El inicio del camino espiritual suele estar marcado por una profunda inquietud, una incómoda sensación de estar fuera de contexto, una inexplicable angustia o nostalgia.
Es un momento de una crisis, más o menos conscientemente experimentada, que podríamos caracterizar como una sagrada insatisfacción. Algo que se agita en el interior impulsa a la persona a buscar respuestas, respuestas a las grandes preguntas de la vida; ¿Quién soy, ¿qué soy y hacia dónde voy? Y, aunque aún no entienda completamente lo que está buscando, se ve impulsado a comenzar esta búsqueda.
Los instintos, la intuición y la conciencia se mezclan mientras la vida le presenta los resultados de su búsqueda. Como regla general, con el tiempo estos resultados se muestran incapaces de satisfacer una profunda necesidad interior, incluso cuando esta necesidad todavía no se entiende completamente.
Gradualmente, se vuelve consciente de todo lo que ya no satisface. Lentamente, una a una, esas cosas de su vida exterior que una vez capturaron su atención, comienzan a perder su agarre y se desvanecen. Se vuelve cada vez más consciente de que está buscando algo superior, algo duradero, algo que no es relativo o temporal, algo que no proviene de su antigua vida.
Entonces empieza a sospechar que las respuestas a sus impulsos de realización son de otro tipo. Todo lo que antes estaba tan lleno de promesas pierde su brillo y sus intereses se desplazan hacia la comprensión de la esencia y la naturaleza del propio anhelo.
El vacío interior, la incomodidad antes mal entendida, adquiere un significado más profundo y se reconoce como una llamada espiritual, un mandato para la realización de algo radicalmente diferente de todo lo logrado previamente. Tan diferente, ¡que puede describirse como un anhelo trascendente!
¿Hacia dónde puede llevar este impulso en este mundo marcado por las alternancias y la relatividad? ¿Cómo podría lograr algo tan elevado como aquello de lo que habla esta voz interior? ¿Sería digno o incluso capaz de lograrlo?
Esta duda es la expresión de humildad propia de un buscador de la Verdad. Es profundamente consciente de que está desprovisto de verdaderos valores o facultades espirituales, que de hecho es pobre de espíritu. Sin embargo, algo en su interior da testimonio de una realidad sublime totalmente diferente. Su sed espiritual continúa creciendo hasta hacerse irresistible, lanzándolo a un viaje de autoconocimiento, un viaje para la realización de esta llamada superior, de su elevada vocación.
Como en cualquier viaje, puede ser guiado por los que lo han precedido en el camino, e incluso puede reconocer algunos de los puntos de referencia en este camino, pero nadie puede caminar por él o guiarle a la fuente interior en las profundidades de su ser. Tendrá que hacer esto por sí mismo. ¿Pero cómo?
Justamente cuando su conciencia está totalmente involucrada en esta búsqueda de la única respuesta, los destellos del camino vienen a él. Su conciencia experimenta destellos de iluminación, a veces claros, a veces más incompresibles y vagos, pero todos apuntando en cierta dirección. Estas experiencias también lo ponen en contacto con otros que, como él, también buscan respuestas.
El buscador finalmente encuentra una escuela espiritual donde recibe la ayuda de una comunidad comprometida a realizar el cambio interior necesario para su vocación trascendente. Percibe por fin el camino bajo sus pies y ya puede dar pasos firmes, acompañado de innumerables personas, con la certeza interior de un único objetivo: transformarse para trascender.
