«La divinidad reveló su rostro oculto. Ahora la gran Madre-Mundo se erguía en ella» Sri Aurobindo [1]
Tengo la impresión de que, desde hace algunos años, una delicada corriente subterránea se hace sentir en la consciencia de las personas, al principio tímidamente, como una fina vibración, últimamente cada vez con más claridad, con fuerza y esperanza. En este artículo me gustaría referirme a esta vibración, a esta fuerza espiritual, como lo Sagrado Femenino.
Qué es este Sagrado Femenino en su esencia más profunda, cómo funciona, cómo aparece –todo esto necesita ser explorado más profundamente–. Tengo la corazonada de que el poder de lo Sagrado Femenino será de suma importancia en este tiempo de transformación y puede ser una preparación para el despertar humano.
Desde hace algún tiempo, tengo la buena costumbre de sentarme al piano por las mañanas y tocar y cantar canciones sagradas de diversas culturas espirituales; por ejemplo, del sufismo, el budismo, el hinduismo, el judaísmo, la Rosacruz.
Noto que una vibración muy fina recorre mi cuerpo etérico, que abre el corazón y desencadena la sensación de estar íntimamente conectado con el gran tejido de lo SANTO.
Otros impulsos importantes para que yo rastreara lo Sagrado Femenino fueron dos libros: primero, el bestseller mundial del filósofo de la cultura Charles Eisenstein (Es posible conocer el mundo más bello que conoce nuestro corazón, [2]) publicado en 2013, y más tarde también la novela de la botánica estadounidense Robin Wall Kimmerer /Braided Sweetgrass, Una trenza de hierba sagrada) [3]) publicada en Alemania en 2021.
Ambos libros señalan que nuestra cultura occidental se caracteriza por una consciencia separadora que, esencialmente ha originado la actual crisis mundial (cf. la sabiduría de los nativos KOGI del altiplano colombiano, [4]).
La actitud que acompaña la consciencia de separación y desapego puede esbozarse de la siguiente manera: el ser humano se concibe a sí mismo como un individuo independiente entre otros individuos independientes en un universo del cual es independiente. Se siente separado de la materia, del espíritu, de todas las demás almas. En su necesaria autoafirmación, está en competencia con los demás individuos y, por tanto, quiere ejercer el mayor control posible y perseguir su propio interés en la mayor medida posible. Quien quiera superar este «programa biológico» más o menos despiadado, lucha «por cosas más elevadas». Esta persona considera que el alma está separada del cuerpo. Lo sagrado no forma parte de este mundo.
Eisenstein y Kimmerer contrarrestaron el «paradigma de la separación», que había prevalecido hasta entonces, con una perspectiva completamente distinta de la creación y la vida, el «paradigma de la interconexión mutua». Conciben la Tierra y el universo como un organismo vivo, como un «gran tejido» en el que todas sus criaturas, (piedras y minerales; plantas; animales; seres humanos; los elementos fuego, tierra, agua y aire, así como sus espíritus elementales; los planetas y los sistemas solares; las jerarquías espirituales) se comunican e interactúan entre sí recíprocamente y, por tanto, están íntimamente interconectadas. Hablan de un tejido sagrado en el que todo está interconectado, donde cada acción es, por tanto, significativa y repercute en el conjunto.
El sentido, la conciencia y la inteligencia son propiedades intrínsecas de la materia y del universo. (Eisenstein)[5].
Así pues, lo sagrado está en medio del mundo, está en lo más íntimo de cada criatura, en lo más íntimo de la tierra, en lo más íntimo del sol (cf. también Teilhard de Chardin,[6]).
Los libros de Eisenstein y Kimmerer dejan claro que la crisis ecológica (como todas nuestras crisis) es una crisis espiritual. ¿Cómo se ha podido llegar a esto?
La cultura judeocristiana de Occidente se caracteriza por una imagen «masculina» de Dios. En el judaísmo, se trata de un Dios punitivo que expulsó a los humanos del paraíso. En el cristianismo, este Dios iracundo del Antiguo Testamento fue sustituido por un Dios de dulzura y amor. Este Dios cristiano se encarnó en la tierra en la figura de Cristo, pero luego ascendió de nuevo desde la cruz a su Padre celestial. En lo más profundo del subconsciente seguimos llevando, más o menos dentro, la imagen de un Dios distante e iracundo.
Bajo el dominio de un Dios «masculino», hemos desarrollado las ciencias y adquirido la capacidad de controlar nuestro entorno en algunas cuestiones. En el proceso, sin embargo, nos hemos aislado de la interdependencia sagrada de todas las cosas creadas, y en nuestra vida cotidiana hemos perdido nuestra relación con lo divino en todas sus formas. (Llewellyn Vaughan-Lee)[7]
En cambio, la visión de la interconexión descrita por Eisenstein y Kimmerer nos abre los ojos a lo Sagrado Femenino de la creación. La totalidad de la vida en su sacralidad pertenece al lado femenino de lo divino.
