencias a cambio de la vida de su hija. Ante tal propuesta, el pueblo indignado exigió al rey que entregara a su hija. Con el fin de apaciguar los ánimos de sus subordinados, el monarca aceptó entregar la princesa al dragón. Tras bendecir a su hija, la dejó fuera de las murallas como presa para la fiera. En ese momento, llega Jorge a la ciudad y pregunta a la joven por la causa de su desconsolado llanto. Enterado de la situación, el caballero ofrece su ayuda a la princesa. Llega el dragón, Jorge monta en su caballo blanco, saca su espada y se enfrenta a la fiera. Tras una lucha encarnizada, el santo vence a la bestia.
Es evidente que la leyenda está unida a diversas órdenes caballerescas participantes en las cruzadas, y a la defensa del pueblo cristiano contra los infieles; además recoge historias apócrifas llenas “de extravagancias y maravillas más allá de cualquier credibilidad«, según consta en el “Acta Sanctorum” (las “Actas de los santos”), una recopilación de las diferentes tradiciones sobre los santos, comenzada en el año 1643.
Curiosamente, el mito, tal como se celebra en tierras catalanas, está vinculado a la fiesta de la Rosa (símbolo del principio espiritual presente en el ser humano), y del Libro (símbolo de la sabiduría), fiesta en la que se conmemora la festividad de San Jorge (23 de marzo).
La leyenda de San Jorge y el dragón oculta un sentido claramente esotérico, que trataremos de poner en evidencia. Veamos, en primer lugar, el simbolismo del dragón. El dragón (del latín draco, y éste del griego drakon, “serpiente”) abarca diferentes simbolismos, acordes con las diferentes culturas. Curiosamente, en la cultura helénica se nos presenta como un animal guardián de tesoros: Ladón, dragón de cien cabezas que cuidaba las manzanas de oro del jardín de las Hespérides; Fafnir, el dragón custodio del tesoro de los nibelungos, en la mitología nórdica, cuya sangre hizo casi invulnerable a Sigfrido, y relacionado con la sabiduría (el Caduceo, Uróboros…); en la India se identifica con Agni, dios védico del fuego. También, el dragón ha quedado asociado a lo demoníaco, al mal, a la destrucción y a la impiedad (Leviatán, Cuélebre…).
Vemos así que el dragón es uno de los animales mitológicos cargados de mayor simbolismo. Tal simbolismo se aclara cuando nos percatamos de que el dragón, o serpiente alada, representa el fuego serpentino que corre por nuestro sistema cerebro espinal con sus siete chacras; de ahí que en muchos mitos se nos presente con siete cabezas.
Debemos aclarar que, en realidad, existen dos tipos de fuegos serpentinos y tres fuentes de “kundalini”. Generalmente al hablar de “Kundalini” se hace alusión a la energía invisible representada por una serpiente –o dragón– que duerme enroscada en el chakra base, y cuyo despertar permite la adquisición de diversos poderes ocultos (clarividencia, etc.). La “Kundalini” es una energía tan poderosa e incontrolable que, con suma facilidad, puede escapar a todo control y convertirse en una energía devastadora, tanto a nivel físico como anímico. En tal caso, estamos ante el dragón devastador que devora a niños y jóvenes (a quienes no han madurado espiritualmente), y a jóvenes princesas (al alma). El caballero (el iniciado), protegido con su coraza, con espada en mano (símbolo del Espíritu), debe enfrentarse a esta poderosa fuerza y vencerla. ¿Cómo? Detallar este proceso nos llevaría, necesariamente, a dar muchas explicaciones previas, por lo que nos limitaremos a señalar que el candidato experimentado no despertará jamás la “kundalini” del chakra base, sino que centrará su interés en la “kundalini” del corazón y, posteriormente, en la “kundalini” de la cabeza. Solo una vez despertadas estas dos fuerzas espirituales, estará preparado para enfrentarse a la “kundalini” del chakra base, cuya victoria le aportará la total transformación de su ser.
Podemos concluir que la lucha de San Jorge contra el dragón, representa el combate que el candidato al proceso de iniciación debe llevar a cabo contra todas las ataduras, y todo el “karma” acumulado en su campo micro-cósmico. Una vez que se ha dado muerte al dragón, su sangre (el fuego serpentino renovado por el Espíritu) le conferirá el elixir de la inmortalidad.