En contraste con Su imponente trascendencia, Ella encarna la amorosa y cuidadosa presencia divina. (Llewellyn Vaughan-Lee,[8])
¿Cómo se combinan estas palabras con la frase de Cristo: «Mi reino no es de este mundo»? ¿Y con el hecho de que tras su resurrección se mostró en un cuerpo completamente distinto, un cuerpo etéreo, inmortal, con el que pudo ascender al cielo? Esta «corporeidad» puede considerarse verdaderamente sagrada.
En La Flauta Mágica de Mozart también se plantea un interrogante sobre lo Sagrado Femenino en la creación. En ella, el impío femenino cósmico, se revela de forma impresionante bajo la forma de la Reina de la Noche. Es la madre oscura que quiere mantener a sus hijos prisioneros en su esfera.
Echemos un vistazo a nuestro mundo. ¿Acaso no conocemos, aparte de todo el encanto, la compulsión que ejercen los sexos entre sí, las poderosas fuerzas de la madre oscura? En los misterios egipcios se la llama Nephtys. Su hermana Isis simboliza el orden superior y divino de la naturaleza, lo Sagrado Femenino.
No es fácil describir lo Sagrado Femenino. No se puede definir con claridad. La divinidad femenina se ve atrapada involuntariamente en un solo término. A veces se la llama «Diosa», a veces «Anima Mundi», a veces «Sofía» o «Isis», o «Madre Divina» o «Madre del Mundo».
Pero es de gran importancia comprender que lo Sagrado Femenino no está en absoluto en oposición o contradicción a lo masculino. Lo Sagrado Femenino va de la mano con lo Sagrado Masculino. La Madre Divina es una con el Padre Divino. Ella le da a él, el generador de los impulsos, el rostro, su forma cósmica que todo lo abarca. Él se ve a sí mismo en ella. Los dos son uno, como el Yin y el Yang. Lo divino está más allá de toda división.
Por tanto, lo Sagrado Femenino no tiene nada que ver con el género, nada que ver con la clasificación de género. Lo Sagrado Femenino es lo Divino que da forma a lo informe, le permite revelar su riqueza. Y esto ocurre a través de la creación que ambos generan en un entrelazamiento, en perpetuos actos divinos de procreación.
Así pues, podemos decir que existe una primera creación, un mundo sagrado, inexpugnable: el mundo Espíritu-Alma. Nuestro mundo, en el que las cualidades se han separado la una de la otra, es un como un desbordamiento de esa primera creación.
Para nuestra consciencia occidental, racional y lineal, lo divino en su interacción de «masculino» (=impulsivo, sin forma, no revelado) y «femenino» (=recibir, dar a luz, revelar) es difícil de entender. Una y otra vez a lo largo de la historia
–debido principalmente a la influencia de la Iglesia– ha habido una falta de comprensión, incluso una devaluación de lo femenino. Se ha calificado a lo femenino de «peligroso», de «terrenal y atado a la tierra», incluso de factor en el camino espiritual que había que superar.
No se reconocía que lo masculino, en nuestro mundo, puede estar ligado a la tierra de la misma manera que lo femenino. Ambos aspectos apuntan a su dimensión superior oculta en la que son uno. Hay que volver a aspirar a esta unidad. Nuestro mundo es la escuela de formación para ello.
En la Divina Comedia, Dante describe la ascensión a lo Sagrado Femenino, a María Reina del Cielo. Dante solo puede entrar en esta esfera con la ayuda de Beatrice. El Sagrado Femenino cósmico solo permite entrar en su esfera a aquellos que han alcanzado el Sagrado Femenino en ellos mismos. Beatrice puede entenderse como un símbolo del cuerpo de la resurrección que Dante alcanza en el transcurso de la Divina Comedia.
En la tradición oriental, especialmente en la espiritualidad india, encontramos una veneración íntima de la Madre Divina en todos sus aspectos: La Madre Natal (Ambe), La Madre Divina (Jagadambe), La Madre Sagrada (Mata Bhavani), La Madre Nutricia (Durga Tinashini), La Madre Cósmica Oscura (Kali), La Madre Suave y Encantadora (Uma), La Reina Divina (Sita) y La Madre Elemental (Radha Rukha Mane). (cf. Hagara Feinbier) [9].
El maravilloso mito indio de Shiva y Shakti también venera el poder de lo Sagrado Femenino y describe cómo la pareja divina Shiva – Shakti necesita un largo y doloroso proceso para unir los polos extremos del ascetismo y el éxtasis, de la independencia y la fusión simbiótica, de la aversión al mundo y el devoto «cuidado del mundo» en una conciencia madura.
Muchos mitos y cuentos de Oriente y Occidente nos hablan de siete o doce hermanos convertidos en cuervos que deben ser redimidos por una hermana.
¿Es acaso esta hermana redentora un símbolo de lo Sagrado Femenino? ¿Quiere darnos pistas para nuestra práctica espiritual, para nuestra vida cotidiana?
¿De qué manera puede inspirarnos lo Sagrado Femenino para los retos de la nueva era? Fijémonos en el plano sagrado que impregna nuestro mundo y del que Goethe dice en su Fausto «El eterno femenino nos atrae hacia él». Nos llama «al orden», al orden superior del ser humano.
Lo Sagrado Femenino no excluye, sino que envuelve e integra.
Lo Sagrado Femenino puede hacernos ver cómo están conectadas las diferentes partes de la vida. Puede mostrarnos las pautas de las relaciones y las interconexiones que nutren la vida. Lo Sagrado Femenino proporciona espacios para la evolución. Protege, envuelve y muestra devoción y cuidado. Extiende amorosamente su manto» (véanse las representaciones de María). Puede ayudarnos a ver conscientemente lo que captamos intuitivamente: todo forma parte de un todo vivo y orgánico en el que el conjunto de la creación se comunica entre sí y cada célula creada expresa el todo de manera única.
El camino de la evolución del alma no es un camino recto y lineal en el que se puede dejar de lado todo lo que «molesta». Es un camino dinámico que exige trascendencia, santificación. Lo Sagrado Femenino puede enseñarnos que toda experiencia honestamente evaluada y reflexionada es de gran importancia. El camino del alma avanza en líneas serpenteantes, también conduce a callejones sin salida y necesita giros una y otra vez.
El crecimiento del alma no se produce a través del ascetismo o la exclusión, sino a través de la observación atenta y la evaluación, a través del reconocimiento intuitivo de lo sagrado, que brilla a través de todas las cosas vivas y (a su manera) nos «habla» continuamente.
Lo Sagrado Femenino da a luz el ritmo de lo sagrado.
Este ritmo se llama inhalar y exhalar. Lo Sagrado Femenino sabe que “ser” es más importante que “hacer”. Con demasiada rapidez pensamos que nuestros propios conflictos y los problemas del mundo solo pueden resolverse a través de la «actividad» y el «hacer» continuos. Pero es precisamente este enfoque en la «actividad incesante» lo que nos ha llevado a situaciones críticas.
En el silencio reside el mayor poder. En él podemos sentir el ritmo divino e intentar sintonizar con él.
Lo Sagrado Femenino concede espacio a la presencia corporal.
Somos criaturas de lo divino y debemos serlo tanto en nuestra corporeidad como en nuestra estructura anímica y espiritual. Nuestra existencia corporal, nuestra presencia corporal y nuestro «estar presentes juntos» tienen una importancia elemental ([12]). Nuestra sexualidad también puede convertirse en una expresión de lo sagrado, un reflejo de la «sexualidad divina» que se realiza creativamente en una estructura hermafrodita. En el Cantar de los Cantares se describe de forma conmovedora este camino.
Lo Sagrado Femenino encarna la presencia divina amorosamente cuidadora.
Lo Sagrado Femenino nos muestra que la vida espiritual no es una vida rupturista, una vida apartada de las esferas espirituales, sino más bien, visto desde fuera, una vida completamente normal. Cada pequeño acto cotidiano es significativo: estar junto a las personas, los animales, las plantas. Si esta unión tiene lugar sobre la base y en la conciencia de nuestra esencia interior, es santificada, es curada. Lo Sagrado Femenino actúa en la presencia amorosa, nada llamativa, en nuestras relaciones, en nuestra familia, en el vecindario, en nuestro entorno. Aquí se manifiesta. «Por sus frutos los conoceréis». ¿Son frutos de la naturaleza superior o frutos que pertenecen al mundo de los opuestos? Podemos sentir y estimular lo sagrado en lo más profundo de cada criatura.
Lo Sagrado Femenino nos enseña la sabiduría de recibir y escuchar.
Lo Sagrado Femenino nos muestra cómo el amor y el anhelo pueden crear un espacio en el corazón para conectar con lo Divino. Cuando nuestro corazón está abierto, todo lo que necesitamos en ese momento viene a nosotros.
Al igual que una madre a menudo sabe intuitivamente cómo escuchar a sus hijos para percibir sus verdaderas necesidades, Lo Sagrado Femenino nos enseña cómo escuchar interior y exteriormente la vida, cómo participar en el gran misterio.
Escuchar es una cualidad esencial para recibir. Podemos aprender a escuchar, a estar atentos hacia dentro y hacia fuera, y a estar atentos a las señales que nos dicen de qué va realmente la vida. La vida es una expresión directa de lo divino, una imagen en el plano material. Podemos aprender a percibir la presencia oculta de lo Divino en la materia, en la naturaleza.
Lo Sagrado Femenino desarrolla el diálogo creativo.
Lo Sagrado Femenino tiene una visión de conjunto. Siente las diversas interrelaciones y sabe intuitivamente cómo funcionan juntas. Quiere llevar las diferentes perspectivas y puntos de vista de las criaturas del gran tejido a un proceso constructivo de unión sinérgica, a un diálogo verdaderamente creativo.
Podemos aprender no solo a hablar desde lo que ya sabemos, lo que hemos leído, lo que forma parte de nuestra filosofía, sino a escuchar lo que quiere decirse y expresarse en este preciso momento. Podemos aprender a tener respeto por otras perspectivas y puntos de vista, incluso a «entretejer» estas perspectivas con nuestra aportación. Lo Sagrado Femenino siempre tiene en mente la unidad sin querer anticipar la unidad.
Lo Sagrado Femenino despliega su servicio en el «Cuerpo Vivo Universal».
Lo Sagrado Femenino nos muestra el panorama general, el tejido sagrado. Como individuos y como comunidad espiritual somos holones (partes) del Cuerpo Vivo Universal. Cada grupo y comunidad espiritual tiene una tarea específica y una vibración en su interior que determina la naturaleza de su participación en los mundos exterior e interior. Algunos grupos espirituales trabajan y sirven en el mundo exterior, por ejemplo, prestando ayuda mediante actividades curativas. Otros grupos trabajan cerca del mundo físico y ayudan a sanar el cuerpo etérico de la Tierra. Otros grupos trabajan en el mundo astral y otros en lo más profundo, incluso en los planos del no-ser. Aquí no hay competencia, ni mejores ni más elevados. Cada uno ocupa su lugar a través del servicio. Podemos aprender a encajar humildemente en este mosaico de servicio.
Lo Sagrado Femenino anuncia una cualidad de la consciencia en la que los opuestos y las polaridades se combinan fructíferamente.
En la nueva era que se avecina, Lo Sagrado Femenino iniciará sobre todo una «cualificación esencial» de la consciencia humana. Sri Aurobindo ([13]) lo llama el efecto de la «consciencia supramental». Ken Wilber, en su filosofía integral de la consciencia, lo llama el estadio amarillo o turquesa. Es la capacidad de liberar una cualidad de consciencia completamente nueva en uno mismo, en una misma, sobre la base de la conexión con la propia esencia interior, en la que todos los opuestos y polaridades pueden conectarse y fusionarse fructíferamente.
Entonces, espíritu y materia,
fuego y agua,
masculino y femenino,
racionalidad y emotividad,
ciencia y religión,
actividad y tranquilidad,
ambición y modestia,
humildad y coraje
ya no son opuestos.
En palabras de Sri Aurobindo:
Este es el nudo que mantiene unidas a las estrellas: los dos que son uno forman el secreto de todo poder. Los dos que son uno son también el poder y el derecho en las cosas. (Sri Aurobindo) [13].
Referencias
1] Sri Aurobindo, Savitri: Libro I, de Obras Completas de Sri Aurobindo, Volúmenes 33 y 34, p. 21)
[2] Charles Eisenstein: El mundo más bello que nuestro corazón sabe que es posible, Munich, 2020.
[3] Robin Wall Kimmerer, Braided Sweetgrass, La sabiduría de las plantas, Berlín 2021.
[4] Lucas Buchholz: El KOGI. Cómo un pueblo natural inspira nuestro mundo moderno, Saarbrücken, 2019.
[5] Charles Eisenstein: El mundo más bello que nuestro corazón sabe que es posible, Múnich, 2020, p. 28.
[6] Teilhard de Chardin: El corazón de la materia, Zúrich, 2019.
[7] Llewellyn Vaughan Lee: La matriz de la vida, Friburgo, 2011, p. 50.
[8] Llewellyn Vaughan Lee: La matriz de la vida, Friburgo, 2011, p. 50
[9] Hagara Feinbier: Come Together Songs, Vol. 3, Bad Belzig, 2011, p. 127.
[10] LOGON, número 7 «Poder».
[11] Ela Thole: La divina Shakti, Bielefeld, 2015.
[12] Gernot Böhme: Liebe kann man nicht machen (No puedes hacer el amor), entrevista en la revista EVOLVE en el número 5/2015, así como 39/2023).
[13] Satprem: Sri Aurobindo o La aventura de la conciencia, Gladenbach, 2010, p. 244).